Si de conmemoraciones se trata, el caso de Eduardo Sánchez
de Fuentes (1874-1944) el fecundo autor musical, es único. El pasado 3 de abril
hubiésemos celebrado 140 años de su nacimiento en la ciudad de La Habana, y el próximo 7 de
septiembre arribaríamos a los 70 años de su fallecimiento precisamente a la
edad de 70 años.
Aunque se licenciara en Leyes en nuestra Universidad,
desde los 12 años recibió, como se acostumbraba en las familias acomodadas de
la época, una depurada enseñanza artístico-musical de la mano de maestros como
Hubert de Blanc, Jorge Anckermann e Ignacio Cervantes.
Como compositor desde su primera ópera “Yumurí”--poco
antes de finalizar el siglo XIX--sumó otras cuatro “El Náufrago”, “Dolorosa”,
“Doreya”,
hasta su obra final “Kabelia”, interpretada por Hipólito Lázaro en 1942. Si la
primera se había inspirado en una leyenda indigenista, la última se basaba en cuentos
hindúes, y según nuestro Alejo Carpentier, la compuso en un esfuerzo por poner su música al día, ya que se le criticaba
por inspirarse en historias aborígenes en vez de apoyarse en la fuerte
influencia de los ritmos africanos, que sí dejaron su impronta en nuestra
cultura.
Pero su fecunda obra desde fines del siglo XIX hasta bien
entrada la primera mitad del XX también incursionó en poemas líricos como “El caminante”,
o la cantata “Anacaona” basada en un areíto. Así como canciones y criollas
de la talla de “Linda cubana”, “Deseo”, ”Mírame así”, “Corazón”, “Vivir sin tus
caricias”, “El abanico”, “Silenciosamente”, “Por tus ojos”, “La volante”,
“Corazón”, etc.
Incursionó hasta en el ballet, con aquel “Dioné”
de 1940 para Pro Arte con Alicia Alonso en el papel principal. En cuanto a sus
actividades colaterales, el músico-abogado escribió trabajos críticos para la
revista de dicha institución musical y para el diario EL MUNDO. Fue
electo presidente de la
Academia Nacional de Artes y Letras de la Corporación Nacional
de Autores y al frente de los Festivales de Canciones Cubanas celebrados a
partir de marzo de 1922 en el Teatro Nacional.
Pero hay una curiosidad a destacar en la intensa actividad
creadora desarrollada por tan prolífico artista. Se trata de la más popular de
sus composiciones y la logró paradójicamente en sus balbuceantes inicios de
1880 a la edad de 16 años. Era una melodiosa habanera con versos de su hermano
Fernando y que según la traducción oral, no se estrenó en ningún teatro sino en
aquellas tertulias improvisadas que se organizaban en las casas señoriales de
entonces como simple divertimento entre jóvenes habaneros de posición holgada.
Se dice que emocionada por la dulce melodía, una jovencita
allí presente, le preguntó al bisoño Eduardito cómo se titulaba la obra y el
aludido respondió con total honestidad “Tú”… Y así quedaría bautizada dicha
pieza para la eternidad.
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