A propósito del fallecimiento de
Conrado Marrero este 23 de abril del 2014, les ofrezco a mis fieles vecinos la
reproducción del trabajo titulado “Nacido en Laberinto y difícil de olvidar” que
publicamos en este mismo blog el 19 de abril del 2010, a propósito de cumplir “El
Guajiro de Laberinto” sus 99 años de edad el 25 de abril de ese mismo
año:
Comienzo esta historia apoyándome
en un colega, que lo conocía a la perfección por haber crecido juntos en un
pintoresco rincón del centro del país.
Cuando Enrique Núñez Rodríguez
vendió su bicicleta allá en Quemado de Güines para venir a La Habana, ya yo
montaba en patines aquí en Luyanó. Sin embargo, nuestro debut periodístico
ocurrió el mismo año 1948: Él en la emisora COCO de Guido García Inclán, y yo
en la Revista FOTOS de Pepe Agraz.
Pasaron los años, Enrique
escribiendo por un lado y yo dibujando por el otro, pero ambos picados por el
mismo bichito del humorismo. En una ocasión tuve el placer de compartir
anécdotas, chistes, y ocurrencias en un viaje a su villa natal cerca del arroyo
Jicoteas, donde se le daba un homenaje por sus cincuenta años de vida
artística.
Casi llegando al pueblo me señala
una casita en una finca a la orilla de la carretera, y me dice: --Ahí
vivía Conrado Marrero. “El Guajiro de
Laberinto”. Un poco más adelante, de nuevo me indica un potrero con
ínfulas de terrenito de pelota y ataca de nuevo: ---¡Ahí le conecté un hit!--
El primer lanzamiento ni lo discutí, pero la segunda bola no había quien se la
tragara.
Así era ese compañero de tantos
años, ocurrente, desenfadado, viva estampa del guajiro campechano. Las mismas
cualidades de su vecino, el famoso pitcher cubano, como si el humorismo fuera
algo que se diera silvestre en esas hermosas tierras de Sagua la Grande.
Y ya que hablamos de Marrero,
dejemos que él mismo se explique:
“…Era el menor de los vejigos en
la finca “Laberinto” y mis hermanos y yo ayudábamos de sol a sol al padre en el
surco. No eran tiempos de jugar al beisbol, y si lo hacíamos era a mano limpia.
Con decir que aprendí a tirar curvas con naranjas, no con pelota. Por eso
llegue a destacarme tarde, pues debuté con el Cienfuegos de la Liga Nacional de
Amateurs de Cuba a los 27 años de edad…”
Sin dudas que lo hizo bastante
bien porque en 1941 ya vestía la franela del equipo Cuba en el IV Campeonato
Mundial de Beisbol Amateur, y continúa:
“…Lamentablemente en el juego decisivo
del evento, tuve una amarga experiencia…Eso que lo cuenten otros… Lo cierto es
que me mantuve 17 años como pitcher estelar, y llegué a las Grandes Ligas en
1950 con el Washington, cuando otros se acogen al retiro….”
Marrero, por entonces apodado en Cuba “El
Premier”, se había destacado antes
en la Liga Nacional Amateurs de Cuba, en Series Mundiales Amateurs y del
Caribe, en Campeonatos profesionales en Cuba y México, en Ligas Internacionales
de la Florida y en la Triple A. Además había implantado récords de leyenda como
los tres no hit-no runs entre 1942 y 1945, contra los equipos amateurs de la
Universidad de La Habana, del Vedado Tennis Club, y del Miramar. Por si todo
esto fuera poco, repitió la hazaña de cero hit cero carreras como profesional
(AAA) con el Havana Cubans en 1947 venciendo al Tampa, en el estadio del Cerro.
Las cuatro hazañas de los años
cuarenta lo convirtieron en ídolo de las multitudes.
A pesar de sus éxitos fue
suspendido en dos ocasiones por haber participado en juegos con profesionales.
Marrero aclaró entonces que no era su propósito saltar al deporte rentado, sino
que eran desafíos de exhibición.
Aún así se mantuvo la sanción que
lo obligó a pasar al profesionalismo en la Liga Mexicana. La·”pureza” de
aquella liga amateur en Cuba olía a rancio por sus propios orígenes: Solo
podían participar en ella atletas blancos pudientes, pues –entre otros-- la
formaban clubs de la alta sociedad como el Vedado Tennis Club, el Fortuna, o el
Círculo Militar, así como algunos advenedizos, como en su propio caso.
