El pasado 22 de
diciembre, al celebrarse el Día del Educador, me recordó aquella primera y
única vez que me vi en un aula, mesa por medio, aconsejando más que dictando
clases, sobre el guión y el dibujo de historietas ya que, tanto mi colega
Manuel Pérez Alfaro como yo, aunque nos considerábamos sólo facilitadores en el
Taller Permanente de Aficionados convocado por la UPEC en la década de los
años 80 del pasado siglo, algo tuvimos que ver con la formación de la cantera de
jóvenes historietistas surgida en esos cursos.
He aquí el origen:
Diez días antes--el
12 de diciembre--la Editorial Pablo de la Torriente, al cumplirse un
aniversario más del periodista integral que dio nombre a la institución,
anunció el comienzo de una Jornada Conmemorativa, con presentación de libros y
otras actividades afines, que se extenderá hasta la misma fecha de 2015 en que
el héroe de Majadahonda arribaría a su centenario.La creación de
publicaciones especializadas para los periodistas cubanos, tanto en lo referido
a las técnicas del sector, a sus diversos géneros y de obras literarias que por
alguna razón escapaban a las habituales publicaciones de la prensa, tuvieron en
la Editorial “Pablo de la Torriente” su objetivo.En este proyecto tan
largamente soñado por el presidente histórico de los periodistas cubanos Ernesto
Vera, y por contagio a todos nosotros, no podían quedar ausentes algunas
especialidades del humorismo gráfico como la caricatura y la historieta de
tanto arraigo en la población; pero cuya especialización no estaba contemplada
en nuestras Escuelas de Arte.
De ahí que la
Editorial Pablo—como cariñosamente la llamáramos—apadrinó los esfuerzos por
rescatar este género gráfico desde sus inicios el mismo 12 de diciembre de
1985, con la publicación de dos revistas: CÓMICOS en cuyo logotipo--original
del maestro Virgilio Martínez--se ofrecía una doble lectura, pues podía leerse también
COMICS en alusión al término en inglés de dicho género, tan difundido
internacionalmente por la industria del entretenimiento yanqui.
La cosa funcionó, e
inmediatamente surgió otra publicación periódica, la PABLO—esta trimestral--con
igual formato y técnica, pero utilizando argumentos más conceptuales, entre los
que se incluía la versión gráfico-secuencial de algunos de los cuentos escritos
cincuenta años atrás por el propio Pablo de la Torriente Brau.
Dicha tendencia
venía siendo aplicada por no pocos virtuosos del género a partir de los años
setenta en Europa y otras partes del mundo como obra de autor, a diferencia de
las ofertas de puro escapismo y divertimento, provenientes de la industria del
entretenimiento yanqui; algo que ya venía preconizando la agencia Prensa Latina
con la distribución de la revista de estudio C-LÏNEA y otra de carácter
alternativo: ANTI-COMICS.
Aclaro: Dicha
situación no tenía nada que ver con ciertas tendencias extremistas surgidas por
aquellos tiempos, al calor de criterios obsoletos copiados del inmovilismo sovietizante,
donde la historieta era considerada como “arte
imperialista”.
Ese nuevo y audaz
proyecto de la bisoña editorial chocó en los primeros momentos con otro
escollo: La precariedad profesional existente en los cuadros alejados por otras
causas; entre ellas el carácter cíclico de nuestras publicaciones periódicas
especializadas en tiras cómicas, o por la reducción de los espacios en el periodismo
cotidiano al desaparecer la publicidad, y con ella la lógica disminución de
páginas en cada edición, si lo comparamos con las ofrecidas por la prensa
burguesa de antaño sustentada en la promoción del consumismo suntuario.
El caso de la
historieta era más grave aún, porque ocupaba un mayor espacio--varias viñetas
en vez de la caricatura editorial con una sola imagen--esto provocó durante
algún tiempo el éxodo de sus especialistas hacia otras actividades graficas más
remunerativas.
Un buen ejemplo se
produjo con la inmediata captación para este nuevo empeño de firmas tan prestigiosas
y consagradas en la gráfica y el diseño como René Mederos, Rafael Morante,
Muñoz Bachs; Jesús de Armas, y Francisco Blanco (hijo), entre otros muchos que “debutaron”
entonces como historietistas.
Pero esto tampoco
cubría el déficit, pues el hecho de poder contar historias de forma periódica y
amena resultaba muy atractivo y necesario. Como editores, llegamos a la
conclusión de que, para poder llevar a la práctica publicaciones con frecuencia
semanal o quincenal y llenar sus espacios con material idóneo—conocido en el
argot profesional como colchón editorial--requería mucho más esfuerzo y
debíamos proporcionarle a los jóvenes talentos, la técnica idónea. Así surgió
dicho taller dos años más tarde.
