Hoy,
16 de abril Día del Miliciano, me levanté ansioso para enterarme de las últimas
noticias sobre la victoria de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela en
las urnas y preocupado por la intentona-–a todas luces golpista--de la derecha fascistoide.
Recordaba
entonces aquellos días también gloriosos hace 52 años, cuando nuestro pueblo se
vistió de miliciano y socialista, para jugarse el futuro en las arenas de Playa
Girón, con las armas en la mano frente al Imperio y sus “cocineros”.
En
particular, yo era miliciano por partida doble: Hacía guardias en el periódico
"EL MUNDO" de Virtudes y Aguila, pero también en las plantas de radio de la Agencia
"Prensa Latina", situadas en el Wajay
y Cuatro Caminos. Ocupaba en la agencia de noticias la plaza de dibujante desde
el otoño de 1959, a escasos tres meses de su fundación el 16 de junio de ese
mismo año.
La
institución surgió como una necesidad de nuestra Revolución desde sus inicios, para
enfrentar el terrorismo mediático del Imperio a través de sus instrumentos de
entonces: la AP, la UPi, la SIP, Radio Swam y hasta la OEA, lo que se puso en
evidencia con la Operación Verdad.
Inspirada
por el Che, su director-fundador también argentino --Jorge Ricardo Masetti--se
dio a la tarea de organizar la oficina de noticias con la ayuda de sus más
cercanos colaboradores, entre ellos Rodolfo Walsh, por entonces al frente de los
Servicios Especiales, departamento en el cual yo fui ubicado.
A
comienzos de 1960 se fueron estableciendo las primeras corresponsalías,
fundamentalmente en México y otros ocho países latinoamericanos. La propuesta
para Río de Janeiro resultó la más complicada de todas.
Según
el propio Walsh es que sabemos lo ocurrido, pues lo describió en el prólogo del
libro de Masetti “Los que luchan y los que lloran”. Y cito:
“…Las
dificultades que surgieron eran tan absurdas, que no tenían explicación dentro
del marco idílico de la libertad de prensa, la libre competencia y otras
fantasías. (…) La burocracia brasileña es la más imaginativa que he conocido,
siempre faltaba algo, una coma, un sello, hasta un análisis de orine o una
muestra de sangre. La maquinaria gubernamental chorreaba corrupción y demora en
proporciones kafkianas. (…) Las dificultades de índole administrativas explican
algunos de los inconvenientes de la labor periodística de PL en Brasil. Durante
el gobierno de Juscelino Kubitschek, la policía le hizo, en cierta manera, la
guerra psicológica a José Prado Laballós, entonces corresponsal-jefe de la
oficina en Río.(…) contra Prado se había iniciado un decreto de expulsión del
país, trámite que culminó en el período de Janio Quadros y que más tarde el
ejecutivo dejó sin efecto…”
Precisamente,
acabo de presentar al personaje del cual quería referirme en esta semblanza: José
Prado, periodista cubano miembro del equipo fundador de la agencia. Además de las
virtudes demostradas como responsable de la oficina carioca, desplegó también
su talento y personalidad en el quinto piso del edificio de 23 y N en el
Vedado, donde radicaba la redacción central.
Allí
conocí a este experimentado colega, que agregaba a su profesionalidad y entrega,
un carácter campechano. A menudo en nuestros fraternales encuentros Prado me
solicitaba que le hiciera una caricatura personal como recuerdo. Un buen día me
encontró de venas y la hice un boceto que reciprocó con una estruendosa
carcajada, para terminar con el abrazo agradecido.
En
el otoño de 1961 pasé al semanario PALANTE Y PALANTE, pero cada vez que nos
encontrábamos, aquella caricatura era el tema central de su conversación. Sobre
todo algunos años después cuando se me acercó para decirme: --Blanquito, tengo algo que
contarte. ¿Te acuerdas de la caricatura que me hiciste? Con mucho pesar he
tenido que descolgar el cuadro de la pared, porque mi pequeña hija Vicky llora,
riñe y patalea cuando lo ve, pues dice que ése tipo tan feo no es su papi.
La
obra según su propia confesión, terminó oculta en una de las gavetas del
escaparate, bastante lejos del alcance de aquella pequeña MAFALDA.
Tras
la confesión, ambos compartimos risas cómplices y nos separamos con otro fuerte
abrazo de despedida
Ha
pasado el tiempo, nos tropezamos a cada rato en el barrio donde vivíamos ya jubilados,
pero lamentablemente José Prado falleció hace poco tiempo y yo, sin enterarme
en ese momento.
De
su deceso se habló en el último aniversario de "PRENSA LATINA" celebrado en junio
del pasado año. Un hijo suyo, presente en el acto de confraternidad entre
nuevos y viejos miembros de la agencia, se me acercó para decirme que aquella
caricatura que le hice a su padre aún existía y aunque al casarse se separó del
hogar paterno, el dibujo se guardaba allí como una reliquia familiar.
Ni
tardo ni perezoso me dirigí al apartamento de los Prado en la calle Serrano
esquina a Santa Emilia, muy cerca de mi actual morada. Pero en aquella ocasión,
por mucho que se buscó no se pudo hallar ni por su esposa ni por su hija,
aunque me aseguraron que debía estar en algún rincón de la casa. De eso hace
casi un año.
Volviendo
a mis recuerdos del comienzo: En el día de hoy, una llamada de Vicky –su
hija--me sorprende para aclararme que la caricatura había aparecido y esperaban
por mí.
Raudo
mi hija y yo nos dirigimos a dicha casa y, efectivamente, tanto Silvia Ramírez,
la esposa de José Prado, como su hija María Victoria, de los mismos apellidos, me
esperaban con la pequeña cartulina en las manos.
Lo
curioso de este encuentro es que Vicky nació estando su padre de servicio en la
corresponsalía de Brasil, mientras se desarrollaban los combates en las arenas
de Playa Girón. Y al preguntarle su esposa Silvia vía telefónica, cómo ponerle
a la niña, el respondió de inmediato: ¡Victoria, en honor a la Victoria de Girón!
Al
entregarme el dibujo original, para hacerle una copia, aquella bebita que llegó
a odiarme por la imagen humorística de su progenitor, hoy se alegra de
compartir conmigo la satisfacción de recordarlo, con un abrazo tan fuerte como
el que su padre me propició al descubrir que una buena caricatura se parece más
que una foto al modelo, ya que al no posar, refleja su verdadero carácter.
Sea
pues ésta remembranza, mi modesto presente a María Victoria Prado Ramírez cuando el
próximo día 20 de abril arribe a sus 52 años de edad. ¡FELICIDADES!.
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