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20 may 2013

EL INOLVIDABLE ENRIQUITO


En su espacio de JUVENTUD REBELDE el colega Ciro Bianchi abordó el pasado domingo una semblanza de Enrique Núñez Rodríguez al arribar al 90º. Aniversario de su nacimiento este 13 de mayo. Con igual intención GRANMA publicó una información de las festividades con que su pueblo natal, recordaba al insigne hijo que tanto se destacó en el teatro, la radio, la televisión y el periodismo cubano por más de cincuenta años.
No me podía quedar callado: Estuve en cierta ocasión acompañando a Enriquito en una visita que hiciéramos a ése ”..Su casi-pueblo llamado Quemado de Güines al que baña un casi-río …” Así me lo describió junto a cierta anécdota casi-real en un batey cercano, donde según él se enfrentó bate en ristre a Conrado Marrero. Casi-creí aquel cuento de camino a Laberinto; no sé si casi-lo poncharon, o casi-conectó de hit al afamado pitcher--pero para mis adentros—casi-le canté el tercer strike.
Así era siempre, una especie de anécdota viviente, contada con tal jocundia que nos encantaba escucharla a pesar de su dudosa veracidad.
Cuando se decidió a vender su bicicleta para venirse a La Habana, la suerte del joven emigrante ya estaba echada; al no haber bicicleta tampoco habría marcha atrás. Llegó a la capital permeado de esa astuta sabiduría del hombre de tierra adentro, siempre en guardia frente a lo ignoto. Cuando se decidió a matricular leyes en La Universidad de la Habana, ya se había graduado en la Universidad de la vida.
Por entonces yo, que nunca tuve bicicleta ni aprendí a montarla, sudaba plomo en una imprentica de Centro Habana como aprendiz de linotipo. Tuve la suerte de que allí se imprimía la revista FOTOS de Pepe Agraz y en ella comencé mis colaboraciones como dibujante deportivo, desde entonces firmo Blanco mis trabajos. Quiso el destino que debutáramos juntos --pero no revueltos-- en ese mismo año de 1948.
Enrique tuvo un ascenso casi meteórico cuando descargó toda su gracia en aquel primer guión radial para CMQ o la COCO, no recuerdo cual fue la emisora agraciada. Lo cierto es que, al poco tiempo me convertí en su admirador cuando creó uno de los ídolos radiales del momento Leonardo Moncada, el Titán de la Llanura y mientras menda brincaba de imprenta en imprenta, hecho todo un operario hasta llegar a obtener una plaza de suplente en el periódico EL MUNDO, ya él había saboreado tras bambalinas el éxito en dos de sus primeras comedias La Chuchera Respetuosa y Cubanos en Miami.
De ahí en adelante tejió una brillante carrera teatral a mediados del pasado siglo con obras tan hilarantes como Gracias doctor, Si no fuera por mamá, El bravo y Voy abajo entre otras similares.
A tal punto llegó la cosa que al triunfo de la Revolución algunos mal-pensaron lo inimaginable: Núñez Rodríguez aupado por la fama, seguro tomaría el camino del exilio tras esa burguesía hipócrita, que comenzó a satanizarlo una vez llegada a Miami sin su ansiada compañía. Como lo cortés no quita lo valiente--si la memoria no me traiciona--sentida fue su respuesta con la semblanza que hiciera sobre Olguita Guillot.
No es muy conocido que durante la década de los años 60 escribiera algunos guiones de historietas para las revistas publicadas por Ediciones en Colores, o que compartiera con su hermano Héctor la sección Cinematraca del semanario PALANTE por esa misma época. Lo sé porque en ambas ocasiones yo estaba allí.
Tuvimos además la enorme suerte de  disfrutar su compañía varias veces, como en aquel histórico viaje a la Bienal del Humor de Gábrovo--verano de 1981--donde  la delegación de humoristas cubanos formada por él, Nuez, Pedro Méndez, Zumbado, Alicia Bustamante, Juan David, su esposa Graciela y yo, pretendimos tropicalizar el humorismo balcánico y descubrimos que,  allí la sátira de costumbres  desde siempre, había colocado a los búlgaros en la cima de la tacañería mundial, fama sólo superada por los escoceses.
Nos convertimos entonces por obra y gracia de su anecdotario en los protagonistas de aquellas aventuras por tierras búlgaras que publicó en su sección dominical del periódico JUVENTUD REBELDE.
