La
amistad: Categoría social que va de un simple trato al más puro sentimiento de
amor, simpatía y confraternidad, nos unió desde que la conocí hace
aproximadamente unos treinta años cuando yo tenía nietos y ella era una
jovencita que hacía sus pininos en el grupo musical “Los amigos” Cirita Santana
era para mi la reencarnación de mi hija.
El
tiempo, la distancia y el destino nos separó físicamente, pero seguimos siendo…
“Amigos para siempre”.
Recientemente
en uno de mis descansos sabáticos pude contactar de nuevo a Cirita, al visitar
su peña “Mi Rancho Grande” ubicada en la Casa del Benemérito Benito Juárez
en la Habana Vieja. La foto que acompaña este trabajo fue tomada precisamente
por mi hija Elsie.
El
reencuentro no pudo ser más amistoso, a tal punto que tanto ella como su esposo
Jorge Martell, tuvieron la delicadeza de presentarme el pasado 6 de abril como
invitado especial a una de esas actividades, que mensualmente se presentan en
la casona de Obrapía y Mercaderes.
A
veces uno se sorprende lo mucho que se puede hacer con pocos recursos, si al
proyecto se unen la devoción, la voluntad y el buen gusto. En esa oportunidad
vemos cómo la paz en abstracto, se convierte en un acto de fe cuando se lanzan
palomas al vuelo. Seguidamente hay un espacio dedicado a la cultura, historia y
tradiciones mexicanas. Una pausa y la obra de algunos artistas plásticos es
visualizada—ahí entré yo--. La presentación de destacados intérpretes de la música
cubana ocupa un lugar preponderante. Seguidamente poesías, trabalenguas y
premios de participación alegran a los asistentes. Para cerrar: El plato fuerte
de la tarde: La presencia, el carisma y el talento escénico de la anfitriona
Cirita…. Y todo eso…No con medio peso… Sino gratis y en un par de horas.
Claro,
esto no es una obra unipersonal, son varios los factores que coadyuvan al éxito,
pero principalmente está la mano experta de su pareja en la vida y el arte:
Jorge Martell.
¿Quién
es este personaje?
Nacido
hace 65 años, pertenece a esa generación de diseñadores que revolucionaron el cartel de
los años 60 en Cuba y por tanto portador de esa capacidad de síntesis que los
caracterizó. Sabemos que tanto en la gráfica humorística, en la propaganda, en
el emplane, como en la ilustración de libros, la influencia de la publicidad
tuvo bastante que ver.
En
esa época también surgió nuestra amistad con él, al compartir no pocas de las
iniciativas y proyectos que se llevaban a cabo en el Pabellón Cuba.
Hoy
ya consagrado, con una exitosa carrera, Martell nos cuenta su metodología:
¿Qué
es la inspiración? --Algo tangible. Yo no espero que me bajen las musas, yo subo a buscarlas.
¿Qué
es la calidad? –Ya lo dijo e Che; la calidad es el respeto al pueblo.
¿Dónde
radica el diseño? –El diseño comienza en una gaveta y ese sentido del orden me ha
permitido ascender en la profesión.
¿Cómo
clasificar tu obra? –Mitad expresionista con mis gallos, mis flores y mitad intimista,
capaz de convertir los dedos de mis propias manos en seres apasionados que
danzan al ritmo del kamasutra.
¿Y
por qué te dicen el pintor del Reiki?—El reiki no es una religión, sino un sistema
sagrado japonés de sanación que tiene el amor como esencia logrando el balance
perfecto entre lo físico, lo mental y lo espiritual.
¿A
qué se debe el impacto de tu cartel OBAMA, GIVE ME FIVE en EE.UU. y el resto
del mundo? —Hay que partir de mi experiencia por más de treinta años en los
Estados Unidos como diseñador y publicista. Eso me posibilitó conocer la idiosincrasia
de ese pueblo y dirigir el mensaje a sus más íntimas motivaciones. El cartel se
ha convertido en un grito en la pared pero a nivel global, y en breve tiempo ha
pasado a presidir la campaña a favor de los Cinco Héroes Cubanos injustamente encarcelados
en los Estados Unidos.
Por
tanto ¿Tiene esto algo que ver con el amor? –No algo, ¡MUCHO!... Mi presencia
en Cuba se debe al reencuentro con mis raíces, con mi pueblo, con el gran amor
de mi vida, Cirita. Estuvimos casados y he vuelto a mi hogar donde estamos
celebrando una nueva luna de miel con treinta años de acumulación originaria.
A
buen entendedor pocas palabras, como él mismo preconiza; así que dejamos
pendiente los detalles de este romance émulo de Romeo y Julieta, pero con un
final feliz a pesar de que comenzó en el siglo XX y ha resucitado en el XXI.
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