Al
hojear la prensa en estos días no debe sorprendernos el diferendo surgido entre
la Generalitat Catalana y el Gobierno de Mariano Rajoy debido a la consulta
soberanista y alternativa solicitada por la primera y su impugnación por los
Tribunales Constitucionales de España. Ese antagonismo tiene viejas raíces
culturales, empezando por el idioma. Veamos:
En
el estudio que venimos efectuando sobre los orígenes de la caricatura
contemporánea a partir del libro homónimo de González Barros nos tropezamos con
el primer capítulo del Segundo Tomo referido a España, donde el autor afirma
que…
“Goya es la personalidad más vigorosa y única de la cual los humoristas españoles pudiesen desentrañar el dogma de una tendencia
genuinamente española. Él no solo retrata la sociedad aristocrática del ro-co-có,
sino que sabe suscitar comentarios también del período revolucionario al concebir
su colección de “Los desastres de la guerra” durante la ocupación
Napoleónica y protesta del obscurantismo que vuelve cuando la reacción de 1814.
Elogia los “Caprichos” con su agudo instinto satírico, intensificado más
tarde con el retrato de la reina María Luisa...” Sin embargo el
investigador aclara que: “…La España de hoy (1916)
olvida la técnica de los aguafuertes de Goya porque Xaudaró, Picarol y Bagaria
entre otros, abren un horizonte nuevo...”
Pero
hay otro aspecto a considerar con el desarrollo de los nuevos tiempos y vemos
como en las artes gráficas—sustento de este nuevo arte—surgen las publicaciones
ilustradas en Europa. Según él, es ahí donde se destacan las diferencias entre
lo que se difunde en Madrid y en Barcelona.
Según
nuestra opinión, en ambos casos la profusión editorial del Imperio en esta época,
no se corresponde con el nivel del humorismo alcanzado en los países europeos
antes considerados. Tras esta observación, continuemos:
En
la capital excepcionalmente surge el “Madrid Gráfico”—totalmente
humorístico—mientras proliferan “Blanco y Negro”, “Mundo
Gráfico”, “El Heraldo” y “Nuevo Mundo” entre
numerosas publicaciones más literarias y noticiosas, donde también acuden
esporádicamente caricaturistas y humoristas en general. Mientras, Barcelona se
nutre mayormente de revistas especializadas en humor tanto para adultos: “L’Esquella
de la Torratza”, “Papitú”, “Cut-Cut”, o “La
Veu de Cataluña” como “Patufet” y otras para niños.
Además
de la diferencia idiomática y sus consecuencias regionalistas, en este caso hay
que contar también con la influencia alemana en la línea impresionista. La
teutónica prima en Barcelona, mientras la escuela francesa lo hace en Madrid.
En
la obra de González Barros, se dan a conocer los principales protagonistas del
humor gráfico al estilo francés en Madrid, donde destacan: Atiza, Vázquez y Robledano.
Con mejor criterio ubica a Sancha, Moyano, Tovar y Fresno, por último coloca en
sitio aparte a Ramírez, según el: Único heredero verídico de Goya.
Hemos
dejado aparte a Cilla, el más prolífico de todos, por su condición de comodín
en el
“Madrid Cómico”, donde predominaban los temas costumbristas: El
baturro, modistillas, toreros, chulos, serenos, paletos, viejas chismosas,
calvos, nuevos ricos, el clero, literatos y juegos florales, etcétera, todos al
mejor estilo del costumbrismo decimonónico francés. Sin embargo, de la situación que venía sufriendo la corona en
América y su último reducto en Cuba, no hemos encontrado ni una sola patata
digerible en cientos de dibujos satíricos recopilados por el libro “España
en sus humoristas” de María Dolores Rebes y Francisco García Pavón para
TAURUS EDICIONES, en 1966.