Lo mismo ocurría durante los Festivales del Humor de Varadero y los que se celebraban cada año en las capitales de las provincias sedes del 26 de Julio en la década de los 70 y 80 del pasado siglo.
En todas aquellas actividades su punzante sentido del humor se hacía sentir, siempre fresco, cada vez más fragante a pesar de los años, virtudes éstas que unidas a su experiencia, sensibilidad y entrega lo llevaron a ocupar la vicepresidencia de la UNEAC en los duros años del período especial.
Nadie mejor que Abel Prieto Jiménez, por entonces presidente de la institución, para describir aquellos momentos: “…Núñez Rodríguez no se inmiscuyó en cuestiones teóricas, se limitó a recordar y contar y así dejó su aporte a nuestro permanente e incansable definición colectiva y polifónica de lo cubano…”
Durante varios años consecutivos lo acompañé como miembro del Jurado de Humorismo Radial que se celebraba en fechas cercanas al 24 de febrero y en esas tareas tuve la oportunidad de asimilar sus enseñanzas de nuevo:
Siempre se ponía frente a la grabadora y él mismo accionaba los controles. A los pocos minutos del arranque, apretaba el botón y cortaba la audición. Ante mi sorprendido cuestionamiento, respondía tranquilamente:
---Imagínate que estás en tu casa, sintonizas el programa y  durante estos breves minutos no ocurre nada…Seguro apagas el radio, ¿No?
—Sí-- le respondí.
—Pues eso mismo acabo de hacer yo.
De inmediato y sin inmutarse pasó a un nuevo concursante.
Me quedé con la boca abierta. Me acababa de dar una inmensa lección de aquel axioma del Che sobre la calidad, convertido ahora en respeto al radioyente.
No sé cómo en aquellos tiempos--ya entrado en años--podía Enriquito cargar con tantas responsabilidades sobre sus hombros; aparte de su alto cargo en la UNEAC y diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular contamos con su más decidido aporte al proyecto de editar la revista de humor e historietas MI BARRIO financiada por la UNEAC y los CDR, en medio de la crisis más aguda del periodo especial:
Dicha publicación con frecuencia variable abarcó de septiembre de 1996 a septiembre de 2001 con 12 ediciones en ese lapso y Núñez Rodríguez siempre estuvo al frente de su Consejo de Dirección.
Recuerdo que fue el colega Alberto Luberta quien en esa misma revista, presentó un trabajo titulado “Cien años se unen en MI BARRIO”  donde abordó precisamente aquellos 50 años de nuestro debut simultáneo en los medios de difusión masiva.
Ocupado como estaba en todas esas obligaciones, había dos cosas que le preocupaban en lo personal: Escribir sus memorias  lo cual requería  horas, días, meses de selección, investigación y  ejecución, los cuales de momento no disponía.
La otra se había convertido en una verdadera obsesión; la necesaria reconstrucción del añejo y deteriorado Teatro Martí. Varias veces lo oímos confesar que no quería morirse sin oir de nuevo las tres campanadas que anunciaran su resurrección.
El tiempo ha pasado, en la actualidad las obras avanzan en el coliseo y aunque lamentablemente él ya no pueda oír dicho campaneo cuando se reinaugure el Martí; el hecho mismo se convertiría en un tributo póstumo a su memoria.
En cuanto a la titánica tarea de dejar constancia de su obra viviendo con tanta intensidad cada momento de su vida. Sólo el amor, la admiración, la paciencia y el apoyo del nieto Tupac pudieron lograr tamaña hazaña. Vaya a ese joven biógrafo y comentarista nuestro fraternal abrazo de siempre.
Hemos dejado para el final ese pulcro humor suyo, tan ajeno a la vulgaridad y chabacanería; sin embargo, nunca renuncio a la picardía criolla, o al doble sentido, lo cual demostró una vez mas en su última novela, desde el mismísimo título de la obra ¡A guasa a garsín! donde  utilizó certeramente el recurso del anagrama para proponer una pretendida visita a cierto lupanar conocido en la comarca. En dicha frase no hay doble sentido, es más bien directo pero enmascarado: El mensaje se logra invirtiendo las dos sílabas del primer nombre Guasa —la localidad de partida--, igual que con las dos del segundo —su destino-- Garsin”.
Jamás podríamos pagar sus enseñanzas que prodigaba con la misma naturalidad de su sonrisa y así recordamos a nuestro gran maestro honorífico: El inolvidable Enriquito.

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