Probablemente
no exista en el mundo cristiano actual, quien desde su propia infancia tenga
una idea exacta de los llamados Reyes Magos que, siguiendo la estrella
milagrosa, llegaran a Belén para rendir tributo al recién nacido niño Jesús.
Lo
mismo escribas sagrados como profanos se han encargado de representar esa
estampa con lujo de detalles. En Cuba aún se venera en casi todos los hogares
dicha efemérides, con ese montaje híbrido entre el nacimiento en el pesebre
palestino y el arbolito nevado con guiños lumínicos en colores junto a la
estrella-guía del trineo conducido por Santa Claus.
Lo
digo por mi propia experiencia desde los lejanos días de infantil inocencia,
hasta la actual senectud octogenaria; y es lógico que así ocurra, pues de
ilusiones como esa se alimenta el espíritu humano que no tiene edad, pero
siempre estará ansioso de amor y buenas intenciones en un mundo caótico, que
nosotros mismos hemos creado consciente o inconscientemente.
Incluso,
la leyenda misma se ha encargado de enredarnos en la madeja del misterio, pues
según estudiosos del tema, entre ellos San Lucas, único evangelista que nos
habla de dichos personajes, jamás se indicó el número de ellos, ni qué
jerarquía ocupaban en la sociedad sino simplemente, que eran magos, venían del
Oriente, y mucho menos se daban sus nombres verdaderos o si alguno de ellos fuese
tal vez negro--es decir--abisinio.
Según
Tertuliano, otro que se las sabía todas, dichos magos venían de Persia o de la
Arabia Feliz—claro, no la actual devastada por guerras fratricidas--, además de
otros doctos en la materia. Pero la patada a la lata la dio un estadounidense
de nombre Lewis Wallace, quien afirmó la procedencia de los tres monarcas: Uno
de Egipto, otro de Grecia y el tercero de la India. Desconozco el rumbo que
tomaran los dos primeros, para llegar a Belén desde el Poniente.
Parece
ser que San León fue quien rugió de alegría por primera vez, al comprobar que
eran tres dichos magos piadosos, en atención a que eran tres los dones
ofrecidos al niño Jesús de Nazareth.
Pero
en lo que no coinciden todos es en la condición monárquica de dichos
peregrinos, por más que la Biblia nos lo asegure, o que el pintor Luca Giordano
los haya representado con sus coronas y otros atributos reales.
Por
lo visto, si la representación literaria no ha podido ponerse de acuerdo en la
verdadera imagen de ese momento histórico, tampoco podemos atribuírselo a las
artes plásticas—cada una con sus subjetividades—y por eso ilustramos este
trabajo con dos cuadros de pintores famosos.
Algunos
vistieron a los caravanistas con trajes de caballeros venecianos del siglo XV.
El propio Botticelli se encargó de incluir en la comitiva a algunos miembros de
la familia Médicis; si no me creen, vayan a la Galería de los Uffizi en Florencia;
y lógico, en dicha obra tampoco aparece un abisinio. Sin embargo en los cuadros
dónde se representa la adoración de los Reyes en el pesebre, nunca falta alguno.
Tal
vez la más completa de estas descripciones venga del sabio religioso Beda,
quien emplea por primera vez los tres nombres famosos--Gaspar, Melchor y
Baltazar--asegurando que el primero de ellos era un joven robusto y encarnado,
Gaspar, mucho más viejo—unos 70 años, blanco en canas y luciendo espesa barba,
mientras Baltazar, de rostro pardo y también barbudo, aparentaba unos cuarenta
años. Describe también su vestimenta.
Algunos
artistas los han mostrado cabalgando briosos corceles, aunque la mayoría
prefirieron representarlos en caravanas de camellos atravesando el desierto.
Otros especialistas en el tema han asegurado que Gustavo Doré,
fue quien más se
acercó a la realidad de los hechos en su obra titulada “Los Magos guiados por la
estrella”, aquí representada
A
los que duden de todo lo expuesto, les aclaro que me tropecé con esta
información durante una reciente visita al baúl de mis recuerdos y toparme con la
revista española “Alrededor del Mundo” publicada el 5 de enero de 1905,
exactamente hace 115 años.
Debemos
aclarar que, en este sucinto viaje de un octogenario a sus sueños infantiles; no
siempre lo solicitado en la cartica del día anterior, se correspondía con lo
depositado en el escarpín colgado junto al arbolito de Navidad cada 6 de enero,
por esos verdaderos Reyes Magos que fueron papá y mamá.
Antes
de finalizar les brindo la parodia de un villancico que compuse por aquellos
tiempos:
“Tres eran tres,
los tres Reyes Magos…
Tres eran tres,
y ninguno era vago”.
Ahora
en serio: Lo que motivó esta quimérica descarga de antaño, se debe a un
verdadero milagro del siglo XXI que acaba de producirse.
En
primer lugar:
1)
Que los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos hayan acordado el pasado 17 de
diciembre reanudar las relaciones diplomáticas suspendidas desde hace más de medio
siglo y que la potencia mundial reconozca su aberrante error histórico.
2)
Que ese mismo día se haya materializado la devolución a Cuba de los tres héroes
antiterroristas que quedaban aún injustamente presos en cárceles de los Estados
Unidos.
3)
Que a uno de ellos--Gerardo Hernández Nordelo-- condenado al absurdo jurídico de
dos cadenas perpetuas más quince años, desde su encarcelamiento en 1998, jamás
se le permitiera recibir la visita de su esposa Adriana Pérez a la cárcel.
4)
Que cuando ese mismo día 17 se encontraran de nuevo en el aeropuerto, de La Habana,
los tortolitos se abrazaron por primera vez tras 16 años de abstinencia y ella
mostrara orgullosa su vientre fecundado, mientras él lo acariciara con cariño y
orgullo.
5)
Que ante la suspicacia de algunos y la sorpresa de todos, Gerardo reconociera entonces
con su humor característico que, en silencio tuvo que ser y además, por control
remoto.
6)
Por último que, a las ocho y media de la mañana del día de hoy, 6 de enero de
2015, para sorpresa del pueblo de Cuba y del mundo entero, festejemos el
nacimiento de una preciosa niña de casi ocho libras llamada Gema hija de
Gerardo y Adriana, para regocijo de sus padres y de toda Cuba.
Si
esto no es un verdadero milagro del Día de los Reyes Magos en este siglo XXI,
que vengan Melchor, Gaspar y Baltasar a refutarlo.
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