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7 dic 2014
UNA HISTORIETA SALUDABLE

13 mar 2011
PEDRO SOLO HAY UNO

Hoy trataré sobre alguien sorprendente… De la publicación humorística Melaíto ya habíamos hablado con anterioridad en el trabajo dedicado a la antigua provincia de Las Villas, incluyendo a su inolvidable “Burro Perico” , pero de su actual director –del suplemento, no del burro--.el colega Pedro Méndez, nada.
Su sencilla firma Pedro, al pie de cada caricatura, solo representa una de sus virtudes: la modestia, porque Pedrito, --el de verdad, el de carne y hueso-- es indescifrable y mucho menos indescriptible.
Recuerdo que allá, por la época en que yo estaba inmerso aquí, en la capital junto a Betán, en la aventura de “Los Siete Samurais del 70”; otra figura de papel surgía en la provincia de Villaclara al calor de la zafra de Los Diez Millones. Era un personaje achinado que respondía al nombre de Mela-ito y deambulaba por las páginas del periódico Vanguardia para detenerse en distintos aspectos del diario acontecer, entre ellos como es lógico, la zafra azucarera. El 22 de diciembre de 1968, el chinito se transformó en Melaíto suplemento humorístico del periódico, que contó con Nelson, Pedro y Roland, un trío nada musical. Aunque el director se llamara Nelson, todos lo conocían como “el Chispa”.
Parece que el mote era contagioso porque su continuador, Pedrito, ha derrochado chispazos a granel antes y después de asumir su relevo en el timón de la publicación. Toda esta descarga se debe a que el 19 de marzo Pedro Méndez arriba a sus 65 añitos, con un dossier difícil de abarcar en estas pocas líneas.

Pero regresemos en la máquina del tiempo a su pueblo natal en la década del 40: Él fue primero niño, como todo el mundo, pero en la finca La Ceja de Placetas, cuando ni siquiera soñaba con ser caricaturista; Pedrito le tiraba piedras a los mangos que estaban a tiro; pero en cuanto despuntaron los primeros pelitos del bigote ya se fue a la Campaña de Alfabetización y formó las filas de la AJR, semilla de la UJC,--ambas con J, de Juventud no de lo otro.
Como hemos visto con apenas 22 años formó parte de la publicación humorística más importante de Cuba fuera de la capital, y que se ha mantenido en la vanguardia de Vanguardia por más de 40 años, muchos de ellos bajo su batuta sin ser músico. Agréguele a ese pentagrama la presidencia de la UNEAC en la provincia por un lapso similá –como diría el viejo Mela-ito--. No sé de donde saca el tiempo este guajiro natural, que confunde a cualquiera tras una cara que infunde miedo, pero que cuando toma la palabra nos recuerda al difunto Chaflán cuando se ponía y se quitaba el sombrero.

Sabemos que la obra en la prensa está en concordancia con la salida de la publicación y por tanto pierde efectividad tan pronto sale el próximo número, o sea que envejece cada 24 horas, una semana, o un mes, según sea la frecuencia del órgano. ¡Cuidado, el orgasmo es otra cosa!
En el caso del libro es distinto, por eso quisiéramos agregar su aporte personal con el cuaderno “De todo un poco”, y un poco más tarde “Pedradas de Pedro” para la Editorial Pablo de la Torriente de la UPEC. Otra participación para la misma, pero de carácter colectivo fue “Melaíto, 19 años haciendo humor”, donde aparecen las firmas nativas de Pedro, Panchito, Roland, Martirena, Linares, Carrillo, Feddor, y Bello, porque de los foráneos, ¿quién de nosotros no ha puesto si granito de arena?
Vayamos ahora a la contabilidad: 27 exposiciones personales, 50 colectivas, y un montón de premios nacionales que sobrepasan los 80, con una veintena internacionales para redondear la centena, cifra que no la brinca un chivo, Punto y aparte para los viajes de representación al extranjero que no suman puntos, pero ayudan. Agreguen el Premio “Roberto González Quesada” que otorga la provincia de Villa Clara por la Obra de toda la Vida, el cual se le anticipó en el 2009, porque todavía a Pedrito le falta mucha tela por donde cortar… ¡Como para sentirse orgulloso! ¿Verdad?!
