Lo prometido es
deuda: Tras la autopsia que hiciéramos en el mes de octubre a Mickey Mouse
cuando arribó a sus 85 años de edad, abordaremos ahora a otro famoso personaje
de aventuras Made in USA que se convirtió en un clásico del
comic.
Por lo general
cada uno de estos héroes de papel llevaba la firma del dibujante-creador en un
lugar visible. En este caso no sucedió así; mi ingenua mentalidad infantil, allá
por los años cuarenta del pasado siglo, se impresionó con la rimbombante firma
Edgar Rice Burrough, sin saber que se trataba del guionista y no del dibujante.
El hombre-mono tuvo decenas de artistas del pincel a través de su historia,
pero Burrough era uno solo y por cierto, bastante conspicuo.
Nacido en cuna
dorada en Chicago, el 1º. de septiembre de 1875, de pequeño fue un bitonguito de
la ciudad que en vez de saltar de rama en rama--como más tarde su héroe lo
hiciera cargando a Juana o a Chita--, en aquellos tiempos él lo hacia brincando
aristocráticamente de escuela particular en escuela privada del Medio Oeste.
Hace exactamente
120 años quedó huérfano de--padre y de herencia--debido a una bancarrota
patrimonial. El joven de diecinueve años no se rindió a su suerte y saltó de
guardabarreras ferroviario a cuidador de caballos, viajante de comercio,
taquígrafo y sabe Dios cuantos otros trabajos, pero con tan poca eficacia que--en
cada caso--pronto se caía de la mata.
Su poca pericia
en los oficios no se comparaba con la habilidad para inventar historias y
contarlas a sus íntimos hasta que, un buen día, uno de aquellos fans le
sugirió que los enviara a alguna revista especializada.
El joven cuentero
siguió su consejo y en 1912 le publicaron su primer trabajo, nada menos que de
ciencia-ficción, con el título de “Bajo la Luna de Marte”. Parece que el
tema de los alens no tenía por entonces la pegada de ahora, y tuvo que
bajarse de esa Luna para otro escenario--también de ficción--pero no tan
extraterrestre.
Meses después, la
misma publicación ALL STORIES le compró los derechos de “Tarzán de los monos” y tuvo con él la
aceptación negada a su anterior propuesta.
Varias
publicaciones lo reprodujeron y a partir de ese primer grito ¡TARMANGANIIII! del
ficticio hombre-mono y sus voceadores surgieron uno tras otro los éxitos editoriales
del Hombre-mono.
Debo aclarar que
por entonces, el continente negro era una fantasía para la mayoría de los estadounidenses
y el propio Burrough no era la excepción. Pero antecedentes similares eran comunes
también en otras latitudes.
El escritor checo
Jaroslav Hašek,--autor del famoso “Buen Soldado Sveik en la Guerra Mundial”--durante años
escribió, escudándose en seudónimos para la prensa de Praga, y muchas de sus
monografías se referían a extraños animales de la selva africana que sólo
existían en su imaginación.
El hombre-mono de
Burrough, los animales salvajes de su entorno y las tribus--caníbales o no--eran
también puro cuento. Todo lo que se sabía por entonces en el mundo sobre el
África subsahariana, se debía al libro del explorador Stanley “En el África más sombría” y la documentación
gráfica era casi inexistente.
Por tanto, al
pasar del libro de aventuras al comic resultaba muy edificante la
representación grafica dada a los animales de la selva y su entorno. Los
mejores dibujantes eran contratados para ilustrar la versión de “Tarzán” en las ediciones
dominicales de la prensa yanqui.
Casi un centenar
de novelas en 26 volúmenes se publicaron de la saga escrita por Burrough y sus
fabulosas ganancias las invirtió en bienes raíces. Con el tiempo dichos
terrenos alcanzaron precios fabulosos. Y soñador al fin, invirtió todos esos beneficios
en construir una ciudad que bautizó Tanzania en honor a su héroe de
papel. Allí vivió algún tiempo hasta que aburrido, se mudó a Encino en
California.
Durante la Segunda Guerra
Mundial, a pesar de sus 66 años de edad, se alistó como Corresponsal de Guerra
en la Marina,
pero en vez de ser enviado a su ya familiar continente africano, fue asignado
al Pacífico. Al morir el 19 de marzo de 1950 sus cenizas fueron depositadas en Tanzania
y la palabra Tarzán quedó reconocida en el diccionario Webster como
hombre salvaje.
Pero, todo héroe
de aventuras sobrevive a su autor y el hombre-mono sigue saltando de las
revistas al cine, del dibujo animado al muñeco de plástico o al video-juego en este
siglo XXI cuando aún las nuevas generaciones disfrutan las aventuras de Tarzán,
Juana y hasta la mona Chita en diversos formatos y hasta en 3-D.
Tanto en Cuba,
como en otras latitudes donde penetró el personaje, se han comercializado
versiones locales para niños y jóvenes, como fue aquí la colección de
postalitas en colores dibujada por el artista Lucio Fuentes hace unos setenta
años. Fue un fenómeno de masas en la niñez de la época aquella versión libre
tomada de la taquillera película interpretada por Johnny Weissmuler “El tesoro de Tarzán”
Más acá en el
tiempo hace exactamente 40 años me tocó ilustrar la sátira paródica que Juan
Ángel Cardi escribiera sobre Tarzán para la portada del semanario PALANTE con
fecha 27 de agosto de 1964. En dicha secuencia se cuestionaban los intentos de
obstaculizar la lucha anticolonialista de los pueblos africanos por su
independencia. Aquí mostramos una copia de dicha cubierta.
Más acá en el
tiempo, en la década del 80 de pasado siglo, con el auge de las revistas
especializadas COMICOS, PABLO y EL MUÑE, de la Editorial Pablo de
la Torriente,
surgieron muchos personajes autóctonos y de nuevo me vi ligado al legendario
hombre-mono de Edgar Rice Burrough, pues se me ocurrió una parodia donde el
protagonista no se llamaría “Tarzán” sino “Kimbambú” partiendo del
accidente geográfico que se describe como el territorio más inhóspito e
intricado del África Subsahariana--conocido como las Quimbambas--por tanto
nuestro supuesto anti-héroe se llamaría Kimbambú, y el diseño del título
también debía sugerir la tipografía del Tarzán original.
Para los que no
tuvieron la oportunidad de conocer a ese personajillo que siempre salía
ridiculizado en su enfrentamiento al medio, los animales salvajes y los
belicosos nativos, aquí les dejo con la copia del primer número de la revista
COMICOS en diciembre de 1985, Vean que no era una, sino dos las versiones
paródicas utilizadas:
La portada, donde
aparece el popularísimo “Supertiñosa” del maestro Virgilio
Martínez y en la contraportada debuta la parodia del “Tarzán” de Edgar Rice
Burrough que bautizamos “Kimbambú”. Vista hace fe.
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