Es
famosa la señal de la V de la
victoria popularizada por el Primer Ministro británico, Sir Winston
Churchill, con dos dedos de su mano derecha, los mismos con los que sostenía
sus habanos, durante la Segunda Guerra
Mundial
Ese
gesto, nada izquierdista, ha devenido ícono de la gesticulación en numerosos terrenos
de la actividad humana, como pueden utilizarlo los vencedores al final de
cualquier competencia deportiva o militares en el conteo de las bajas enemigas tras
a batalla en cualquiera de sus guerras coloniales.
No
pocos héroes de papel en los comics o de celuloide en el cine, han
materializado sus hazañas a partir de cierto agravio, justificando así la venganza
personal o contra pueblos enteros, que no comulguen con sus intereses. Es la
teoría de los vencedores con la victoriosa V
de vaca, contra los que no pudieron o no quisieron.
He
aquí algunos de esos ejemplos: Los pieles rojas, supervivientes de las
incursiones carapálidas en las praderas vírgenes
del oeste, fueron perseguidos y confinados
en reservaciones, antecedentes de los ghettos judíos en la Europa
nazifascista, del apartheid
sudafricano, o del actual limbo jurídico existente en la cárcel impuesta
a supuestos terroristas en la ilegal Base de Guantánamo. (De ser posible,
actualizar esta información con la huelga de hambre sostenida desde el pasado
febrero por docenas de encarcelados allí, cuya cifra parece aumentar).
Estas
son solo algunas señales de venganzas típicas en el largo vía crucis de los
pueblos, que pudiéramos anotar también bajo el signo de la V de la Victoria.
¿Y
por qué no? Hasta cinco héroes antiterroristas cubanos inocentes del delito de espionaje
que se les imputa en cárceles del Imperio, incluyendo penalidades tan injustas
y absurdas, como en el caso de Gerardo Hernández Nordelo: Ningún ser humano, ni
siquiera el más sacrificado de todos—Jesucristo--pudiera cumplir dos cadenas
perpetuas, más 15 años adicionales.
Ese
arquetipo de amor al prójimo, surgido hace dos milenios será, en definitiva,
quien nos libere de todo mal bajo el signo de la crUZ no de la V de la victoria
Toda
esta reflexión surge a partir de que el pasado martes 26 de marzo tras la
puesta del Sol, se cumplieran exactamente 1980 años de la crucifixión del Señor.
Según
versiones del profeta Juan, en la Biblia (Corintos, 1:7) “…Un hombre murió por los demás…”
Esta oración en pasado, se convirtió en bandera de luchas futuras, de
ahí que millones profesaran esa doctrina y cristianos confesos en la actualidad
como Chávez o Frei Betto--para poner sólo dos ejemplos--siguieran su prédica en
la lucha contra todo mal y por un mundo mejor.
Esto
solo ocurrirá cuando la rencorosa V
de la Victoria sea transformada en un signo más justo, lo que seguro no vendrá caído
del cielo como los panes y los peces.
Augurios
del profeta Juan. También procedentes de la Biblia (Corintios. 1:7) “…Un
hombre murió por todos…” son también conocidos. La oración parece no
haber sido interpretada en toda su dimensión, por el carácter pretérito en que
fue expresada, pues Jesús muere diariamente en la cruz, mientras exista el
egoísmo, la discriminación, las guerras de rapiña, y una sociedad de consumo
donde las leyes inviolables del mercado se impongan. Recordemos el momento en que Jesús de Nazareth
expulsó a los mercaderes del templo; éste es un paradigmático ejemplo de la
colosal dimensión del problema existencial.
Todo
quedará impune en tanto exista una injusticia por redimir y eso sólo se logra siguiendo
su ejemplo en la lucha constante del bien contra el mal.
El
apóstol Pedro con su sentencia bíblica en (5:14) “La sangre de Jesús nos limpia de
todo pecado…” Tampoco debe tomarse al pie de la letra. Sería imposible
contabilizar cuanto de ella ha derramado la humanidad en este secular genocidio,
sin que dejemos de pecar y nos acerquemos cada día más al Apocalipsis-Now,
anunciado en el Armagedón.
Lo
que sí hay que dar por seguro es que, tras la imagen idílica de la sociedad de bienestar,
de la democracia entrecomillada y los derechos humanos con exclusión social, se
escudan las pecaminosas ambiciones del poder imperial y sus lacayos, la
avaricia y el egoísmo, la envidia y la discriminación de quienes jamás
compartirán sus riquezas con el prójimo, y mucho menos con la prójima en esta
eterna violencia de género.
Estos
señores de cuello blanco y negras entrañas, jamás cederán sus privilegios por
las buenas, ni pondrán la otra mejilla, sencillamente porque… “…Son
unos cara de lata…”
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