Pues no señor… Para Pedro Méndez, la mejor obra está en su propio hogar, en coautoría con Lupe, su esposa, de profesión ama de casa, látigo y cascabel a la vez. Los premios, por orden de aparición son:

Si no lo creen, aquí va mi última anécdota: Casi simultáneamente con mi dolencia cardíaca. A Pedro hubo que operarlo a corazón abierto en el Cardiocentro de Santa Clara. Su recuperación fue tal que, pasado el tiempo la familia se dirigió al especialista que lo atendió, pues no dejó de fumar , ni de tomar ron, --según dicen--, en cantidades navegables--. Por tanto, la preocupación por su estado de salud era unánime.
No sé si la versión es real o un cuento más de Pedro y sus historiadores mitómanos, pero dice un médico tan serio como el doctor Arístides Hernández (Ares), que el experimentado cirujano ¿Lagomasino? les respondió:
--¿Ustedes creen que operamos a Pedro para condenarlo a una vida obsoleta llena de limitaciones, prohibiciones y otras amarguras, teniendo un carácter tan especial como el suyo, o para que disfrute a plenitud su existencia y le saque todo el jugo que pueda a la alegría de vivir?
Y después de todo esto, ustedes, mis pacientes vecinos se preguntarán.:
--Bueno, está bien… Pero… ¿A qué viene tanta encueradera en los dibujos?
Y yo les respondo:
--Es que Pedro Méndez, director del ”Melaíto” inspiró a su equipo para abordar el tema erótico en la caricatura cubana, y las muestras que presentamos fueron tomadas del libro “Afilando el humor” que sobre esa modalidad publicó Ediciones Capiro de Santa Clara en 1997, sentando un precedente…
Hoy ver estas cosas resulta natural –-incluso la propia revista tiene un concurso donde premia los mejores actos sexuales en el papel--. Pero, si vamos a esa fecha, nos venimos acordando de muchos tabúes existentes por entonces… ¡Gracias Pedrito!
ANICETO: EL HOMBRE ORQUESTA
Su amena conversación envolvía a todos los allí presentes por la vehemencia con que abordaba los temas, y había que tener cuidado porque podía venderte gato por liebre. Y es que Rolando Aniceto, además de su enciclopédica erudición, es un gran fabulador.
Periodista, historiador, podólogo, mitómano, y hasta dotado con facultades telepáticas , pues en cierta ocasión lo demostró en público con su hijo que ya hoy es un joven veintiañero.
También cruzamos armas etílicas en el “chigre” de la Federación de Asociaciones Asturianas de Cuba en la década del 90, los tiempos más angustiosos del período especial; y seguidamente se unió al proyecto que el Presidente de la FAAC Evaristo Arrinda me encomendó de crear en sus salones una peña humorística.
Así surgió el Club del Humor “Bigote de Gato” que derivó en la peña del mismo nombre en la “Agrupación Castropol" del Malecón habanero.
Esos son solo algunos proyectos de los que recuerdo, porque el tal Aniceto es un verdadero “Hombre Orquesta” con varios libros en sus costillas. Hiperactivo e Incansable, ha participado en diversos programas de radio con gran audiencia, mantiene colaboraciones periódicas con temas históricos en distintas publicaciones, atiende diariamente su consulta de podólogo en su local de la Habana Vieja, y todavía le da tiempo para proyectos tan locos como aquel programa de televisión -que nunca se materializó- en el que me involucró para crear el personaje “El Nieto de San Cristóbal” para el Canal Habana.
Durante años compartió los portales del Hotel Inglaterra con Eduardo Robreño primero y Argelio Santisteban después, para amenizar las tardes costrumbristas de la Acera del Louvre.
No pocas de sus historias han servido para enriquecer este blog personal que tanto disfruto al compartirlo con mis queridos vecinos del ciberespacio.
Uno de sus libros más interesantes es “Por primera vez” el cual también le da título a sus sabrosas crónicas de costumbres habaneras.
Después de tanto tiempo de amistad, acabo de descubrir una de sus facetas, tan inesperada que voy a tener que ir al médico para que me coloque en su lugar la mandíbula, pues fue tanto el asombro que abrí la boca a todo lo que daba, y mi quijada golpeó en el suelo tan violentamente que provocó esas consecuencias.
El título de su artículo en el suplemento turístico Cartelera, “El primer quiropedista” no me sorprendió porque el colega acostumbra a darnos a conocer en sus trabajos el primer hotel, los primeros músicos, o el primer barbero de La Habana, entre otras muchas primicias, y como su profesión es ésa; lo más lógico es que conociera sus orígenes.
