Todo
lo nuevo levanta comentarios y a veces hasta rechazo. El cambio realizado este
año para dividir la Serie Nacional de Beisbol en dos temporadas, la primera con
16 equipos y la segunda con la mitad de ellos es una novedad. Al agregar que
los seleccionados pudieron reforzarse con jugadores de las novenas eliminadas,
daría mucha más emotividad a ésta parte del campeonato, más un municipio, Isla de la Juventud.
A
tal punto que faltando sólo una semana para el play-off final, sólo dos
equipos--Elefantes-verdes y Gallos de lidia--aparecen sembrados y los seis
restantes están fajados por dos plazas en una lucha salvaje entre
Cocodrilos-piratas, Tigres-avileños, Leones-azules, y las inofensivas Naranjas,
pero que vienen arrollando y son capaces de desplazar en el último minuto a
tanto depredador selvático.
Por
tanto, hagamos una pausa en la esquina caliente para refrescarnos la memoria
con algunos recuerdos:
El
beisbol siempre fue nuestro pasatiempo nacional y si tenemos en cuenta que el
antagonismo entre azules–criollos y rojos-
peninsulares nos viene desde los tiempos de la colonia en todos los campos--llámese
teatro o pelota--he ahí las raíces de esta pasión que se extendió a la
República.
La
Liga Profesional de Beisbol a lo sumo contó con cuatro equipos disputándose la
corona. A saber: Habana, Almendrares, Cienfuegos y Marianao, aunque la mayor
rivalidad estaba entre los dos primeros.
Con
el triunfo de la Revolución comenzó una nueva etapa donde desapareció el
deporte rentado y el beisbol tomó otras características con representación de
todas las provincias; por entonces eran sólo seis.
Con
el tiempo y un ganchito--el esfuerzo de todos--se desarrolló esta especialidad
deportiva con no pocos triunfos en la arena internacional, pero a la vez el
pujante esfuerzo por estrechar las diferencias entre la ciudad y el campo,
llevó a cambios en la división político-administrativa de la nación, hasta que
en el último censo dos nuevas provincias surgieron con sus respectivos equipos:
Artemisa y Mayabeque; con ellas fueron 16 las provincias representadas en el
campeonato.
Todo
esto nos hace pensar que el próximo 22 de mayo, último día de la temporada
regular, se decida por fin, cuales son los cuatro equipos finalistas para el
play-off. Menos de una semana nos separa de la definición y no me atrevo a nombrar
con certeza cuales serán esos cuatro jinetes del Apocalipsis.
Aprovecho
esta oportunidad para recordar que por esa fecha estaremos recordando también a
uno de los más grandes peloteros de nuestra historia: Martín Dihigo, matancero
que nació en el ingenio Jesús María de Cidra, el 22 de mayo de 1905 y falleció
el 19 de ese mismo mes a los 66 años de edad.
Desde
siempre la fanaticada le colgaba cariñosos apodos a sus ídolos de las bolas y
los strikes. Algunos más simpáticos que otros, pero todos destilando
originalidad.
Veamos
varios ejemplos: El Mulo Padrón, Látigo Gutiérrez, Cocoliso Torres, Natilla
Jiménez, Patato Pascual, Mosquito Ordeñana, Pájaro Cabrera, Cocaína García,
Bicho Pedroso, Chiquitín Cabrera, Tarzán Estalella y cientos de nombretes más.
Sin
embargo, a Martín Dihigo se le trataba con cierto respeto. Le decían “El
Inmortal”, y pienso que bien ganado se lo tenia durante los 25 años en que se
desempeñó como atleta a partir de 1922.
Sólo
como pitcher desde 1935 hasta 1944 varias veces logró el liderato en victorias,
juegos completos lanzados, más de diez ganados por año, y jugador más útil de
su club.
Pero
también se le conocía como el “Hombre Team” pues se desempeñaba en todas las
posiciones y en cada una era un consagrado, a tal punto que aparecía siempre
como pitcher y cuarto bate, sobre todo del Habana pues con el madero al hombro no
era tampoco segundo de nadie:
Varias
veces líder en carreras empujadas, carreras anotadas, más hits conectados y campeón
de bateo.
Como
niño, tuve el privilegio de verlo en cierta ocasión hasta desempeñando la difícil
posición de cátcher en aquellas inolvidables tardes dominicales de La Tropical.
Sin
embargo, jamás jugó en las Grandes Ligas por su condición racial, aunque recibió
múltiples honores tanto en Cuba como en el extranjero. Aparece en el Salón de
la Fama del Beisbol Cubano en 1951, en el Salón de los Inmortales de México en
1964 y a petición de las Ligas Negras de los Estados Unidos, en el Hall de
la Fama de Copperstown el 8 de agosto de 1977 (seis años después de su
muerte).
Por
último se le hizo un reconocimiento especial en el libro del Hall de la Fama “Face
Book Sporting News” como el pelotero más completo del orbe.
El
18 de octubre de 1986, en el municipio cienfueguero de Cruces, donde falleció y
descansan sus restos en el cementerio local, se inauguró la “Copa Martín Dihigo”
en el estadio que a partir de entonces también lleva su nombre.
¡Honrar, honra!
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