El
próximo 19 de febrero se conmemoran los 65 años de la desaparición física del sabio
Don Carlos de la Torre y Huerta, el gran malacólogo cubano, quien cursó estudios
en Cuba y el extranjero. Fue merecedor de importantes reconocimientos
nacionales e internacionales como el título de Doctor Honoris Causa en Ciencias
de la Universidad de Harvard y de la Universidad de Schiller de Jena, Alemania.
En la Universidad de la Habana fue designado Profesor Emérito en 1938.
El insigne científico nació en la ciudad de Matanzas en 1858, diez años antes de iniciarse la Guerra de los Diez Años. Por entonces dicha ciudad era conocida como la Atenas de Cuba debido a su desarrollo cultural. Allí se celebró en 1881 una de las primeras Ferias Panamericanas organizada por los Estados Unidos, que con su política de la fruta madura ya mostraba su carácter injerencista en la lucha de nuestro pueblo por su independencia. Mientras tanto, dos años más tarde el joven matancero concluía sus estudios en España.
Sin embargo, Carlos nunca abandonó su pasión independentista, que demostró más tarde como profesor de nuestra Universidad, cuando debido a sus ideas fue separado de la cátedra por el despótico Capitán General, Don Valeriano Weyler, y tuvo que marchar al extranjero, lo cual contribuyó a granjearse la amistad de Máximo Gómez y Fermín Valdés Domínguez entre otros insignes patriotas. A tal punto se destacó en su carrera que con solo treinta años, la poetisa borinqueña Lola Rodríguez de Tió lo apodó: “Sabio con canas”. Pero además Carlos poseía virtudes innatas a nuestro pueblo como la sencillez, el buen trato y el sentido del humor. Por ejemplo se cuenta que, en cierta ocasión un joven desconocido se acerca apuntándole con un revólver y tratando de intimidarlo le dice: --En la cámara de mi arma tengo dos balas; una para usted y la otra para mí. Es entonces que el profesor sin inmutarse y demostrando gran agilidad mental le responde: --Chico…¿Por qué no cambias el orden de las balas?
Con el tiempo fue modelando su carácter como amante y protector de la naturaleza; ecologista de cuerpo entero y destacado pedagogo, además el más grande malacólogo de Cuba y el mundo. A él se debe la documentada investigación y nomenclatura de los moluscos cubanos, cuando en todo el mundo se reconocía ya a nuestro país como el Paraíso de los caracoles.
Todo esto se debe a un paciente estudio que lo llevó a descubrir y estudiar especies como las Liguus arbóreas, típicas de la Habana y Matanzas, o las de Holguín; la babosa Veronicella floridana; la Physa cubensis de nuestros ríos o lagunas; la Lymnaea hospedera de la Fasciola hepática; pero sobre todo, esa maravilla de la Naturaleza que es nuestra Polymitta picta o Caracol Pintado, especie típica de la región de Baracoa y única en el mundo con esas características.
El insigne científico nació en la ciudad de Matanzas en 1858, diez años antes de iniciarse la Guerra de los Diez Años. Por entonces dicha ciudad era conocida como la Atenas de Cuba debido a su desarrollo cultural. Allí se celebró en 1881 una de las primeras Ferias Panamericanas organizada por los Estados Unidos, que con su política de la fruta madura ya mostraba su carácter injerencista en la lucha de nuestro pueblo por su independencia. Mientras tanto, dos años más tarde el joven matancero concluía sus estudios en España.
Sin embargo, Carlos nunca abandonó su pasión independentista, que demostró más tarde como profesor de nuestra Universidad, cuando debido a sus ideas fue separado de la cátedra por el despótico Capitán General, Don Valeriano Weyler, y tuvo que marchar al extranjero, lo cual contribuyó a granjearse la amistad de Máximo Gómez y Fermín Valdés Domínguez entre otros insignes patriotas. A tal punto se destacó en su carrera que con solo treinta años, la poetisa borinqueña Lola Rodríguez de Tió lo apodó: “Sabio con canas”. Pero además Carlos poseía virtudes innatas a nuestro pueblo como la sencillez, el buen trato y el sentido del humor. Por ejemplo se cuenta que, en cierta ocasión un joven desconocido se acerca apuntándole con un revólver y tratando de intimidarlo le dice: --En la cámara de mi arma tengo dos balas; una para usted y la otra para mí. Es entonces que el profesor sin inmutarse y demostrando gran agilidad mental le responde: --Chico…¿Por qué no cambias el orden de las balas?
Con el tiempo fue modelando su carácter como amante y protector de la naturaleza; ecologista de cuerpo entero y destacado pedagogo, además el más grande malacólogo de Cuba y el mundo. A él se debe la documentada investigación y nomenclatura de los moluscos cubanos, cuando en todo el mundo se reconocía ya a nuestro país como el Paraíso de los caracoles.
Todo esto se debe a un paciente estudio que lo llevó a descubrir y estudiar especies como las Liguus arbóreas, típicas de la Habana y Matanzas, o las de Holguín; la babosa Veronicella floridana; la Physa cubensis de nuestros ríos o lagunas; la Lymnaea hospedera de la Fasciola hepática; pero sobre todo, esa maravilla de la Naturaleza que es nuestra Polymitta picta o Caracol Pintado, especie típica de la región de Baracoa y única en el mundo con esas características.
Fue
precisamente dicha especie de molusco de la clase Gasterópodos, Orden
Pulmonados, la que quisimos utilizar por su diseño y colorido como parte de un
proyecto de naipes cubanos que quedó inédito por falta de gestión durante los
primeros años del Periodo Especial y que ahora presento a mis curiosos vecinos de
blog como una simple curiosidad.
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