No, la cosa era mucho más sensacional. Vayamos al texto:
“…Don Gabriel José, nacido en Almería un 18 de marzo, era miembro de una brigada sanitaria en su ciudad natal, y a los 25 años llegó a esta tierra para ejercer como quiropedista en la ciudad de Holguín, donde conoció a Rosario, con la que tendría sus primeros 17 hijos. …viene a la capital para recibir el flamante título de Practicante de Medicina el 14 de junio. Regresa a Oriente y comienza a ejercer en el Hospital de Santiago de Cuba…”
Pronto se aplatanó, considerándose un cubano más. Su participación durante la autopsia de José Martí en 1895 lo impresionó vivamente, y decidió regresar a La Habana, estableciendo su consultorio en la calle Compostela antiguo Núm.99, donde su anuncio decía. “Alivio de los pies, consuelo del alma”.
El cese de la dominación española lo sorprendió en su nuevo consultorio de Obrapia, antiguo 66, hoy 416, donde también atendía a los vecinos en casos de primeros auxilios. En 1820 publica su primer libro de Medicina del pie en Hispanoamérica. “Manual del Profesor Pedicuro”. Para 1905 ya era colaborador de publicaciones como “El Fígaro” y “La Habana Elegante”. Ese año se casó por segunda vez y tendría otros diez hijos. Recibió además un diploma del monarca español firmado por su Bibliotecario Mayor, el Conde de las Navas, por su contribución a la medicina en Hispanoamérica.
La Revista Española de Podología en su número de julio-agosto de 1995, reseña a Don Gabriel como pionero de la profesión en Cuba, y destaca su participación como practicante, en la autopsia del Héroe Nacional José Martí.
La revista “El Gráfico” de Conrado W. Massaguer en noviembre de 1914 dice:
“El señor Gabriel Aniceto es acaso, el primer pedicuro de La Habana. Ha descubierto muchos y variados procedimientos para curar las enfermedades de ese órgano tan delicado que le permite efectuar las más complejas operaciones sin dolor…”
Si hasta este momento usted no se ha dado cuenta cuál fue mi asombro, vaya hasta el final del artículo y lo sabrá.
En 1915 se legaliza la profesión de quiropedista, marginada hasta ese momento. Ese año, la secretaría de Sanidad y Beneficencia otorga a Don Gabriel Aniceto una medalla de oro en honor a la fecundidad. Ha tenido 27 hijos, seis de los cuales ejercerían la misma profesión.
¿Será el dinámico Rolando Aniceto hijo de alguno de ellos?
¿Será la podología una ciencia hereditaria?
¿Será que éste que yo califico hombre orquesta también toca con los pies?
31 ene 2011
LA EXCEPCIÓN Y LA REGLA.
La Sala de lo Penal del Tribunal Provincial del Poder Popular declaró el juicio oral y público concluso para sentencia el 22 de enero de este año.
Podemos considerar de extraordinario este caso habida cuenta del empeño y prestigio adquiridos en el campo de la salud pública, donde Cuba aparece como referencia mundial en muchos aspectos.
Tengo el privilegio de contar con la amistad del Dr. Luis Calzadilla Ferro, quien hasta hace pocos años trabajó en dicho Hospital, y ha testimoniado del trato abnegado a los pacientes y muy en particular el caso de José María Lledín atendido personalmente por él. De su libro ”Yo Soy el Caballero de París”, hemos copiado esta foto y a continuación el destacado psiquiatra, médico de cabecera y biógrafo del Caballero, pone en boca de su paciente estas palabras:“¡Este es el Paraíso Terrenal! Mi quinta de recreo. Fidel, Raúl, Ordaz, minfar. A ellos les agradezco todo esto. Tengo 88 años. Ninguno de ustedes va a durar tanto. Me siento bastante bien. Esto es de lo mejor, de lo mejor que se ve. Tengo un poco de hernia pero no me duele…”
Esos elogios alcanzan la estatura enorme de ese galeno bajito, humano y sencillo que fue el Dr. Bernabé Ordaz, director histórico de la institución, por cuya abnegación el hospital lleva su nombre en la actualidad.
Tuvimos no solo el privilegio de conocerlo en medio de una partida de dominó en el hospital, sino que posó sonriente para la caricatura cuya copia ofrecemos ahora a nuestros vecinos.
