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27 abr 2014

PERDIMOS A MARRERO PERO NOS DEJO SU EJEMPLO

A propósito del fallecimiento de Conrado Marrero este 23 de abril del 2014, les ofrezco a mis fieles vecinos la reproducción del trabajo titulado “Nacido en Laberinto y difícil de olvidar” que publicamos en este mismo blog el 19 de abril del 2010, a propósito de cumplir “El Guajiro de Laberinto” sus 99 años de edad el 25 de abril de ese mismo año:
Comienzo esta historia apoyándome en un colega, que lo conocía a la perfección por haber crecido juntos en un pintoresco rincón del centro del país.
Cuando Enrique Núñez Rodríguez vendió su bicicleta allá en Quemado de Güines para venir a La Habana, ya yo montaba en patines aquí en Luyanó. Sin embargo, nuestro debut periodístico ocurrió el mismo año 1948: Él en la emisora COCO de Guido García Inclán, y yo en la Revista FOTOS de Pepe Agraz.
Pasaron los años, Enrique escribiendo por un lado y yo dibujando por el otro, pero ambos picados por el mismo bichito del humorismo. En una ocasión tuve el placer de compartir anécdotas, chistes, y ocurrencias en un viaje a su villa natal cerca del arroyo Jicoteas, donde se le daba un homenaje por sus cincuenta años de vida artística.
Casi llegando al pueblo me señala una casita en una finca a la orilla de la carretera, y me dice: --Ahí vivía Conrado Marrero. “El Guajiro de Laberinto”. Un poco más adelante, de nuevo me indica un potrero con ínfulas de terrenito de pelota y ataca de nuevo: ---¡Ahí le conecté un hit!-- El primer lanzamiento ni lo discutí, pero la segunda bola no había quien se la tragara.
Así era ese compañero de tantos años, ocurrente, desenfadado, viva estampa del guajiro campechano. Las mismas cualidades de su vecino, el famoso pitcher cubano, como si el humorismo fuera algo que se diera silvestre en esas hermosas tierras de Sagua la Grande.
Y ya que hablamos de Marrero, dejemos que él mismo se explique:
“…Era el menor de los vejigos en la finca “Laberinto” y mis hermanos y yo ayudábamos de sol a sol al padre en el surco. No eran tiempos de jugar al beisbol, y si lo hacíamos era a mano limpia. Con decir que aprendí a tirar curvas con naranjas, no con pelota. Por eso llegue a destacarme tarde, pues debuté con el Cienfuegos de la Liga Nacional de Amateurs de Cuba a los 27 años de edad…”
Sin dudas que lo hizo bastante bien porque en 1941 ya vestía la franela del equipo Cuba en el IV Campeonato Mundial de Beisbol Amateur, y continúa:
“…Lamentablemente en el juego decisivo del evento, tuve una amarga experiencia…Eso que lo cuenten otros… Lo cierto es que me mantuve 17 años como pitcher estelar, y llegué a las Grandes Ligas en 1950 con el Washington, cuando otros se acogen al retiro….”
Marrero, por entonces apodado en Cuba “El Premier”, se había destacado antes en la Liga Nacional Amateurs de Cuba, en Series Mundiales Amateurs y del Caribe, en Campeonatos profesionales en Cuba y México, en Ligas Internacionales de la Florida y en la Triple A. Además había implantado récords de leyenda como los tres no hit-no runs entre 1942 y 1945, contra los equipos amateurs de la Universidad de La Habana, del Vedado Tennis Club, y del Miramar. Por si todo esto fuera poco, repitió la hazaña de cero hit cero carreras como profesional (AAA) con el Havana Cubans en 1947 venciendo al Tampa, en el estadio del Cerro.
Las cuatro hazañas de los años cuarenta lo convirtieron en ídolo de las multitudes.
A pesar de sus éxitos fue suspendido en dos ocasiones por haber participado en juegos con profesionales. Marrero aclaró entonces que no era su propósito saltar al deporte rentado, sino que eran desafíos de exhibición.
Aún así se mantuvo la sanción que lo obligó a pasar al profesionalismo en la Liga Mexicana. La·”pureza” de aquella liga amateur en Cuba olía a rancio por sus propios orígenes: Solo podían participar en ella atletas blancos pudientes, pues –entre otros-- la formaban clubs de la alta sociedad como el Vedado Tennis Club, el Fortuna, o el Círculo Militar, así como algunos advenedizos, como en su propio caso.
