En noviembre de
2010 publiqué en este mismo blog dos sentidos trabajos, uno dedicado a la
capital de todos los cubanos “La Habana, ombligo del mundo” y el
otro un tanto más local pero igualmente íntimo ”Luyanó de mis entretelas” donde
incluí detalles de mi nacimiento en una clínica muy cerca de la Esquina de
Toyo, y mis mataperrerías infantiles en calles de tierra y otras peripecias sin
poder disfrutar de otras aventuras que los episodios de Chan Li Po en el radio y las matinées
dominicales en los cines del barrio. De esa remembranza anecdótica copio lo
siguiente:
“…Aquel era el
Luyanó de Bigote de Gato, de mis sueños, de la aventura, de las bromas
inocentes, del pitén del barrio, y de empinar papalotes en la Loma del Burro, la
cual ocultaba parcialmente el vecino y folclórico barrio de indigentes de Las
Yaguas.(…) En la panadería La Esquina de Toyo, el pan nuestro de
cada día siempre estaba acabadito de hornear, y los cines de barrio ofrecían tandas
infantiles a níckel per cápita. Son inolvidables las matinées del Dora,
Ritz, Fénix, Moderno, Apolo y Santos Suárez, que con el tiempo han pasado a
mejor vida…”
Acabo de descubrir
las causas al aproximarnos al 72º. Aniversario del “Teatro América” celebrado
el 29 de marzo, y hoy convertido en “Gran Teatro de Variedades”, uno de
los pilares del humorismo escénico en nuestra capital.
Debutó un 29 de
marzo con el film norteamericano “El Cielo y tú” interpretado por
Charles Boyer y Bettie Davis, en aquellos tiempos se pasaban dos películas por
tanda—una de estreno y otra de relleno— pero meses más tarde incluyó entre
cinta y cinta espectáculos con artistas afamados como Pedro Vargas y Toña la
Negra, entre otros muchos.
Aquel teatro de
Galiano y Concordia, me causó desde entonces el mismo efecto del viejo “Moderno”
de Luyanó; tal vez por su buen gusto y decoración interior, pero también por su
empaque externo, mostrando una elegante y original sobriedad arquitectónica.
En estos días
primaverales se celebró en nuestra capital el 12º. Congreso Internacional de
Art Decó, donde se reconoció la presencia de esa arquitectura en nuestra
capital, sobre todo en sus cine-teatros, señalados durante más de treinta años
como símbolos del “arte moderno” hasta que en 1966 se le reconoció el título de
art decó y se puso como mejor ejemplo el citado “Teatro América”, acompañado
de otros emblemáticos edificios como el López Serrano, el Bacardí, y la Casa de
las Américas.
Pero regresemos a
sus orígenes: En el reciente evento de arquitectura, se elogiaron los trabajos de
reconstrucción en el antiguo cine Lutgardita, de Boyeros (1932), hoy remozado
con el nombre de Cine-teatro “Sierra Maestra”. Este movimiento arquitectónico
con diseños novedosos abarcó toda la década de los treinta a los cuarenta representado
en los cine-teatros Galbán, Majestic, Rirz, Palma y Fausto hasta la obra
maestra del citado América. Pero lo más sorpresivo para mi fue descubrir que, el
primero construido en Cuba era precisamente aquel que tan perplejamente yo
disfrutaba en mi niñez, el Cine Moderno de la Calzada de 10 de
Octubre, obra del arquitecto López Robirosa en 1929. O sea que él teatro ya gateaba cuando yo daba el primer do de pecho.
Hoy, al pasear mis
82 abriles frente al espectro del Moderno --ajado por el tiempo, el maltrato
y la desidia—él, no yo--; pienso que merece el esfuerzo, como se hizo con el Lutgardita,
para rendir tributo a la primera construcción de Art Deco en este ombligo del
mundo que es mi Habana.
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