Por lo tanto, no es lo mismo condenar tan abominable hecho, que generalizar lo ocurrido en aras de sumar puntos a la campaña de terrorismo mediático contra Cuba. A eso se dedican los que miran los toros desde la barrera y ven la paja en el ojo ajeno sin percatarse de la viga en el espejo.
Lo sucedido el pasado año fue la excepción. Ese mismo hospital antes del 59 era la regla.
Y precisamente la búsqueda del término medio entre uno y otro extremo, nos inspiró a realizar junto al también bisoño fotorreportero Ernesto Calderín y Vázquez el primer reportaje de mi vida, gracias a otro colega amigo nuestro: Anay.
Lo conocimos ya canoso cuando atravesábamos los mejores años de la juventud, en una época en que compartíamos como aficionados los Salones Nacionales de Humorismo con monstruos de la talla de Massaguer, Blanco y David.
Firmaba Anay sus caricaturas personales con un estilo muy propio, pero no gozaba de gran popularidad, pues sus dibujos no eran reproducidos en la prensa. Era un simple aficionado igual que yo. En amenas charlas compartimos inquietudes, no solo artísticas, porque además de profesor de artes plásticas Leonardo Martíinez Anay era una persona erudita.
Corrían los primeros días de enero de 1959. Rotas las cadenas de la tiranía, la explosión revolucionaria repercutía en todos los ámbitos y salían a relucir hazañas increíbles, traiciones humillantes, esperanzas insatisfechas, crímenes ocultos, ambiciones frustradas, sed de justicia, y sed de venganza. Pero sobre todo sueños, muchos sueños, sacrificios y abnegación. De todo en un mismo escenario.
Calderín y el que les habla, recién graduados de la Escuela de Periodismo “Manuel Márquez Sterling” nos afanábamos por encontrar temas sugerentes para darnos a conocer, y Anay nos lo proporcionó en bandeja de plata.
Hasta en eso nos parecíamos, yo era linotipista por nómina y aficionado a la caricatura. Él en su doble personalidad de caricaturista y profesor de pintura. Ejercía ésta última profesión en el Departamento de Artes Plásticas del Hospital Psiquiátrico de Mazorra, dirigido desde 1944 por su fundador, el Dr. Manuel Armas Pacheco, también pintor y poeta. Su prematuro fallecimiento cinco años más tarde llevó al amigo Anay a responsabilizarse con las investigaciones que en la dependencia venían llevándose a cabo.
Lo que nos contaba el colega resultaba interesante y decidimos lanzarnos a la aventura de visitar dicha institución.
Las fotos tomadas por Calderín in situ, que aparecieron en el Magazín Dominical de “El Mundo” ese primero de febrero de 1959, no se correspondían con las tinieblas del averno que venían saliendo a relucir por aquellos días; en ellas los enfermos desnudos y hacinados vegetaban en los patios de la instalación: Eso constituía la norma, que se agudizaba con las evidentes señales de malversación y desvío de recursos de los funcionarios y politiqueros de tuno que oficialmente dirigían el establecimiento.
Para nosotros resultó aleccionadora la visita a la excepción, pues pudimos comprobar que la locura, como toda enfermedad, tiene cura o tiene alivio, cuando se atiende debidamente. En aquel tiempo los pacientes acudían de forma voluntaria a someterse al tratamiento psicoterapéutico que les aplicaba nuestro querido Martínez Anay.
En las fotocopias adjuntas logramos plasmar algunos bocetos donde los ingresados reflejan sus dolencias y padecimientos. A través del dibujo revelan síntomas que ilustran los distintos tipos psico-patológicos.
El simbolismo es común en los enfermos mentales, cientos de trabajos vistos mostraban peces, ojos, aves, y órganos genitales desfigurados.
Pudimos apreciar ilustraciones realizadas por maniaco-depresivos, esquizofrénicos y paranoicos.
En muchas de ellas hechas por oligofrénicos –calificados como débiles mentales— se nota el trazo imperfecto pero con simetría bilateral, es decir, lo que aparece a la izquierda se repite invariablemente a la derecha.
Los epilépticos eran muy asiduos al taller y en todos sus trabajos hay una tendencia al retratismo. La figura humana es en ellos constante y en el rostro siempre existe una asimetría facial, tratando de captar la expresión del instante en que les sobrevienen las convulsiones.
