Su amena conversación envolvía a todos los allí presentes por la vehemencia con que abordaba los temas, y había que tener cuidado porque podía venderte gato por liebre. Y es que Rolando Aniceto, además de su enciclopédica erudición, es un gran fabulador.
Periodista, historiador, podólogo, mitómano, y hasta dotado con facultades telepáticas , pues en cierta ocasión lo demostró en público con su hijo que ya hoy es un joven veintiañero.
También cruzamos armas etílicas en el “chigre” de la Federación de Asociaciones Asturianas de Cuba en la década del 90, los tiempos más angustiosos del período especial; y seguidamente se unió al proyecto que el Presidente de la FAAC Evaristo Arrinda me encomendó de crear en sus salones una peña humorística.
Así surgió el Club del Humor “Bigote de Gato” que derivó en la peña del mismo nombre en la “Agrupación Castropol" del Malecón habanero.
Esos son solo algunos proyectos de los que recuerdo, porque el tal Aniceto es un verdadero “Hombre Orquesta” con varios libros en sus costillas. Hiperactivo e Incansable, ha participado en diversos programas de radio con gran audiencia, mantiene colaboraciones periódicas con temas históricos en distintas publicaciones, atiende diariamente su consulta de podólogo en su local de la Habana Vieja, y todavía le da tiempo para proyectos tan locos como aquel programa de televisión -que nunca se materializó- en el que me involucró para crear el personaje “El Nieto de San Cristóbal” para el Canal Habana.
Durante años compartió los portales del Hotel Inglaterra con Eduardo Robreño primero y Argelio Santisteban después, para amenizar las tardes costrumbristas de la Acera del Louvre.
No pocas de sus historias han servido para enriquecer este blog personal que tanto disfruto al compartirlo con mis queridos vecinos del ciberespacio.
Uno de sus libros más interesantes es “Por primera vez” el cual también le da título a sus sabrosas crónicas de costumbres habaneras.
Después de tanto tiempo de amistad, acabo de descubrir una de sus facetas, tan inesperada que voy a tener que ir al médico para que me coloque en su lugar la mandíbula, pues fue tanto el asombro que abrí la boca a todo lo que daba, y mi quijada golpeó en el suelo tan violentamente que provocó esas consecuencias.
El título de su artículo en el suplemento turístico Cartelera, “El primer quiropedista” no me sorprendió porque el colega acostumbra a darnos a conocer en sus trabajos el primer hotel, los primeros músicos, o el primer barbero de La Habana, entre otras muchas primicias, y como su profesión es ésa; lo más lógico es que conociera sus orígenes.
No, la cosa era mucho más sensacional. Vayamos al texto:
“…Don Gabriel José, nacido en Almería un 18 de marzo, era miembro de una brigada sanitaria en su ciudad natal, y a los 25 años llegó a esta tierra para ejercer como quiropedista en la ciudad de Holguín, donde conoció a Rosario, con la que tendría sus primeros 17 hijos. …viene a la capital para recibir el flamante título de Practicante de Medicina el 14 de junio. Regresa a Oriente y comienza a ejercer en el Hospital de Santiago de Cuba…”
Pronto se aplatanó, considerándose un cubano más. Su participación durante la autopsia de José Martí en 1895 lo impresionó vivamente, y decidió regresar a La Habana, estableciendo su consultorio en la calle Compostela antiguo Núm.99, donde su anuncio decía. “Alivio de los pies, consuelo del alma”.
El cese de la dominación española lo sorprendió en su nuevo consultorio de Obrapia, antiguo 66, hoy 416, donde también atendía a los vecinos en casos de primeros auxilios. En 1820 publica su primer libro de Medicina del pie en Hispanoamérica. “Manual del Profesor Pedicuro”. Para 1905 ya era colaborador de publicaciones como “El Fígaro” y “La Habana Elegante”. Ese año se casó por segunda vez y tendría otros diez hijos. Recibió además un diploma del monarca español firmado por su Bibliotecario Mayor, el Conde de las Navas, por su contribución a la medicina en Hispanoamérica.
La Revista Española de Podología en su número de julio-agosto de 1995, reseña a Don Gabriel como pionero de la profesión en Cuba, y destaca su participación como practicante, en la autopsia del Héroe Nacional José Martí.
La revista “El Gráfico” de Conrado W. Massaguer en noviembre de 1914 dice:
“El señor Gabriel Aniceto es acaso, el primer pedicuro de La Habana. Ha descubierto muchos y variados procedimientos para curar las enfermedades de ese órgano tan delicado que le permite efectuar las más complejas operaciones sin dolor…”
Si hasta este momento usted no se ha dado cuenta cuál fue mi asombro, vaya hasta el final del artículo y lo sabrá.
En 1915 se legaliza la profesión de quiropedista, marginada hasta ese momento. Ese año, la secretaría de Sanidad y Beneficencia otorga a Don Gabriel Aniceto una medalla de oro en honor a la fecundidad. Ha tenido 27 hijos, seis de los cuales ejercerían la misma profesión.
¿Será el dinámico Rolando Aniceto hijo de alguno de ellos?
¿Será la podología una ciencia hereditaria?
¿Será que éste que yo califico hombre orquesta también toca con los pies?
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