No
quiero ser absoluto, pero las emociones vividas en los últimos días del pasado
año y los primeros de este 2015 han sido inolvidables para mí, como para todos
los cubanos, con el regreso al terruño de los cinco héroes cubanos y la adición
del restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, lo que
significa un nuevo paso hacia la normalidad pues--como todas las cosas--no
serán gratuitas, sino resultado del esfuerzo y nuevas luchas. Recuerden que sin
embargo, sigue el “embargo” yanqui--el entrecomillado es nuestro--y el bloqueo
es de ellos.
Para
mí estos días son comparables con aquellos en que sin haber celebrado el
acostumbrado Fin de Año siguiendo la consigna de O3 C fui despertado
alrededor de las cinco o seis de la mañana por un llamado urgente del periódico
EL MUNDO para presentarme de inmediato en el mismo.
Sin
apenas probar el acostumbrado buchito de café mañanero, me lancé a la calle de
inmediato, y por el camino algunos trasnochadores se manifestaban con gritos de
alegría. Al llegar al diario de Águila y Virtudes, ya la algarabía inundaba las
calles; y dentro, la redacción se había convertido en un verdadero pandemónium,
pero dejemos que lo cuente quien pudiera considerarse el culpable de tanto
alboroto: Carlos Lechuga Hevia (28 -02-1918) reconocido periodista y director
del programa EL MUNDO en TV.
Debo
aclarar que el canal 2 tenía sus propios estudios en la calle P de La Rampa. en
el Vedado; sin embargo, el matutino EL MUNDO en TV radicaba en la propia
redacción del diario en Centrohabana, aprovechando que a esas horas de la
mañana se encontraba desierta.
Según
el trabajo “Primeras noticias de la victoria” publicada más tarde por la
revista CUBA INTERNACIONAL, Lechuga nos cuenta:
“…La madrugada del 31 de diciembre al primero de enero
de 1959 fue muy agitada. Mientras corrían los dados en los casinos de los
hoteles y cabarets de la Habana y las fuerzas revolucionarias avanzaban
victoriosamente en Oriente y Santa Clara, Fulgencio Batista ya ultimaba los
detalles de su fuga en el campamento militar de Columbia, donde tenía preparado
tres aviones para volar hasta Santo Domingo con algunos familiares,
malversadores y criminales de su régimen…”
Aunque
el horario nuestro como linotipista en dichos talleres comenzaba a partir de
las seis de la tarde hasta el cierre del diario, esta nueva citación urgente
respondía al momento histórico que se venia desarrollando en esos momentos.
Continuemos pues con lo escrito por Lechuga:
“…El espacio informativo que yo dirigía en el canal 2
salía al aire desde las siete hasta las nueve de la mañana. Circulaban muchos
rumores y parte del personal del
noticiero fuimos al estudio antes del horario de trabajo y salimos al aire. Con
algunos de mis contactos establecimos comunicación, pero nadie sabía
exactamente lo que sucedía. (…) Entonces por intuición o si se quiere por eso
que se llama olfato periodístico, lancé al aire la noticia de la fuga de
Batista, calificándolo con los epítetos que se merecía de traidor a la patria,
ladrón y asesino. Me hice eco además del rumor de la huelga general…”
Pero
ahí no termina esta historia, tanto periodistas como tipógrafos y personal de
servicio en el diario ahora convertido en estudio de televisión, nos turnamos
en guardia permanente durante varios días para cubrir las últimas noticias.
Recién
graduado como dibujante en la Escuela Profesional de Periodismo “Manuel
Márquez Sterling”, confieso que Carlos Lechuga era para mí no solo un
paradigma de periodista, sino el revolucionario que nos dirigió durante los
días gloriosos de la huelga del 9 de abril.
A
partir de ese primero de enero de 1959, aprovechando mi permanencia en la
batería de linotipos, el propio Lechuga solicita mi incorporación al equipo de
la televisión como dibujante honorífico--ese fue mi debut en la pequeña
pantalla-- con caricaturas, ilustraciones de hechos ocurridos durante la lucha
contados por sus propios protagonistas, croquis de batallas y hasta un mapa
movible con técnicas rústicas, donde se mostraba el avance de las columnas de Camilo
y el Che; una por el norte y otra por el sur, desde Oriente hasta Las Villas.
Pero
sigamos con el testimonio publicado años después por Lechuga donde deja
constancia de la personalidad del Comandante en Jefe cuando dice:
“… Luego, el día cinco de enero me fui para Santa Clara
con un equipo de la televisión para esperar allí a Fidel que venia en marcha
triunfal hacia la Habana. Llegó al día siguiente y le hice una entrevista en la
acera frente al Hotel Santa Clara. (…) Sin embargo fue Fidel quien me entrevistó
a mí preguntándome cómo estaba la Habana, lo que decía la gente, lo que hacía
el gobierno. Yo recuerdo que le dije que todavía había algunas confusiones, lo
que era natural, y que la gente esperaba ansiosa sus orientaciones, que el
pueblo estaba muy interesado no solamente en escucharlo sino en verlo. Le dije
que había hecho preparativos para trasmitir por televisión el acto que se iba a
llevar a cabo en el Parque Vidal… Fidel me dijo: -¡Cómo no!, oye, eso es un
palo periodístico el que te vas a apuntar. Seguro que te aumentan el sueldo. No
debe ser un discurso para elogiar al pueblo en estos momentos, en que todavía
hay alguna incertidumbre, hay que decirle al pueblo también, cuales son sus
deberes. Hay que decirle que la revolución tiene que ser obra de todos, solo
así obtendremos el triunfo definitivo… Sí, el avance de la revolución es responsabilidad
de todo el pueblo…”
Esta
es una breve semblanza de lo vivido por mi hace 56 años, en boca de alguien ya
fallecido, pero más autorizado que yo para contarlo. ¡RECORDARLO ES VOLVER A
VIVIR!
No hay comentarios:
Publicar un comentario