Se
dice que segundas partes nunca fueron buenas: Falso, y me explico:
El
hecho de que en nuestra anterior propuesta hayamos dejado la puerta abierta
para una segunda intervención sobre los problemas inherentes a las Bienales
Internacionales del Humor Gráfico en San Antonio de los Baños y de su histórico
Museo del Humor, implica una nueva mirada al asunto, pero con un guiño
picaresco, acorde con el doble sentido criollo, tan arraigado en nuestra idiosincrasia.
Veamos:
En esta última edición, durante el desfile inaugural del domingo 2 de abril en
la Villa del Ariguanabo, un colega en son de broma me encasquetó un sombrero
confeccionado con papel de periódico, imitando aquel cucurucho con el cual René
de la Nuez había caracterizado a su personaje del LOQUITO.
Lo
que para algunos pudiera considerarse una falta de respeto teniendo en cuenta
que se trataba de un octogenario, para mí era una especie de coronación
fraternal, teniendo en cuenta mi solidaria actitud siempre al lado de René de
la Nuez y su obra; por tanto, un símbolo de respeto.
En
la foto siguiente aparezco junto a mi hijo en el momento en que dejábamos
plasmados en el muro del parque ariguanabense mis personajes del ¡Ay, Vecino!, en ese instante el
héroe nacional y caricaturista Gerardo Hernández Nordelo se acerca para
saludarnos como siempre con un cariñoso abrazo.
Ni
en ese momento, ni durante la inauguración de la exposición en el Museo; o en el
resto de las actividades, jamás me quité dicha prenda. Incluso al regreso a la
Habana en horas de la tarde, ni cuando llegue a mi casa casi oscureciendo--o aún
hoy--a mediados del mes lo conservo como un trofeo de guerra.
He
ahí otra de las características de nuestra profesión: El doble sentido. Sin él,
no podríamos profundizar en el propio mensaje satírico y picaresco del Bobo de
Abela; por ejemplo…
Concebido
por nuestro pueblo como un símbolo de rebeldía frente a la sangrienta dictadura
de Machado en los años 30 del pasado siglo. Mientras--a lo cortico--en el marco
de sus amigos íntimos de la Villa del Humor, entre tragos de ñuza—exclusividad
etílica de la “Taberna del Tío Cabrera”--me imagino el calificativo que diera
el propio autor a la cara mofletuda del Bobo entre las risas de sus
contertulios.
En
esa misma cuerda recordamos los aportes de Chanito Isidrón y Eloy Romero en los
enredos de la décima campesina para aquellos “Sordos de
Cañon” transmitidos por el “Dímelo Cantando” de la MIL DIEZ; o
la gracia del guarachero mayor Ñico Saquito y su incomparable “¡Cuidadito
compay Gallo!”.
También
en la fuente del doble sentido bebieron geniales artistas como el astuto Faustino
Oramas, tratando de escapar nota a nota a la venganza de un cornudo despechado
en Guayabero; o más acá en el tiempo, al inolvidable Enrique Núñez Rodríguez y
su chispeante autobiografía póstuma novelada bajo los enredos del título “A
Garsín a Guasa”.
Ése
es el secreto de una buena crítica, que arranca una sonrisa cómplice en vez de
un burdo improperio. En esa cuerda es en la que bailan nuestros personajes
humorísticos… Por eso son eternos.
OJO: La foto en el mural que acompaña
este trabajo fue tomada in situ por el reportero gráfico de
TRABAJADORES, Heriberto González Brito… Y como quien no quiere las cosas,
recuerdo que este as del lente también dejó anteriormente su huella satírica en
la sala de exposición del Museo del Humor con la obra titulada “Aguas
cristalinas”, donde el colega retrató algunas indisciplinas sociales
que lamentablemente aún flotan en el bucólico fondo del río Ariguanabo.
He aquí copia de esta maravilla subfluvial.
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