Otros rasgos de la psicosis epiléptica es la perseverancia al utilizar invariablemente los mismos elementos: La bandera cubana, la casita, las flores, etc.
El maniaco tiene gran productividad y dibuja con rapidez, explicando con alguna lógica sus motivaciones, mientras que el esquizofrénico aglutina sus grafismos dando respuestas vagas. Estas y otras muchas experiencias pasaron por nuestras manos ante la explicación acertada del profesor Anay, quien en aquellos momentos defendía a capa y espada ese método clínico-terapéutico para el tratamiento de las enfermedades mentales.
Según él, al ser totalmente voluntaria la participación en el taller, no sólo le aporta información al diagnóstico clínico del enfermo, sino que además resulta un método terapéutico ocupacional de gran eficiencia, pues combate la ansiedad, previene la crisis, y el paciente realiza una actividad gratificante.
Al despedirnos, tanto el fotógrafo como yo salimos convencidos de que ese pequeño departamento era también la excepción de la regla en el dantesco infierno en que se había convertido el Hospital Psiquiátrico de Mazorra durante los últimos años de la dictadura batistiana.
6 dic 2010
ISIDRO EL GORDO: UN CASO CRÍTICO.
Del sabio cubano ya habíamos escrito con anterioridad en este blog, http://ay-vecino.blogspot.com/2010/08/en-pocas-palabras.html, bajo el título de ENEMIGO IRRECONCILIABLE.Su legado se ha convertido por obra y gracia de nuestra revolución en un referente mundial en cuanto a prevención de enfermedades y atención primaria a las víctimas de desastres naturales como muestras indiscutibles de sacrificio y solidaridad humana entre otras epopeyas. Por tal motivo en la actualidad se magnifica la efeméride como el Día de la Medicina Latinoamericana.
Pues bien, la lectura de un correo electrónico firmado por “El Duende” el pasado 30 de septiembre bajo el encabezamiento de ”¿Cuánto cuesta un cadáver humano?” http://elduendemiami.com/2010/SEPTIEMBRE.2010/DUENDE.30.SEPTIEMBRE.2010.html, nos pone en conocimiento de la compraventa de despojos humanos en la Florida y otros estados de la Unión por traficantes de variado pelaje, y sus vínculos con el ejercicio de la medicina privada. Eso me motiva a escribir estas líneas.
En aras de la brevedad y para evitar repeticiones, los remito a dicho artículo que mis curiosos vecinos pueden hallar en el sitio web de dicho “fantasmita” de Radio Miami.
En el trabajo se hace referencia a Isidro Hernández, más conocido por “El Gordo Isidro”, curioso personaje en la Cuba de los años cuarenta, cuando yo –huérfano de padre y madre—me vi obligado a solicitar una plaza de aprendiz de linotipo, para poder continuar mis estudios de bachillerato en el curso nocturno del Instituto de la Víbora.
Así entré en la imprenta de Ernesto Illas e hijos. Lo que no sabía entonces, y ahora les cuento es que, dicho taller, situado en San José entre Gervasio y Escobar, cuya numeración no recuerdo, pero sí que colindaba con una tienda de efectos de oficina y en la misma cuadra estaban establecidas la “Tapicería Molina” y la cerrajería del chino “Alberto Wong e hijos”.
Ese “chinchalito” donde inicié mis primeros pasos en la tipografía estaba subarrendado por los Illa a Isidro el Gordo, --el personaje del cuento--, quien daba sus clases de anatomía, en un patio convertido en improvisado anfiteatro con bancos de madera al fondo del inmueble. Un pasillo aledaño a la imprenta-taller daba acceso al mismo.
Según la fuente miamense, parece que la materia prima para tan lucrativo y macabro negocio venía de la misma procedencia allá que aquí: El cementerio local, y los abastecedores eran los pobres de solemnidad que iban a parar a la fosa común, donde no tenían a nadie que los reclamase, y por tanto constituían para los especuladores substrato reciclable.
Pero lo más curioso del caso, --no aclarado en el informe de “El Duende”-- es que la matrícula a las clases particulares allí ofrecidas daba derecho al libro de Anatomía del propio Isidro Hernández, y cada año se imprimía una nueva edición retirándose la anterior del mercado. Un grupo de “compradores” rastreaban todas las librerías-polillas de la capital y sobornaban a sus dueños pagando a sobreprecio los libros de la especialidad allí existentes.
