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19 abr 2013

LA HISTORIA DE MAYO SE REPITE


Hace exactamente tres años, en saludo a dos significativas fechas del proletariado publicamos el trabajo titulado “Obreras y obreros de fiesta”.  Allí abordamos sintéticamente las luchas que protagonizó la clase obrera por sus conquistas a partir de la segunda mitad del siglo XIX.
En particular nos referíamos al 8 de Marzo y el Primero de Mayo con el destacado protagonismo de Clara Zetkins, tanto en el Congreso de Ginebra como en la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas de 1910.
He aquí una brevísima interpretación del trabajo que realizara Teresa Blanco para el libro “Por los caminos de la Edad de Oro”.
En aquellos tiempos las capitales europeas se habían convertido en la cuna del movimiento obrero por la jornada de ocho horas ante la inhumana explotación de que era objeto tras la llamada Revolución Industrial.
Sin embargo, el detonante de dichas protestas tuvo su origen del lado de acá del Atlántico, cuando los trabajadores de Chicago se citaron para un masivo acto donde reclamar dichas demandas el 5 de mayo de 1996 en la céntrica plaza de Haymarcket Square y producto de una siniestra provocación, ocho de ellos fueron condenados a muerte.
Sus nombres: August Spies, Albert Parsons, Adolph Fischer, George Engel, Louis Lings, Michael Schwab, Samuel Fielden y Oscar Neebe.
Abrió el mitín Spies, con su acostumbrada elocuencia bajo la consigna de “Ocho horas de trabajo, ocho de descanso y ocho de estudio
le siguieron en su orden Parsons y Fielden. Hasta ese momento, calma absoluta. De pronto, la voz del orador es interrumpida por cierto desorden y expresiones altisonantes que surgen desde una de las entradas de la Plaza.
Es un destacamento policial bajo el mando del capitán Bonfield, quien avanza hasta la misma tribuna vociferando y empujando a los congregados. El oficial ordena al orador que cese su alocución y amenaza con dispersar por la fuerza a los allí reunidos.
Ante la negativa del líder obrero, la policía abre fuego contra la multitud. Unos protestan a gritos, otros caen bajo el efecto de las balas. En ese momento una fuerte explosión sacude la plaza.
La bomba había sido lanzada precisamente cerca de los guardias, quienes abren fuego de nuevo y caen hombres mujeres y niños que son pisoteados por la estampida.
Del lado oficial un policía muerto y seis heridos. De la parte obrera, nunca se supo la cantidad de víctimas; lo que sí empezó fue una cacería de brujas con cientos de huelguistas detenidos. Las cárceles de Chicago se llenaron de trabajadores, y los ocho dirigentes obreros fueron llevados a juicio bajo falsos testimonios, en un tribunal totalmente apañado que pedía la pena de muerte para todos.
¿No les resultan conocidos estos métodos violentos de la oligarquía ante la posibilidad de perder sus privilegios, cuando los justos y expoliados reclaman sus derechos? ¿No se parece lo ocurrido en Chicago a la guarimba venezolana de hace pocos días ante el triunfo democrático del pueblo bolivariano en las urnas? También fueron ocho las víctimas mortales de esta última intentona.
Las conclusiones del jurado, ocho meses después, de aquella provocación llevaron a la horca a cuatro de los dirigentes obreros: Parsons, Spies, Fischer y Engel, aunque nunca se pudo comprobar que tuvieran algo que ver con el atentado.
Para el resto se cambió la pena de muerte por cadena perpetua, Pero una nueva tragedia se sumó a la barbarie horas antes de consumarse la ejecución: Una explosión estremeció la celda de Louis Lings, quien según versión oficial, se había quitado la vida.
¿Cómo logró violar la vigilancia del penal? Esa es otra incógnita pendiente en el caso.
Estos hechos dieron lugar a que en la Segunda Internacional celebrada en París, 1889, se proclamara el Primero de Mayo como Día de la Lucha del Proletariado, en honor a los Mártires de Chicago.
Esta historia viene a concluir cinco años después, cuando los sobrevivientes del juicio son puestos en libertad al descubrirse que la causa de la masacre fue una patraña creada por los patronos con la complicidad de la policía local, así como la bomba que estalló en medio de la multitud en la plaza de Chicago, fue lanzada por provocadores a su servicio.
A partir de estos acontecimientos se celebra oficialmente el Primero de Mayo como Día de los Trabajadores en todo el mundo… ¡Excepto en los Estados Unidos!.
Tal vez algún día, en este mundo virtual, globalizado y unipolar, el cine estadounidense nos dé la versión fílmica del Imperio bajo el sugerente título de “Primavera en Chicago”, con el consabido subtítulo de (Basado en hechos reales), y no sabemos qué protagonismo le den a los verdaderos “Ocho Mártires de Chicago”. pero si a todo esto les sumamos hazañas similares como el caso de los Diez de Willmington, los Nueve de Scottsboro, los Diez de Hollywood, y ahora los Cinco Héroes Cubanos, todos en tribunales yanquis…¿Qué podremos esperar de esa “democracia” justiciera?.
Como diría el colega Taladrid: --Saque usted sus propias conclusiones.

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