Los de origen humilde, tenían que descollar por sobre los demás para ser aceptados, y para su subsistencia se les estimulaba ya oficialmente o por la izquierda. Los atletas negros, ni eso.
Cuando Marrero se retiró tenía 21 temporadas como aficionado y profesional, había acumulado 351 victorias y solo 168 derrotas.
Los que gustan de las comparaciones dirán: --Eran otros tiempos--.
Cierto, por entonces no existían los actuales avances tecnológicos, y no se sabía si los pitchers lanzaban 90 millas o 140 kilómetros. Eran empíricamente virtuosos. Veloces o no. Ganaban o perdían como ahora, pero aquel guajiro de Laberinto era un fuera de serie.
Colgó los spikes a la edad de 36 años, todavía fuerte y saludable a pesar del eterno tabaco habano en sus labios. Pero dejémoslo de nuevo al habla para que también opine: -
“Tengo un carácter que me ayuda. No hay nada capaz de sacarme de quicio, ni de alterarme… Si perdía, mala suerte. Si me metía en complicaciones, trataba de salir… Siempre traté de lanzar bajito, a la altura de las rodillas como máximo…Un pitcher es un artista y su arte consiste en poner out al bateador… Lo principal en el lanzador es pensar…”
Pero no crean que ahí paró su febril actividad. Durante un buen número de años ofició como entrenador en la formación de las nuevas generaciones de atletas cubanos. ¡Con un maestro así, el relevo estaba asegurado!.
La última vez que lo vi ya blanco en canas fue caminando lentamente bajo una cerrada ovación. Iba hacia el box del Latino, para lanzar la primera bola en el tope entre los Orioles del Baltimore y la Selección Cubana.
Hasta aquí la narración:
Queda pendiente lo ocurrió a Marrero en sus inicios, durante aquella derrota en La Tropical frente a un equipo venezolano en el Mundial de 1941, la cual calificó de amarga experiencia.
Pero, como diría Pánfilo: --¡Esa sería otra historia!
Así terminamos aquel trabajo publicado en abril del 2010. Ahora queremos hacer una excepción, primero por tratarse de ustedes mis fieles seguidores del blog “¡Ay, Vecino!” en segundo lugar, porque ya el querido y simpatiquísimo Marrero no podrá hacerles el cuento.
Les recuerdo que fue en el juego final del IV Campeonato Mundial de Beisbol Aficionado, celebrado el 22 de octubre de 1941, en el estadio de La Tropical.
Cuba se presentaba como favorito; y sin embargo, cinco días antes, en el primer enfrentamiento sufrimos una amarga derrota 4x1 contra Venezuela. La sorpresa nos la dio un desconocido lanzador--Daniel (el Chino) Canónico--y la víctima, el propio ídolo de Laberinto, Conrado Marrero.
Al perder Venezuela frente a República Dominicana, se produjo un empate en la cima, creándose una gran rivalidad entre cubanos y venezolanos por la corona..
Los treinta mil fanáticos que hicieron temblar las gradas con su algarabía, según avanzaba el encuentro fueron silenciados por la actuación de un Canónico indescifrable en sus lanzamientos. Poco a poco el pizarrón se fue llenando de ceros y cuando cayó el último, era como si un gigantesco cubo de agua fría hubiera caído sobre miles de espectadores.
Tras la sorpresa y el desencanto, nuestro pueblo demostró una vez más su espíritu deportivo, pues se abalanzó sobre el enigmático pítcher de apodo asiático y cargándolo en brazos, lo paseó por todo el estadio.
Conrado Marrero, acostumbrado al triunfo veía como se rompía su cadena de victorias, y nada menos que en un desafío histórico frente a un lanzador prácticamente desconocido. Sin embargo fue el primero en felicitar a tan digno rival.
Ese fue el trago amargo de que nos hablara antes. Pero también demostró allí su caballerosidad tanto en la victoria como en la derrota y frente a un rival que lo había vencido en buena lid, haciendo valer aquello de que… “Lo cortés no quita lo valiente…”. ¡En paz descanse el Premier!

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