Hace exactamente tres años, en
saludo a dos significativas fechas del proletariado publicamos el trabajo
titulado “Obreras y obreros de fiesta”. Allí abordamos sintéticamente las luchas que protagonizó
la clase obrera por sus conquistas a partir de la segunda mitad del siglo XIX.
En particular nos referíamos
al 8 de Marzo y el Primero de Mayo con el destacado protagonismo de Clara
Zetkins, tanto en el Congreso de Ginebra como en la Segunda Conferencia Internacional
de Mujeres Socialistas de 1910.
He aquí una brevísima
interpretación del trabajo que realizara Teresa Blanco para el libro “Por
los caminos de la Edad de Oro”.
En aquellos tiempos las
capitales europeas se habían convertido en la cuna del movimiento obrero por la
jornada de ocho horas ante la inhumana explotación de que era objeto tras la
llamada Revolución Industrial.
Sin embargo, el detonante de
dichas protestas tuvo su origen del lado de acá del Atlántico, cuando los
trabajadores de Chicago se citaron para un masivo acto donde reclamar dichas
demandas el 5 de mayo de 1996 en la céntrica plaza de Haymarcket Square y producto
de una siniestra provocación, ocho de ellos fueron condenados a muerte.
Sus nombres: August Spies,
Albert Parsons, Adolph Fischer, George Engel, Louis Lings, Michael Schwab,
Samuel Fielden y Oscar Neebe.
Abrió el mitín Spies, con su
acostumbrada elocuencia bajo la consigna de “Ocho horas de trabajo, ocho
de descanso y ocho de estudio”
le siguieron en su orden Parsons y Fielden.
Hasta ese momento, calma absoluta. De pronto, la voz del orador es interrumpida
por cierto desorden y expresiones altisonantes que surgen desde una de las
entradas de la Plaza.
Es un destacamento policial
bajo el mando del capitán Bonfield, quien avanza hasta la misma tribuna
vociferando y empujando a los congregados. El oficial ordena al orador que cese
su alocución y amenaza con dispersar por la fuerza a los allí reunidos.
Ante la negativa del líder
obrero, la policía abre fuego contra la multitud. Unos protestan a gritos,
otros caen bajo el efecto de las balas. En ese momento una fuerte explosión
sacude la plaza.
La bomba había sido lanzada
precisamente cerca de los guardias, quienes abren fuego de nuevo y caen hombres
mujeres y niños que son pisoteados por la estampida.
Del lado oficial un policía
muerto y seis heridos. De la parte obrera, nunca se supo la cantidad de
víctimas; lo que sí empezó fue una cacería de brujas con cientos de huelguistas
detenidos. Las cárceles de Chicago se llenaron de trabajadores, y los ocho
dirigentes obreros fueron llevados a juicio bajo falsos testimonios, en un
tribunal totalmente apañado que pedía la pena de muerte para todos.
¿No les resultan conocidos
estos métodos violentos de la oligarquía ante la posibilidad de perder sus
privilegios, cuando los justos y expoliados reclaman sus derechos? ¿No se
parece lo ocurrido en Chicago a la guarimba venezolana de hace pocos días ante
el triunfo democrático del pueblo bolivariano en las urnas? También fueron
ocho las víctimas mortales de esta última intentona.
Las conclusiones del jurado,
ocho meses después, de aquella provocación llevaron a la horca a cuatro de los
dirigentes obreros: Parsons, Spies, Fischer y Engel, aunque nunca se pudo
comprobar que tuvieran algo que ver con el atentado.
Para el resto se cambió la
pena de muerte por cadena perpetua, Pero una nueva tragedia se sumó a la
barbarie horas antes de consumarse la ejecución: Una explosión estremeció la
celda de Louis Lings, quien según versión oficial, se había quitado la vida.
¿Cómo logró violar la
vigilancia del penal? Esa es otra incógnita pendiente en el caso.
Estos hechos dieron lugar a que
en la Segunda Internacional celebrada en París, 1889, se proclamara el Primero
de Mayo como Día de la Lucha del Proletariado, en honor a los Mártires de
Chicago.
Esta historia viene a
concluir cinco años después, cuando los sobrevivientes del juicio son puestos
en libertad al descubrirse que la causa de la masacre fue una patraña creada por
los patronos con la complicidad de la policía local, así como la bomba que
estalló en medio de la multitud en la plaza de Chicago, fue lanzada por
provocadores a su servicio.
A partir de estos
acontecimientos se celebra oficialmente el Primero de Mayo como Día de los
Trabajadores en todo el mundo… ¡Excepto
en los Estados Unidos!.
Tal vez algún día, en este
mundo virtual, globalizado y unipolar, el cine estadounidense nos dé la versión
fílmica del Imperio bajo el sugerente título de “Primavera en Chicago”,
con el consabido subtítulo de (Basado en hechos reales), y no sabemos
qué protagonismo le den a los verdaderos “Ocho Mártires de Chicago”. pero si
a todo esto les sumamos hazañas similares como el caso de los Diez
de Willmington, los Nueve de Scottsboro, los Diez
de Hollywood, y ahora los Cinco Héroes Cubanos, todos en
tribunales yanquis…¿Qué podremos esperar de esa “democracia” justiciera?.
Como diría el colega
Taladrid: --Saque usted sus propias conclusiones.
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