La aparición quincenal
del tabloide EL MUÑE en 1987 fue el instrumento idóneo para dar a conocer
aquellas firmas—hasta entonces desconocidas—pero que ya mostraban las uñas en
un espacio altamente codiciado y competitivo, debido a la popularidad del
género en nuestra población y la larga espera por el reencuentro.
En aquellos
balbuceantes inicios tuvimos la suerte de que algunas personalidades de la
cultura nos apoyaran, entre ellos el maestro Dr. Raúl Ferrer, avalado por su trayectoria
indiscutible como pedagogo y poeta, quien fuera además vice coordinador de la
Campaña de Alfabetización, Viceministro de Educación, y Presidente de la Campaña
Nacional por la Lectura.
Pues bien, dejemos
que sea él mismo quien nos hable de aquel Taller de Historietistas Aficionados
que funcionó en la Casa de la Prensa a partir de aquellos años en una
entrevista que le hiciéramos en 1988 en la Edición número uno del quincenario EL
MUÑE, y cuyo título nos sirvió para encabezar precisamente esta semblanza.
En aras de la
brevedad, solo publicaremos algunos aspectos de la misma:
“…Creo una necesidad utilizar la historieta
por su fuerza didáctica y por el gusto que despierta en la niñez y la juventud…Completa
más la formación científica, técnica, y pedagógica; y proporciona cierta
diversidad que la saca un poco de la monotonía de los mismos temas de la
aventura por la aventura…”
--Al preguntársele
sobre nuestras deficiencias, dijo:
“…No debo ser yo, sino
ustedes los que la deben tener en cuenta, sobre la marcha, en un trabajo
colectivo y crítico, donde vayan lavándose toda una serie de deficiencias
pequeñas; por ejemplo, el recargamiento de las figuras, que en una historieta
siempre es negativo por lo confuso… Pero para eso hay tiempo. Está la vida por
delante. La historieta donde no debe ser defectuosa es en los contenidos, y ahí
es donde ustedes están bastante bien…”
--¿Y desde el punto
de vista estético?
“…La historieta,
con su aparente liviandad y ligereza tiene una gracia que no puede soslayarse.
Por ejemplo, a mi me preocupa mucho dónde está el texto, ¿en qué lugar se
coloca el texto o el diálogo? Pero no sabría decir, porque hay toda una
experiencia de parte de ustedes que saben hasta dónde va sicológicamente
situado… Recientemente tomé no sé cual de las que ustedes publican, compré unas
cuántas, las repartí y. ¿saben cuál fue la experiencia que tuve?... pues que a
todo el mundo le gustó aquello y que no hubo nadie que me las devolviera. A
todos le gustó, como si fuera un merengue…”
¿Qué le aconsejaría
a un autor que se dedique a hacer historietas?
“…Un autor de historieta
no puede ser solo el que haga unos muñequitos muy bonitos, sino que acompañando
eso, completando eso, tiene que tener todo un sentido imaginativo, de verdad
trascendente en cuanto a las opiniones que expresa, debe tener la virtud de
saber narrar…Y el que está leyendo, supongo yo, tiene la obligación de mirar y
leer, de leer y a a vez mirar la imagen. Y esa condición dual tiene que estar
de tal manera preparada para que el interés no decaiga, pasando del dibujo al
texto y del texto al dibujo. O sea, que exista entre ellas un equilibrio..”.
¿En qué manera la
historieta puede ayudar a formar hábitos de lectura?
“…La lectura de
historietas debe pretender, y creo que lo logra, que las imágenes no dañen el
hábito de lectura, sino que lo estimulen, y pienso además, que la imagen es una
forma de aprovechar una manifestación del arte para introducir las motivaciones
en las cosas… La historieta tiene otra condición; esa de llegar, de
popularizarse después que el artista trabaja en ella. Eso le da también a la
historieta un alcance que no tiene el libro. Es más popular, es más penetrante,
llega más al pueblo… Recuerden que nunca una obra de arte es ella sola. La obra
de arte es ella más el que la contempla o
disfruta. Entonces el hábito crítico
sobre la obra de arte, da calidad al sujeto que la disfruta, para a su vez,
percibirla mejor. No tengo dudas en lo que estoy diciendo…”
Hasta aquí una sucinta
reproducción de aquella histórica entrevista que titulamos “Un maestro habla de la historieta” para este mismo blog y
en la cual calzamos el trabajo con la caricatura personal de Raúl Ferrer, a
quien rendimos tributo este 12 de enero con motivo de su desaparición física
hace exactamente 22 años: ¡HONOR A QUIEN HONOR MERECE!
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