Al
abordar el noveno capítulo de este sintético repaso que venimos haciendo a la
obra del crítico de arte cubano Bernardo González Barros sobre la importancia
de la línea para la caricatura contemporánea, estamos obligados a dar saltos tanto
en el tiempo como en el espacio, para una mejor comprensión de su desarrollo.
De
seguir el orden cronológico, tras nuestra hipotética visita a Francia, Alemania
e Inglaterra en la segunda mitad del Siglo XIX, debiéramos irnos a lo realizado
humorísticamente en España, pero preferimos regresar al París del futuro, es decir
a comienzos del siglo XX y su nocturnal bohemia, pues el diferendo entre el
Imperio Español y sus colonias americanas se define e influye antes en su último
conflicto bélico con Cuba, a su vez primera guerra imperialista debido la
intervención yanqui y lógicamente antesala de las Guerras Mundiales.
Aunque
los postulados de nuestro crítico de arte son esencialmente estéticos, no
podemos obviar el escenario político-social en que se desenvuelven, por tanto
el período comprendido entre la Comuna de París, el proceso Dreyfus y a partir
de 1900 con la “belle époque” francesa incluida, hasta 1914, serán contemplados
ahora en su conjunto.
Tras
la Comuna de París (1871), la tolerancia y la polémica se agudizan, sobre todo
después de implantarse la Ley de Imprenta de 1881, una de las más tolerantes
existentes hasta entonces. El mejor ejemplo es esta caricatura de Forain, donde
la Tercera República representada por una rústica señora se dirige al
Presidente del Consejo de Ministros, Waldeck Rousseau y le increpa de esta
forma: --Y pensar que yo era tan bella cuando el Imperio.
Otros
temas priorizados por los caricaturistas y escritores satíricos eran el
antimilitarismo, el anticlericalismo, el antisemitismo el antisindicalismo y
otros antidogmas enraizados y puestos en solfa. El “affaire” Dreyfus de 1894 es
el más sonado de todos, donde intervienen destacados polemistas cómo Zola,
Rochefort, Maurras y Daudet. Entre estas personalidades, descuella Clemenceau a
la izquierda y Drumount a la derecha; pero también muchos caricaturistas de la
época, afiliados a uno u otro bando.
Si
importante es este liberalismo en lo político, fue aún más radical en lo costumbrista
y social dando lugar—entre otras cosas—a la famosa belle époque, donde
la caricatura también tuvo un gran protagonismo y vemos entonces el surgimiento
en Montmartre del semanario satírico LA HYDROPATHE--enfermos al agua—el cual dio
comienzo a lo que se llamó revistas del boulevard; tendencia grotesca
continuada con LE CHAT NOIRE que publicitaba el cabaret del mismo nombre y con
el mismo propietario.
A
esta publicación le siguió LE MILITON donde sentó cátedra el más famoso de
todos estos artistas, Tuolousse Lautrec, citado por nosotros anteriormente en
el Encartado Tuolousse Lautrec (3 sept 2011).VINCULO y que tuvo
seguidores tan incorregibles y corrosivos como Veber, Steinle, Willete, André
Gill, o Caran D´Ache.
El
más famoso de aquellos bulevares parisinos fue Montparnasse—1,500 metros de
asfalto orillados por los más refinados cabarets, restaurants y cafés
literarios—como algo curioso, uno de ellos, el “Café Veber” tomó el
nombre de uno de esos caricaturistas, y precisamente del propio Jean Veber es
este buen ejemplo del antimilitarismo en la caricatura francesa, publicada el
20 de septiembre de 1901, en “L´Assiette au Beurre” contra los
ingleses con motivo de la guerra anglo-boer y que el autor titulara: “La
impúdica Albión”.
Frecuentaban
dichos centros nocturnos de la bohemia parisina personalidades de la política,
la cultura y la vida social. Figuras como Sarah Bernahrt y Marcel Proust entre
otras muchas celebridades fueron víctimas del lápiz juguetón de Forain,
Willette, Henri Pille y otros dibujantes igualmente satíricos.
Menos
provocativas pero igualmente incisivas fueron en 1894 las revistas VIE PARISIEN
y LE RIRE, pero a estas le siguieron LE COURRIER FRANCAIS, LE SOURIRE,
FANTASIO, y LA CULOTTE ROUGE hasta PELE-MELE, todas revistas picantes, audaces,
a veces de poca duración y otras oficialmente condenadas por ultraje a las
buenas costumbres.
Ante
todo debemos considerar L´ASIETE AU BEURRE, digna descendiente de CHARIVARI y
CARICATURE: Si en estas dos últimas brillaron Daumier, Grandville, Monier,
Gavarni y Philliphon, en su heredera, anticlerical, antimilitarista, anticonformista
y antisemita se destacaron autores de la talla de Jean Veber, Steinle, Willete,
André Gill, Caran d´Ache, Abel Faivre, Iribe, Capiello, Herman Paul, o Jossot,
y hasta el español Juan Gris.
Hemos
seleccionado tres obras representativas de la sátira política francesa en esta
etapa para ilustrar el tema, pues el costumbrismo y la bohemia parisina de la
época es tan aguda y abundante que resulta difícil hacer una selección
aceptable.
En
el primer ejemplo vimos a Forain interpretando irónicamente la insatisfacción
que aún se vivía en Francia a pesar de las conquistas obtenidas tras la Comuna
de París. En la segunda imagen un ejemplo contundente de la tendencia antimilitarista
acuñada por varios autores y en este caso bajo la autoría de Veber. Mientras
que en esta última obra que ahora copiamos se refleja el antisemitismo
enfermizo que profesaba Caran d´Ache con motivo de la revisión de la injusta
condena a Dreyfus. En la caricatura se representa al pelotón de fusilamiento en
espera mientras la leyenda al pie dice: “La revisión sí, pero con doce balas en el
cuerpo”.
He
aquí a continuación, una semblanza de esos tres pilares de la sátira política y
el sprit francés de la “belle époque”:
Caran d´Ache—seudónimo que en
ruso quiere decir lápiz--era nieto de un soldado de Napoleón que se casó en
Rusia en 1812. Había estudiado en Alemania y fue discípulo distinguido del
famoso Wilhelm Busch, autor ya comentado en capítulos anteriores. Se decía con
biliosa ironía que dicho caricaturista desnudaba a las mujeres con la vista y en
su delirio gustaba de dibujar militares con charreteras, botas, pompones, medallas
y otras gangarrias. Incluso asistía a los carnavales disfrazado de igual forma.
Muchos en París creían que se trataba del Agregado de la Embajada Rusa que
asistía despistado al baile, cuando los despistados eran ellos mismos.
Por
su parte Forain, espíritu burlón, en
su comportamiento y su obra llevó la ironía hasta límites incalculables. La
agilidad en el trazo contrastaba con su imperdonable antisemitismo demostrado en
más de una ocasión por sus punzantes caricaturas.
El
tercer dibujante escogido lo es Jean
Veber ya citado como gran humorista, bohemio visceral y a la vez
propietario de uno de esos Cafés Literarios de Montparnasse.
Con
los disparos de la Primera Guerra Mundial que azotó toda Europa a partir de
1914, la vida bohemia de Francia se esfumó, la bella época volviese más fea que
nunca, la Ciudad Luz quedó en tinieblas y en vez del frenético can-can de las
tablas parisinas, sólo se escuchó en la noche el tronar de los cañones y las
sirenas como preludio del bombardeo aéreo por primera vez en la historia.
No
eran tiempos para la bohemia y el boato, sino de refugios y recogimiento.
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