Soy un simple humorista gráfico y ratifico lo que diría
el Maestro, que “La sátira es un látigo con
cascabeles en la punta”.
Dicho esto los invito a que me sigan cascabeleando en
un breve recorrido por la Madre Patria, con la condición de que, a partir de
aquí, cuando nos refiramos a España, el país, lo escribiremos con
minúscula, mientras al hablar del periódico EL PAÍS, siempre lo haremos así,
en mayúsculas, para establecer sus diferencias.
Ruego a la querida Dra. Aurea Matilde Fernández,
Profesora Emérita y de Historia de España en la Universidad de La Habana, que
me perdone cualquier inexactitud al incursionar en sus predios.
Soy hijo de un aldeano pobre, sin embargo nació en las ricas tierras intramontanas de los Picos de Europa, y asturiano por más señas.
Soy hijo de un aldeano pobre, sin embargo nació en las ricas tierras intramontanas de los Picos de Europa, y asturiano por más señas.
Vino en la cresta de la enorme ola migratoria española
a comienzos del siglo XX para hacer fortuna, como tantos otros labriegos que
jamás pudieron regresar convertidos en “indianos”.
Crecí bajo su fidelidad a la bandera tricolor de la
República, los donativos permanentes a “la causa” y el sufrimiento infinito por
aquella cruel Guerra Civil caracterizada por el acoso de la aviación
nazifascista y la Quinta Columna de los españoles reaccionarios.
Durante años la península permaneció enlutada, hasta
que, perdida la Segunda Guerra Mundial por el Eje Berlín-Roma-Tokío, Franco vio
reducido el apoyo internacional hasta su total desplome.
El mundo entraba en una nueva era mientras el país—España—abría
los brazos a un “destape” en todas las variantes posibles: política, religiosa,
erótica y de costumbres.
Es en estos momentos que en España--el país-- surge
EL PAÍS--el periódico--, con tendencias más socializantes y hasta
izquierdistas. La rancia derecha falangista le salió al paso hasta desembocar
en un trágico suceso que trataremos de resumir brevemente.
Veamos la versión de la periodista ibérica Rosa Montero,
quien confesaba lo siguiente:
“…Lo que se
conoce como la Matanza de Atocha es el asalto criminal que tres pistoleros de
extrema derecha hicieron a un bufete de abogados de la madrileña calle de Atocha.
Era un despacho laborista de CC.OO. Un lugar conocidísimo en el que un puñado
de jóvenes letrados se dejaban la vida y la salud, trabajando en horarios inhumanos
y recibiendo a cambio un paupérrimo sueldo mensual. (…) Ese generoso entusiasmo
hizo que aquel 24 de enero de 1977 los laboristas de Atocha se encontraran
todavía a las 10 de la noche a punto de empezar la última reunión del largo día.
Y masticando un bocadillo apresurado porque no tenían ni tiempo para comer. Fue
entonces cuando los pistoleros llamaron a la puerta. Reunieron en una
habitación a las nueve personas que quedaban en el piso y las ametrallaron
fríamente. Murieron cinco…”
El hecho publicado por EL PAÍS—el diario-- ocurría
en medio de la llamada Transición,
mientras el país—España—se había convertido en una sociedad enardecida y
entusiasta. El hecho había ocurrido en 1977 y durante meses la colega sufrió
lo que a continuación expresa:
“…Los fascistas apaleaban a la gente por las calles El
PAÍS era desalojado un día si y otro no por amenazas de bomba, muchos
periodistas (sindicalistas, feministas y líderes sociales) recibíamos anónimos
amenazantes, (…) por doquier listas negras de actores, periodistas, cantantes,
y demás gentes de izquierda que supuestamente serían los primeros en ser ejecutados
cuando se levantara en armas el facherío. De modo que cuando sucedió lo de
Atocha, todos creímos que el momento de la muerte había llegado, que ésa era la
noche de los cuchillos largos.”
Lo más traumatizarte para ella fue la entrevista que le
hiciera en la cárcel a los tres ejecutantes y al supuesto inductor pues el
fanatismo funciona así, deshumaniza al enemigo y convierte a las personas en algo
menos que moscas. El trabajo se publicó bajo el encabezamiento “Memoria
de una periodista”. En ella la colega aclaraba: “…El 30 de octubre de 1978, 15
días después de publicar los reportajes, una bomba estalló en “EL PAÍS”, mató a
un compañero, y mutiló a otro…”.
Pero el tiempo siguió su inexorable curso y las cosas,
a veces se perdonan pero no se olvidan.
De la guerra fría entre el Este y el Oeste se saltó
hacia una globalización bastante calientica, mientras el pensamiento único e
imperial pronosticaba el Fin de la Historia.
Como por arte de magia EL PAÍS también cambió de
palo pa´rumba, sin pausa pero con PRISA—ésta también en mayúscula--,
convirtiéndose en más Papista que el Papa, pues había dejado chiquito al ABC órgano
secular de la derecha y el Opus Dei.
Pero ése no fue el único cambalache. España—el país--,
también pasó de la Edad de la Peseta al Euro, enganchándose al tren de la Unión
Europea, pero le tocó apretujarse en el cabúz con otros desheredados de la
Fortuna como Portugal, Grecia, e Italia. Mientras ellos iban a remolque, sus
pueblos marchaban al paro.
Últimamente el libelo EL PAÍS, patrocinado en
una operación de urgencia por PRISA se ha convertido en vocero
incondicional de la mafia anticubana y otras tendencias ultra reaccionarias. El
colmo ocurrió en estos días de enero, cuando quiso dar un “palo periodístico” y
el “tiro le salió por la culata” quedando embarrado en el intento y aunque
“quiso limpiarse” el papel no le alcanzó. Había lanzado al mundo una foto
apócrifa del presidente venezolano Hugo Chávez grotescamente representado,
mientras desde Cuba, los médicos que lo atienden informaban una cierta
estabilidad en su proceso de recuperación.
Cogido en el brinco de la chapucería, EL PAÍS tuvo
que retractarse de PRISA—también en mayúscula--como mayúsculo fue su descrédito. Sin embargo, está atado cada
día más a su compinche miamense EL NUEVO HERALD; lo sé de buena tinta, pues me
han contado que los suscriptores del HERALD reciben totalmente gratis la
edición impresa de EL PAÍS.
Tal vez eso en España—el país—no diga nada; pero
en Cubita la Bella EL PAÍS se ha
convertido en ñapa; sinónimo de dádiva, regalo, poca cosa, minucia, churrada,
propina, insignificancia, pacotilla o simplemente KK.
A ese nivel de reciclaje ha llegado EL PAÍS de papel… Que
por añadidura, tampoco es higiénico.
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