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19 dic 2010

LA AVENTURA: ANTES Y DESPUÉS DE SPIELBERG.

Cuando usted camina por las calles de La Habana en el mes de diciembre, y ve que en todos los cines hay tremendas colas, es que se está celebrando el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, aunque en verdad, se pasen películas de todos los continentes porque hay gustos para todos. Este año resulta excepcional al conmemorarse su XXXII edición y 50º. Aniversario del ICAIC. Yo que me considero cinéfilo desde la comedia silente de mi niñez, aprovecho esta oportunidad para expresar algo que siento de corazón.

Todo abuelo lleva su propio nieto por dentro. Tal vez eso explique mi adicción a los muñequitos en colores como se les decía por entonces, y a las películas de aventuras, desde aquellas matineés dominicales de los cines de barrio, cuando la televisión era sólo una quimera.

Por aquella época de Vitaphone y cintas en blanco y negro, todo nos lo tomábamos en serio, a tal punto que no podíamos explicarnos cómo aquellos fotingos de primera mitad del siglo XX, podían correr a esa velocidad supersónica, o ¿por qué al héroe, a pesar de todas las abruptas caídas, golpes y peripecias sufridos, nunca se le caía el sombrero? Hasta que ya adultos, descubrimos las maravillas de la cámara rápida y la utilización de un doble más calvo que una bola de billar. Sabíamos que nos engañaban, pero eso nos gustaba en una complicidad ingenua pero agradablemente emocionante.

Hace un par de años pude ver una de las últimas aventuras de Indiana Jones, “El misterio de la calavera de cristal”, en cuya oferta Spielberg nos propone más de lo mismo, con la diferencia de un Harrison Ford, tan viejo como su propio sombrero de fieltro, pátina que no pudieron salvar ni los efectos especiales. Con ello sus admiradores de entonces, nos vimos como en un espejo trucado, comprobando que calvos o canosos, ya no estamos para esos trotes, pues la imagen que rebota nos advierte que el tiempo no pasa por gusto…

Recordemos ese Hollywood del Star Sistem con príncipes azules cabalgando sobre blancos corceles para salvar a princesas, por lo general vírgenes de ojos verdes y espléndida cabellera rubia, donde los malos no eran solo malísimos, sádicos y asesinos, pieles rojas, negras, o amarillas, sino feos a matarse o contrahechos físicamente, y los buenos con algún defecto debían pasar primero por el departamento de reconstrucción facial para someterse a la cirugía plástica.

A mediados de la década del 80 del pasado milenio, la varita mágica de Steven Spielberg, tras demostrar en un primer intento que una rastra de 18 ruedas podía ser tan escalofriante en pantalla como Frankestein y después, que un Tiburón resultara más sangriento que el propio Drácula; continuó coqueteando con los clásicos, pero ahora, el mago de la pantalla –el del suspenso ya era Hitchcock- quiso quedar bien con unos y otros, logrando impregnarle belleza a un E.T. contrahecho, pero capaz de encender la llama del amor a todos por medio de un bondadoso dedo incandescente.

El éxito de taquilla lo embulló a crear nuevos federicos capitaneados por los Gremlins, y otros grotescos personajes. Personalmente pienso que eso cambió el concepto esquemático de lo bello-bueno, vs. lo feo-malo en el cine, en los cuentos infantiles, y en toda obra de ficción para niños y adultos hasta entonces.

¿Qué diremos entonces de la aventura por la aventura y del manipulado antagonismo entre el piel roja autóctono, pintarrajeado y ruin contra el cara-pálida bello y valiente? ¿Sobre que base estética nos imponían el canon de belleza foráneo? En realidad, los que inventaron aquello de escalpar y pagar por la cabellera ajena fueron los cara pálidas, no los pieles rojas.

Para imponer las premisas del colonialismo en África había que idealizar al prototipo de la metrópoli, lleno de buenas virtudes y escaso de ropa. De ahí surge el grito de Tarzán convocando a las “fieras autóctonas” contra las “tribus salvajes”.

A partir del primer Indiana Jones que fustigó la pantalla con su látigo cascabelero, más nunca fue creíble el héroe de ficción serio y buena gente, representado como un semi-dios griego, sino una caricatura de nosotros mismos, con limitaciones y defectos, venciendo nuestros propios miedos.

Independientemente de los criterios publicitarios y mercantiles de quienes sólo miden sus éxitos por los millones recaudados y lo catalogan como el Rey Midas de Hollywood, Lo cierto es que, Spielberg es un verdadero innovador, un desmitificador en toda la extensión de la palabra. Por ello, en mi opinión, la aventura en el cine sólo puede analizarse como antes y después de Spielberg.

En los primeros días de noviembre de 2002, invitado por el ICAIC, dicho autor nos visitó en compañía de su esposa la actriz Kate Capshaw y del fotógrafo James Kamiski. Entre las hazañas que protagonizó en nuestra capital está la foto que se tomó junto a la estatua del Caballero de París, para demostrar su parecido con nuestro popular personaje.

No sé de qué hablarían, pero recuerdo la noticia que circuló por entonces de su entrevista de ocho horas con nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro. En declaraciones a la prensa se refirió a su admiración por el cine cubano¸ así como la decisión de viajar a Cuba para encontrarse con nuestra rica cultura y comprendernos mejor.

Han pasado ocho años, Tras aquel encuentro, hemos podido apreciar en la pantalla otros proyectos más humanos y solidarios, a la manera de aquel antológico “Color Púrpura” con Danny Glover y Woopy Goldberg. Esto ocurrió el 25 de marzo de 2010, con motivo de celebrarse el Día Mundial del Recuerdo a las Víctimas de la Esclavitud y de la Trata Trasatlántica, cuando arribó a nuestro país la goleta ”Amistad” protagonista de su película homónima proyectada ese mismo día por la televisión cubana.

Mientras tanto, en la bahía de Matanzas, dos días antes y a escasos metros del Museo de la Ruta del Esclavo en el Castillo de San Severino, dicha nave hacía acto de presencia en recordación al primer acto de rebeldía en Cuba, exactamente 500 años atrás.

Eran muchas coincidencias en una sola visita, por eso quedarán en el recuerdo, las palabras del presidente de la UNEAC, el etnólogo Miguel Barnet, al considerar el impacto cultural de dicho acontecimiento y el gesto de hermandad de la tripulación de la nave “Amistad” haciendo causa común con su nombre, para poner otro granito de arena contra el bloqueo que nos tiene impuesto su propio país desde hace más de medio siglo.

Por todo ello, y por lo dicho anteriormente, aquí va un modesto tributo a Steven Spielberg: Mi última caricatura personal suya, sin levantar el lápiz.

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