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9 nov 2014

LA LÍNEA EN LA BELLA ÉPOCA (9)


Al abordar el noveno capítulo de este sintético repaso que venimos haciendo a la obra del crítico de arte cubano Bernardo González Barros sobre la importancia de la línea para la caricatura contemporánea, estamos obligados a dar saltos tanto en el tiempo como en el espacio, para una mejor comprensión de su desarrollo.
De seguir el orden cronológico, tras nuestra hipotética visita a Francia, Alemania e Inglaterra en la segunda mitad del Siglo XIX, debiéramos irnos a lo realizado humorísticamente en España, pero preferimos regresar al París del futuro, es decir a comienzos del siglo XX y su nocturnal bohemia, pues el diferendo entre el Imperio Español y sus colonias americanas se define e influye antes en su último conflicto bélico con Cuba, a su vez primera guerra imperialista debido la intervención yanqui y lógicamente antesala de las Guerras Mundiales.
Aunque los postulados de nuestro crítico de arte son esencialmente estéticos, no podemos obviar el escenario político-social en que se desenvuelven, por tanto el período comprendido entre la Comuna de París, el proceso Dreyfus y a partir de 1900 con la “belle époque” francesa incluida, hasta 1914, serán contemplados ahora en su conjunto.

Tras la Comuna de París (1871), la tolerancia y la polémica se agudizan, sobre todo después de implantarse la Ley de Imprenta de 1881, una de las más tolerantes existentes hasta entonces. El mejor ejemplo es esta caricatura de Forain, donde la Tercera República representada por una rústica señora se dirige al Presidente del Consejo de Ministros, Waldeck Rousseau y le increpa de esta forma: --Y pensar que yo era tan bella cuando el Imperio.
Otros temas priorizados por los caricaturistas y escritores satíricos eran el antimilitarismo, el anticlericalismo, el antisemitismo el antisindicalismo y otros antidogmas enraizados y puestos en solfa. El “affaire” Dreyfus de 1894 es el más sonado de todos, donde intervienen destacados polemistas cómo Zola, Rochefort, Maurras y Daudet. Entre estas personalidades, descuella Clemenceau a la izquierda y Drumount a la derecha; pero también muchos caricaturistas de la época, afiliados a uno u otro bando.
Si importante es este liberalismo en lo político, fue aún más radical en lo costumbrista y social dando lugar—entre otras cosas—a la famosa belle époque, donde la caricatura también tuvo un gran protagonismo y vemos entonces el surgimiento en Montmartre del semanario satírico LA HYDROPATHE--enfermos al agua—el cual dio comienzo a lo que se llamó revistas del boulevard; tendencia grotesca continuada con LE CHAT NOIRE que publicitaba el cabaret del mismo nombre y con el mismo propietario.

A esta publicación le siguió LE MILITON donde sentó cátedra el más famoso de todos estos artistas, Tuolousse Lautrec, citado por nosotros anteriormente en el Encartado Tuolousse Lautrec  (3 sept 2011).VINCULO y que tuvo seguidores tan incorregibles y corrosivos como Veber, Steinle, Willete, André Gill, o Caran D´Ache.
El más famoso de aquellos bulevares parisinos fue Montparnasse—1,500 metros de asfalto orillados por los más refinados cabarets, restaurants y cafés literarios—como algo curioso, uno de ellos, el “Café Veber” tomó el nombre de uno de esos caricaturistas, y precisamente del propio Jean Veber es este buen ejemplo del antimilitarismo en la caricatura francesa, publicada el 20 de septiembre de 1901, en “L´Assiette au Beurre” contra los ingleses con motivo de la guerra anglo-boer y que el autor titulara: “La impúdica Albión”.
Frecuentaban dichos centros nocturnos de la bohemia parisina personalidades de la política, la cultura y la vida social. Figuras como Sarah Bernahrt y Marcel Proust entre otras muchas celebridades fueron víctimas del lápiz juguetón de Forain, Willette, Henri Pille y otros dibujantes igualmente satíricos.
Menos provocativas pero igualmente incisivas fueron en 1894 las revistas VIE PARISIEN y LE RIRE, pero a estas le siguieron LE COURRIER FRANCAIS, LE SOURIRE, FANTASIO, y LA CULOTTE ROUGE hasta PELE-MELE, todas revistas picantes, audaces, a veces de poca duración y otras oficialmente condenadas por ultraje a las buenas costumbres.
Ante todo debemos considerar L´ASIETE AU BEURRE, digna descendiente de CHARIVARI y CARICATURE: Si en estas dos últimas brillaron Daumier, Grandville, Monier, Gavarni y Philliphon, en su heredera, anticlerical, antimilitarista, anticonformista y antisemita se destacaron autores de la talla de Jean Veber, Steinle, Willete, André Gill, Caran d´Ache, Abel Faivre, Iribe, Capiello, Herman Paul, o Jossot, y hasta el español Juan Gris.
Hemos seleccionado tres obras representativas de la sátira política francesa en esta etapa para ilustrar el tema, pues el costumbrismo y la bohemia parisina de la época es tan aguda y abundante que resulta difícil hacer una selección aceptable.