Precisamente
la visualización hecha a cientos de caricaturas en la referida obra, aparte de
las consideraciones estéticas apuntadas por el investigador cubano, un aspecto
fundamental pugna con la esencia misma de la caricatura desde el punto de vista
moderno a partir del postulado francés acuñado como Sans parole, es
decir, Sin palabras.
Un
buen ejemplo son estas dos caricaturas de Cilla, las únicas halladas por
nuestra lupa escrutadora, sobre la lucha independentista cubana por más de
treinta años dejándonos una estela de dolor, sangre y muerte. Nótese que sin la
apoyatura del pie de grabado, la ilustración nada nos dice: Sin más, aquí está
la prueba:
En
el primer ejemplo el pie dice: --No me
fiaría de la amistad incondicional y desinteresada de los Estados Unidos. En
la segunda caricatura es peor, al establecer la muletilla un diálogo entre la soldadesca
española y el mismo personaje yanqui: --Aquí hemos cogido esta buena pieza, que ha
hecho descarrilar trenes, ha incendiado pueblos, y ha macheteado a unos cuantos
infelices. Mientras el Tío Sam responde:--Bueno, pues denle ustedes
chocolate con picatostes, que es súbdito norteamericano. En ambas muestras,
aparte del desprecio y la prepotencia, imperial se nota la ausencia de humor y
la excesiva verborrea, común en la mayoría de las muestras encontradas en las publicaciones
tanto de Madrid como de Cataluña. Además, en estas dos ofertas, el
mensaje quedó reducido a un simple diferendo entre España y los Estados Unidos.
Tal era la desidia e indiferencia con que nos trataban por entonces en la
Metrópoli:
Ahora
bien: Hemos dejado para el final algo de lo que se producía en las publicaciones
catalanas, donde el humor, desde el punto de visita formal se acerca más al
impresionismo en la línea, y sus contenidos son preferiblemente contestatarios,
lo cual se agudizó con la debacle imperial a finales del siglo XIX.
Según
el orden de antigüedad sus publicaciones especializadas en humor fueron ”La
Campana de Gracia”, L´Esquella de la Torratza” y “Patufet”, todas de larga
vida y la última con unas mil quinientas ediciones en 29 años.
Se
destacaron en esta etapa barcelonesa, artistas de la talla de Picarol, Fresno,
Bagaria, Cappiello, Babel, K-Hito, y Bon, todos, de una manera u otra,
herederos de la línea impresionista alemana y los más jóvenes incorporados a un
nuevo proyecto editorial que debuta con el siglo: “Papitú”
El
“Papitú”
de Apa surge el 25 de noviembre de 1908 en tiempos convulsos y de represión
tras una etapa de garantías constitucionales en Barcelona y Gerona. La revista se
distinguió por el estilo abierto, desenfadado y hasta pornográfico de sus
entregas.
Paradigma
de estos artistas satíricos fue (Apa) o (Joan Sacs) seudónimos de Feliú Elías
Bracons, profesor, pintor y crítico de arte, quien supo reunir alrededor de
este núcleo lo mejor y más representativo de la juventud contestataria catalana.
Allí se utilizó de forma crítica el hedonismo picante, el sexo, la corrupción
oficial y la sátira política, hasta ser acusada y sancionada de inmoralidad la
publicación por la sociedad hipócrita imperante. La respuesta a la censura no
pudo ser más original: La revista continuó saliendo, pero ahora bajo el título
de “Pakitú”.
Por
tanto, me distancio del profundo análisis formal con que el autor disecciona la
obra de estos autores humorísticos españoles y sus temas a comienzos del siglo
XX, para ponerlos en contexto pues desde el punto de vista estético, todo
evoluciona incluyendo nuevos géneros por entonces en pañales, como la
historieta, el cine—entonces silente--, los dibujos animados, y más acá aún,
con sus versiones en colores y tercera dimensión.
La
próxima entrega abordará cierta extensión de esta modalidad humorística durante
el dominio colonial en Cuba, que sin dejar de ser española, tiene sus
peculiaridades, lo cual propongo abordar bajo el título de la línea criolla.
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