En el patio donde daba las clases, sus empleados hacían una hoguera con los volúmenes que pudiesen ser “reciclados” en el nuevo curso. Los próximos alumnos, al no tener acceso a los libros de segunda mano, o de otros autores, estaban doblemente obligados a inscribirse en la escuelita. Por esa razón existía aquella imprenta donde el material de estudio se acumulaba convertido en lingotes de plomo, y esas planas volvían a imprimirse año tras año.
¡Negocio redondo…! ¡Exclusividad absoluta…! ¡Se imaginan de utilizarse ese método con las nuevas tecnologías de punta con impresión digitalizada!
Otra curiosidad del dichoso patio: Allí en una cisterna Isidro ocultaba el cadáver disecado de un enano negro al que bautizó Bartolo y a veces nos lo mostraba con orgullo mientras lo acariciaba.
En cuanto al aspecto físico de Isidro el Gordo, y otras características personales, coincidimos con lo escrito por “El Duende”.
De mediana edad, exageradamente gordo, Isidro Hernández resultaba repugnante en extremo: Era un profesional experimentado en autopsia, sin embargo con manos y uñas siempre sucias. Desaliñado en el vestir y en su higiene personal, usaba unas gafas conocidas como “fondos de botella” de alta graduación, que le daba un aspecto caricaturesco.
Isidro el Gordo era de un carácter agrio con sus cercanos colaboradores, profesionalmente autosuficiente y déspota en sus relaciones si de dinero se trataba. Usaba ropa talla extra que sumada a su paquidérmica figura, daba la impresión de un ser deforme tanto física como espiritualmente. Llevaba los enormes bolsillos del pantalón llenos de billetes y no pocas veces, vi que lanzaba dinero a la cara a sus acreedores para demostrarle superioridad y prepotencia.
Un incidente ocurrido por entonces jamás se me olviidará:
Corrían tiempos del gansterismo durante los gobiernos auténticos de los años 40, cuando bandas armadas se batían a tiros en medio de la ciudad por prebendas, cargos e influencias. Una mañana mientras sacaba pruebas de galera en mi condición de aprendiz, se me aparecen en la puerta de la imprenta dos jóvenes más o menos de mi misma edad, preguntando por Isidro Hernández. Les indiqué que era al fondo del local.
Minutos después, salieron visiblemente contrariados.
Al rato uno de sus ayudantes, me dice:
--¿Sabes quienes son esos?... Nada menos que Regueiro y Masó.
Los muchachos eran dos gatillos alegres que aparecían a menudo en hechos de sangre publicitados por la prensa sensacionalista de la época.
Días después la pareja regresó y entraron al fondo originándose una balacera que nos hizo a todos lanzarnos al suelo, mientras Regueiro y Masó corrían al exterior blandiendo sendas pistolas.
Isidro el Gordo, presunta víctima de una extorsión, --según nos contaron—se había defendido a tiros tras el mostradorcito de su oficina y los atacantes tuvieron que salir huyendo perseguidos por su guardaespaldas.
Una semana más tarde, los periódicos anunciaban la muerte de ambos pistoleros en un enfrentamiento con la policía. ¿Tuvo algo que ver el incidente anterior en la academia del Gordo, o fue simple casualidad? Todavía me hago la misma pregunta.
Muchas leyendas se tejieron alrededor de dicho personaje: Su habilidad para matricular todos los años en la Universidad sin presentarse a examen, sabiendo que era una autoridad en la materia. Única forma de evitar la plaza de profesor titular en el centro de altos estudios, y seguir ejerciendo “por la libre” en su escuelita por cuenta propia, que le proporcionaba pingues ganancias.
Tal vez siendo Isidro Hernández una lumbrera en su especialidad, represente todo lo contrario de Carlos J. Finlay, por los desinteresados aportes de éste a la ciencia, por la abnegación desplegada en la investigación de la fiebre amarilla, y por el prestigio ganado con el descubrimiento del agente transmisor de dicha epidemia.
Miles de médicos cubanos de la salud siguen el ejemplo de Finlay en más de sesenta países, y otros muchos alumnos provenientes de todo el mundo se forman profesionalmente en la ELAM. Escuela Latinoamericana de Medicina.
Debemos sentirnos orgullosos de vivir por fin en este país sabiendo que nuestros humildes restos serán venerados, no vendidos. ¡VIVA EL DÍA DE LA MEDICINA LATINOAMERICANA!