En el primer ejemplo vimos a Forain interpretando irónicamente la insatisfacción que aún se vivía en Francia a pesar de las conquistas obtenidas tras la Comuna de París. En la segunda imagen un ejemplo contundente de la tendencia antimilitarista acuñada por varios autores y en este caso bajo la autoría de Veber. Mientras que en esta última obra que ahora copiamos se refleja el antisemitismo enfermizo que profesaba Caran d´Ache con motivo de la revisión de la injusta condena a Dreyfus. En la caricatura se representa al pelotón de fusilamiento en espera mientras la leyenda al pie dice: “La revisión sí, pero con doce balas en el cuerpo”.
He aquí a continuación, una semblanza de esos tres pilares de la sátira política y el sprit francés de la “belle époque”:
Caran d´Ache—seudónimo que en ruso quiere decir lápiz--era nieto de un soldado de Napoleón que se casó en Rusia en 1812. Había estudiado en Alemania y fue discípulo distinguido del famoso Wilhelm Busch, autor ya comentado en capítulos anteriores. Se decía con biliosa ironía que dicho caricaturista desnudaba a las mujeres con la vista y en su delirio gustaba de dibujar militares con charreteras, botas, pompones, medallas y otras gangarrias. Incluso asistía a los carnavales disfrazado de igual forma. Muchos en París creían que se trataba del Agregado de la Embajada Rusa que asistía despistado al baile, cuando los despistados eran ellos mismos.
Por su parte Forain, espíritu burlón, en su comportamiento y su obra llevó la ironía hasta límites incalculables. La agilidad en el trazo contrastaba con su imperdonable antisemitismo demostrado en más de una ocasión por sus punzantes caricaturas.
El tercer dibujante escogido lo es Jean Veber ya citado como gran humorista, bohemio visceral y a la vez propietario de uno de esos Cafés Literarios de Montparnasse.
Con los disparos de la Primera Guerra Mundial que azotó toda Europa a partir de 1914, la vida bohemia de Francia se esfumó, la bella época volviese más fea que nunca, la Ciudad Luz quedó en tinieblas y en vez del frenético can-can de las tablas parisinas, sólo se escuchó en la noche el tronar de los cañones y las sirenas como preludio del bombardeo aéreo por primera vez en la historia.
No eran tiempos para la bohemia y el boato, sino de refugios y recogimiento.

