Los vecinos que siguen fielmente
este blog desde hace tiempo saben de mis comienzos como dibujante deportivo
hace unos 65 años en la prensa, guiado por la mano maestra de Pepe Agraz en la
revista FOTOS; de ahí que durante todo el año 2010 publicara en este sitio la
sección fija titulada “Cualquier tiempo pasado fue…”
dejando en suspenso la palabra profesional, pues se nutría de una sección de
curiosidades dominicales publicadas por aquella época en el diario EL MUNDO.
En estos días, al calor de la
celebración del Tercer Clásico Mundial de Beisbol y la posibilidad de medir
fuerzas con equipos profesionales de alto nivel, ha subido la temperatura en
nuestro pasatiempo nacional y las esquinas calientes se han puesto al rojo vivo
en medio de un frente frío.
Como este espacio no tiene ni
la frecuencia, ni la inmediatez informativa de otros medios, he querido
zambullirme de nuevo en los archivos de la pelota cubana, para --siguiendo las
pautas del colega Lagarde en JUVENTUD REBELDE--, desapolillar
curiosidades y anécdotas que puedan ser de vuestro agrado.
Por entonces existían varias
ligas como la amateur, la profesional y hasta la semi-pro; casi todas copias al
carbón del sistema yanqui, pues existían en alguna que otra, ciertas
discriminaciones como la de género y la racial.
Lo cierto es que el
profesionalismo en el deporte es consustancial con el capitalismo y nació en
los clubes de fútbol en Inglaterra durante la Revolución industrial, debido a
la injusta explotación obrera y sus largas jornadas laborales que solo
permitían la práctica del deporte a las clases privilegiadas. Cuba no era la
excepción.
Pero volvamos al terreno,
éste primer ejemplo es sintomático: Se trata de la foto tomada a un equipo de
beisbol estadounidense-–no profesional--que vino a Cuba, pero nunca pudo jugar
en nuestros terrenos. He aquí la novena del acorazado “U.S.S. Maine” volado en
el puerto de La Habana el 15 de febrero de 1898. Lo más curioso de la misma es
la presencia de una mascota—o mejor, un chivo—cubierto con la bandera de las
barras y las estrellas.
Esta historia es también harto
conocida por nuestro pueblo pues de la provocación del crucero, surgieron otras
muchas remembranzas. Por ejemplo: Remember El Álamo, Remember Pearl Harbor,
Remember el Golfo de Tonkin, y así hasta el cansancio, perdón, hasta Remember
el 9-11, como les gusta a algunos simplificarlo todo.
Otros se lamentan que con el
tiempo se hayan perdido los apodos en nuestras lides beisboleras.
En parte tienen razón, pero
no totalmente. Recordemos los viejos y simpáticos motes en la pelota de antaño
como: Pedro Natilla Jiménez, Cocaína García, Bicho
Pedroso, Valentín (Sirike) González, Mosquito Ordeñana, (Jiquí) Moreno,
Carlos (Patato) Pascual, (Bombín) Pedroso, entre otros muchos.
En mi modesto criterio, lo
que pasa ahora es que--al agregarles apellidos--estos nombres han perdido
gracejo. He aquí algunos ejemplos: José Antonio Huelga (El Héroe de Cartagena),
Antonio Muñóz (El G¡gante del Escambray), Yosvani Aragón (El huracán de
Jatibonico), etc.
Pues bien, de estos motes no
se salvaban ni los extranjeros: El más extraordinario fue sin dudas uno que
rompió todos los récords de nombretes en las Grandes Ligas. En inglés era
conocido por Hooks, --es decir Ganchos-- o el Patizambo,
pero su verdadero nombre era Raymond Dandridge; además, fue un ídolo de la
fanaticada mexicana bajo el mote de Mamerto
Cuando llega a Cuba en la
década del 40 del pasado siglo, el público enseguida lo comparó con cierto
personaje feo y contrahecho llamado Talúa, de la serie radial “Chan-Li
Po”, el detective chino. Así quedó para siempre en nuestro beisbol la
carismática tercera base de los Tigres de Marianao, Talúa Dandridge. Y para que no queden dudas, aquí lo tenemos fildeando
mientras exhibe--entre paréntesis--sus famosas piernas.
Por último me remonto a la misma
década del cuarenta del pasado siglo, cuando en los llamados juegos de pelota que
se escenificaban en la Plaza del Vapor—hoy Parque del Curita— se destacó una
jovencita que asombraba a todos por jugar maravillosamente entre los hombres, a
pesar de la férrea discriminación machista que existía en nuestro país; a tal
extremo llegó esto que vulgarmente se les llamaba “marimachos”. Fue ella, por
tanto, un excepcional símbolo de la liberación femenina a mediados del pasado
siglo en el deporte cubano.
Eulalia González Betancourt,
más conocida como Viyaya González sentó cátedra jugando cualquier
posición en los equipos Águila Imperial y Deportivo
Tacón, pero sobre todo cubriendo la primera base.
En 1947 es contratada por un
empresario beisbolero de Pittsburg para formar parte del team de beisbol
femenino que realizaba encuentros de exhibición en los Estados Unidos.
Ese mismo año regresa a Cuba integrando
dicho equipo ”Racine Belles” y participa en los cuatro encuentros celebrados
en La Tropical a estadio lleno.
Lo extraordinario de este
caso es que, de regreso a los Estados Unidos, Viyaya se niega a abandonar
nuestro país y en su lugar marchan con el equipo otras seis jugadoras cubanas.
Desconocemos las causas que
motivaron su actitud, pero a partir de 1987 en el Hall de la Fama de
Cooperstown en Estados Unidos, se abre una exposición permanente que honra a
las peloteras que formaron parte de aquella novena originaria. Viyaya encabezaría
la lista de las beisboleras cubanas si hubiese permanecido en el equipo; y
hasta Hollywood la hubiera premiado con su inclusión en la película “Nuestra
propia Liga” basada en aquel embrionario equipo y protagonizada por
Madonna y Tom Hanks, entre otras estrellas.
Como la vida misma no es más
que una sorpresa detrás de la otra, seguro que este Tercer Clásico también nos
deparará alguna que otra maravillosa experiencia tanto en Japón como en San
Francisco. ¡esperemos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario