Recientemente dedicamos un trabajo al maestro del “cómic” argentino, el dibujante y pintor Alberto Breccia.
Igual autoridad se le reconoce al escritor que compartió la autoría de sus mejores obras. Héctor Germán Oesterheld, a quien sus “fans” lo identificaron cariñosamente por sus iniciales HGO.
Mucho antes, desde sus primeros intentos en narraciones infantiles como “Gatito” (1954), la originalidad de sus guiones le ganaron justo merecimiento, pero el destino quiso que coincidiera en la Editora Abril, con el renombrado artista italiano Hugo Pratt, dándole vida ambos a un personaje inolvidable: El “Sargento Kirk”, sin dudas el antecedente histórico del western spaghetti en soporte de papel, pero también de películas tan importantes como “El soldado azul” Soldier Blue.
“Kirk” resultó ser el más adulto héroe del género y una señal de alerta en un mundo esquematizado por los comics norteamericanos y el cine de Hollywood. Y así le dio la vuelta al mundo, reproducido por numerosas revistas y diarios, sobre todo de Europa. Recuerden que este tema era tabú dentro de las fronteras de Estados Unidos, permeados por la Cacería de Brujas yanquis.
Pratt lo acompaña dibujando otra serie trascendental titulada “Ticonderoga”.
Fundador de las revistas Frontera y Hora Cero, Oesterheld escribía el 80 porciento de sus historias: “Tipp Kenia”, “Randall”, “Joe Zonda”, “Bull Rocket”, y “Rolo, el Marciano Adoptivo”, imponiendo un nuevo estilo, donde la aventura por la aventura, es desplazada por una permanente oposición a la rutina, sin perder el encanto de la acción y el heroísmo juvenil.
Destacado ya lo era, pero la mayoría de edad llegó de la mano de Breccia cuando éste le ilustró su “Sherlock Time” de 1958. Y más tarde, algo nunca visto en la narrativa del género: “El Eternauta” –primero dibujada por Solano López—, y que llegó al clímax con el aporte de Breccia en un remake de 1969, para el sobrecogedor relato de la invasión de Buenos Aires por extraterrestres de pesadilla, tanto más tenebrosos en tanto menos reconocibles.
Pero el insatisfecho duetto Oesterheld-Brteccia no se conformaba y el 2 de julio de 1972 surge su obra cumbre “Mort Cinder”, ahora copiando el rostro del dibujante para encarnar al anticuario Ezra Winston. Anteriormente fue al revés, cuando el escritor sirvió de modelo para dar vida al protagonista del “Eternauta”.
Pero un acontecimiento los marcará para toda la vida, a raíz de la muerte del Ché en Bolivia en octubre de 1967. En esta ocasión se dieron a la tarea de narrar la vida del Guerrillero Heroico en un cuaderno que contó con el aporte del hijo de Breccia --Enrique-- ya por entonces destacado en el género.
La década del 70 se caracterizó por la opresión de la junta militar argentina bajo el eufemismo de (Proceso de Reorganización Nacional) que costó la vida y la desaparición de miles de ciudadanos, incluyendo al propio HGO y sus cuatro hijas.
En la revista “Fierro” No.13 (8-1985) se publican páginas de un llamado (Libro Gordo, Rojo e intolerable) con el título de “Nunca Más”.
Hemos tomado algunos párrafos de los que rompieron el silencio:
“…En agosto y noviembre vuelve a encontrarse Pablo Szir con sus hijas y les cuenta que primero había estado en la comisaría de Ramos Mejías y en ese momento, en la Villa insuperable, donde también estaban Roberto Carri y su esposa, Adela Candela y Héctor Germán Oesterheld. Además agrega que cada tanto eran trasladados al Cuartel de Ciudadela donde les hacían escribir…” Narrado por María Caruso en carta a sus hijas.
“… Ahora está con nosotros “eL Viejo” que es el autor de “El Eternauta” y el “Sargento Kirk”. ¿Se acuerdan? El pobre viejo se pasa el día escribiendo historietas que hasta ahora nadie tiene intenciones de publicarle…” (p. 179).
El psicólogo Eduardo Arias, una de las últimas personas que vio con vida al guionista secuestrado el 27 de abril de 1977, también narra lo visto:
“En noviembre de 1977 fui secuestrado y permanecí desaparecido hasta enero de 1978. Héctor Oesterheld estaba allí desde hacía mucho tiempo. Su estado era terrible. Permanecimos juntos mucho tiempo. Uno de los momentos más terribles fue cuando trajeron a su pequeño nieto de cinco años. Esa criatura fue recogida tras la captura y muerte de la cuarta hija y el yerno de Héctor, y la llevaron a aquel infierno. (…) Uno de los recuerdos más inolvidables que conservo de Héctor se refiere a la Nochebuena del 77. Los guardianes nos dieron permiso para sacarnos las capuchas y para fumar un cigarrillo. También nos permitieron hablar entre nosotros cinco minutos. Entonces Héctor me dijo que por ser el más viejo de todos los presos quería saludar uno por uno a todos los que estaban allí. Nunca olvidaré aquel último apretón de manos.(…) Su estado físico era muy penoso. Ignoro cual puede haber sido su suerte. Yo fui liberado en enero de 1978. Él permaneció en aquel lugar. Nunca más supe de él…”
¡NUNCA MÁS!, así se titula el libro a que hacemos referencia sobre la desaparición física de ese gran maestro de la narración gráfica, protagonista el mismo de una realidad incomparablemente más espantosa que cualquier obra de ficción con pretensión de horrorizarnos.
El insustituible HGO, vivirá siempre en el recuerdo de los que hemos tenido el privilegio de vibrar con sus emocionantes narraciones juveniles.
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