25 abr 2012

GUERNICA CONTRA EL OLVIDO

La voz gruesa del otro lado del auricular me apremiaba:
--No tienes pérdida, chico, en la estación de Atocha terminan todos los itinerarios; al bajar del tren tomas la escalera que conduce a la calle del mismo nombre, y allí, en el Número 91 de Atocha, frente al puti-show, tienes tu casa.
Efectivamente así fue; en el cuarto piso, el colega y amigo Carlos Giménez, uno de los historietistas más famosos del mundo, autor de Kolaoo el leproso, Paracuellos, Rambla arriba Rambla abajo, Los profesionales, Barrio, entre otros muchos álbumes paradigmáticos del género, me esperaba ansioso. Contrastando con sus méritos, el abrazo fraternal y solidario de un hombre modesto, me aguardaban en el descanso de la escalera. Otro que bien baila, estaba junto a él: Alvarito.
No fue la primera ni la única vez que Carlitos, --como le llaman amigos y familiares,-- me invitara a pasar un fin de semana en la capital madrileña, aprovechando mis visitas a Asturias, patria querida de mis antepasados.
Gracias a ello, en el verano del 2005 pude pasarme un par de días recorriendo casi a paso doble, los salones del Museo del Prado, y de Reina Sofía, pues ni en un mes los vería completos.
Al leer las efemérides del día me vino a la mente un instante inolvidable de aquel acontecimiento, cuando me enfrenté --unos 10 metros, cristal por medio--, a una de las obras más impresionantes que haya contemplado en toda mi vida.
Allí, frente a mi, el famoso Guernica de Picasso, el trágico hecho de su destrucción ocurrió precisamente a las cinco de la tarde de un día como este 26 de abril, pero de 1937. En ese momento sobrevolaban el pequeño poblado de Vizcaya escuadrillas de aviones alemanes de la Legión Cóndor al servicio del dictador Francisco Franco, dejando caer una interminable lluvia de bombas explosivas e incendiarias que arrasaron con el pueblo. Entre sus escombros quedaron más de dos mil muertos.
Fue la primera acción aerea-terrorista masiva de la historia, y un experimento para lo que ocurrió con posterioridad en la Segunda Guerra Mundial. No me extiendo sobre este manido tema, pues acabo de abordarlo en la edición anterior bajo el título de “La Guerra y la Paz”.
Una semana después del genocidio, ya Picasso había elaborado un centenar de bocetos para el monumental cuadro de la masacre, con el caballo agonizante, el niño moribundo entre los brazos de la madre, y otros elementos simbólicos, como el del toro herido. El miura, --representativo del pueblo español--, ya había sido tratado por él un par de años antes en la serie Minotauros.
En junio de 1937 el cuadro ya era exhibido en el pabellón español de París, y desde ese momento se consideró una de las obras cumbres de la pintura del siglo XX.
Aquello fue una excepción: Caracterizado el pintor por la constante búsqueda y rompimientos formales; en el caso de “Guernica” hay más una motivación ética que artística. Fue un impacto demasiado intenso que le provocó una febril actividad y un compromiso a partir del sentimiento.
Un año antes de aquella agresión nazi-fascista Picasso había sido nombrado por la República director del Museo del Prado, pero no llegó a ejercer debido a la guerra civil. Emigró entonces a Francia y ayudó a salvar de las garras franquistas, algunas de las joyas más preciadas de la plástica española como el “Carlos V” de Tiziano, o “Los fusilamientos del 3 de mayo” de Goya.
Al extenderse el nazismo por toda Europa, el Guernica pasó de Francia a los Estados Unidos en la década de los años cuarenta, donde fue llevado al Museo de Arte Moderno de Nueva York donde quedó en depósito por casi cuarenta años más.
Al morir Picasso en 1973, su última voluntad fue que el Guernica—sin dudas un bien patrimonial del pueblo español--, solo regresaría al suelo patrio cuando en él existiera una democracia.
Como a Franco no lo sucedió la república, sino una monarquía parlamentaria, se puso en duda el retorno de la obra a la península. No pocos reclamos de una y otra parte se suscitaron. A la larga, triunfó la tesis de que una monarquía de ese tipo sería suficiente garantía, y tras largas negociaciones entre el Museo neoyorquino y sus herederos, se llegó a la conclusión de trasladar el cuadro.
Por fin en 1981, llegó a la península y fue depositado provisionalmente en el Casón del Buen Retiro hasta que en definitiva pasó al Museo de Santa Sofía. De ahí que en mi visita años después, pude contemplar dicha maravilla.
De la monumental obra picassiana se ha escrito tanto como su descomunal, variada, y exitosa producción. Ni mi capacidad ni el espacio me permiten abordar tal hazaña.
Para finalizar sólo quiero referirme a una curiosidad:
El Guernica se exhibió en Nueva York a petición propia de su autor por casi cuatro décadas; sin embargo, Pablo Ruiz Picasso, nacido en Málaga el 25 de octubre de 1881, nunca pisó territorio estadounidense. Por el contrario, durante 25 años estuvo fichado en los archivos secretos del FBI como un “asunto de seguridad” bajo la etiqueta (C) Comunista, ya que desde 1944 perteneció al Partido Comunista Francés, y por tanto resultaba peligroso para la cacería de brujas implantada durante el nefasto macarthismo.
Picasso: El pintor más importante del siglo XX en todo el mundo, no fue la única víctima. Igual destino corrieron personalidades tan célebres como el escritor Louis Aragón, el arquitecto Lecobusier, o el genial Charles Chaplin. ¿Y de los 10 de Hollywood, qué?