Los de origen humilde, tenían que
descollar por sobre los demás para ser aceptados, y para su subsistencia se les
estimulaba ya oficialmente o por la izquierda. Los atletas negros, ni eso.
Cuando Marrero se retiró tenía 21
temporadas como aficionado y profesional, había acumulado 351 victorias y solo
168 derrotas.
Los que gustan de las
comparaciones dirán: --Eran otros tiempos--.
Cierto, por entonces no existían
los actuales avances tecnológicos, y no se sabía si los pitchers lanzaban 90
millas o 140 kilómetros. Eran empíricamente virtuosos. Veloces o no. Ganaban o
perdían como ahora, pero aquel guajiro de Laberinto era un fuera de serie.
Colgó los spikes a la edad de 36
años, todavía fuerte y saludable a pesar del eterno tabaco habano en sus
labios. Pero dejémoslo de nuevo al habla para que también opine: -
“Tengo un carácter que me ayuda.
No hay nada capaz de sacarme de quicio, ni de alterarme… Si perdía, mala
suerte. Si me metía en complicaciones, trataba de salir… Siempre traté de
lanzar bajito, a la altura de las rodillas como máximo…Un pitcher es un artista
y su arte consiste en poner out al bateador… Lo principal en el lanzador es
pensar…”
Pero no crean que ahí paró su
febril actividad. Durante un buen número de años ofició como entrenador en la
formación de las nuevas generaciones de atletas cubanos. ¡Con un maestro así,
el relevo estaba asegurado!.
La última vez que lo vi ya blanco
en canas fue caminando lentamente bajo una cerrada ovación. Iba hacia el box
del Latino, para lanzar la primera bola en el tope entre los Orioles del
Baltimore y la Selección Cubana.
Hasta aquí la narración:
Queda pendiente lo ocurrió a
Marrero en sus inicios, durante aquella derrota en La Tropical frente a un
equipo venezolano en el Mundial de 1941, la cual calificó de amarga experiencia.
Pero, como diría Pánfilo: --¡Esa
sería otra historia!
Así terminamos aquel trabajo
publicado en abril del 2010. Ahora queremos hacer una excepción, primero por
tratarse de ustedes mis fieles seguidores del blog “¡Ay, Vecino!” en segundo
lugar, porque ya el querido y simpatiquísimo Marrero no podrá hacerles el
cuento.
Les recuerdo que fue en el juego final del IV
Campeonato Mundial de Beisbol Aficionado, celebrado el 22 de octubre de 1941,
en el estadio de La Tropical.
Cuba se presentaba como favorito; y sin embargo, cinco
días antes, en el primer enfrentamiento sufrimos una amarga derrota 4x1 contra
Venezuela. La sorpresa nos la dio un desconocido lanzador--Daniel (el Chino)
Canónico--y la víctima, el propio ídolo de Laberinto, Conrado Marrero.
Al perder Venezuela frente a República Dominicana, se
produjo un empate en la cima, creándose una gran rivalidad entre cubanos y
venezolanos por la corona..
Los treinta mil fanáticos que hicieron temblar las
gradas con su algarabía, según avanzaba el encuentro fueron silenciados por la
actuación de un Canónico indescifrable en sus lanzamientos. Poco a poco el
pizarrón se fue llenando de ceros y cuando cayó el último, era como si un
gigantesco cubo de agua fría hubiera caído sobre miles de espectadores.
Tras la sorpresa y el desencanto, nuestro pueblo
demostró una vez más su espíritu deportivo, pues se abalanzó sobre el enigmático
pítcher de apodo asiático y cargándolo en brazos, lo paseó por todo el estadio.
Conrado Marrero, acostumbrado al triunfo veía como se
rompía su cadena de victorias, y nada menos que en un desafío histórico frente
a un lanzador prácticamente desconocido. Sin embargo fue el primero en
felicitar a tan digno rival.
Ese fue el trago amargo de que nos hablara antes. Pero
también demostró allí su caballerosidad tanto en la victoria como en la derrota
y frente a un rival que lo había vencido en buena lid, haciendo valer aquello
de que… “Lo cortés no quita lo valiente…”. ¡En paz descanse el Premier!
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