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31 dic 2010

UN TESTIMONIO DE QUE NO ESTÁ MUERTA.

El 28 de enero de 1940, coincidiendo con el 157 aniversario de nuestro Apóstol José Martí, nació Miguel Barnet, folklorista, etnólogo y poeta de reconocidos méritos, además de buena gente.

Este recordatorio surge a propósito de un trabajo suyo titulado “La lengua que hablamos”, publicado en el periódico Granma el viernes 20 de agosto del 2010. http://granma.co.cu/2010/08/20/nacional/artic02.html

En el artículo, el eminente investigador apoya los esfuerzos del Ministerio de Educación por dar una mayor atención a la ortografía, pero hace hincapié también en la importancia del léxico. Según él, nuestro español no es una lengua muerta, por tanto no sólo debemos escribir correctamente las palabras, sino también luchar por el enriquecimiento del idioma con nuevos vocablos.

Para Barnet la variante cubana es un suculento potaje lexical donde se mezclan el chorizo español con el casabe indígena, al compás del tambor africano, todo ello condimentado con aromáticas especies asiáticas. Las nuevas generaciones deben aportar --y así lo hacen-- con sus lenguajes, ya cultos, ya populares, en una equilibrada renovación que nos identifique en tiempo y espacio.

Alerta el investigador que, aunque no vivamos en una sociedad perfecta, debemos tratar de perfeccionarla. Y yo agrego: El antiguo Don con que se saludaban antaño los caballeros venidos a menos de España con olor a rancio, fue puesto en solfa por el de la triste figura. Y del ámbito medieval salió de su fortaleza el amo del castillo para mantener los Buenos días, señor, hasta el de hoy. Los más ahorrativos, se limitan al solitario ¡Hola!, y más recientemente en nuestro país, surgió un Compañero que te da su mano solidaria junto con la frase cortés. Hoy es frecuente escuchar un raro “¡Qué bolá!”

Esta expresión resulta enigmática para mi: ¿Será con V de vaca o con B de burro? Si de volar se trata es con uve, y si de beisbol, con la más alta de las dos.

Incomprensible, pero aceptable. Peor que ello es ese buen habitante del siglo XXI que entra a cualquier lugar sin dar los buenos días, las buenas tardes, ni las buenas noches, lo que no es un buen ejemplo de buenas costumbres.

A veces involuntariamente tropezamos con innovaciones verbales que nos ponen la lengua de gallina.

Algunos sibaritas del lenguaje son tan selectivos que no dejan una “ese” en el plato: “Somo eso que noj la comemo al hablal”.

Otros no fallan por defecto, sino por exceso. Veamos:

Al agregarse a cualquier texto la frase un poco que”, el aporte se convierte en soporte; es decir, una especie de muleta muy necesaria cuando se cojea al hablar. Ni siquiera podemos calificar el hecho de facilismo, pues su uso es totalmente innecesario y abusivo.

Obviamente, hay molestos latiguillos que se utilizan frecuentemente pero inconscientemente por quienes los usan, pero el que los padece, sinceramente tiene que ponerse bravo, aunque el vocablo esté acertadamente empleado, --justamente por eso--, por ser doblemente inútil, sobre todo cuando algún comentarista de la radio o la televisión lo lance abiertamente al éter para convocarnos urgentemente a cualquier actividad inminente; y son cientos, tal vez miles quienes innecesariamente se ven expuestos al inclemente bombardeo de sus convocatorias, independientemente de que podamos cumplirlas o no.

Como pudieron apreciar en siete renglones se utilizaron 14 palabras innecesariamente.

¿Y qué me dicen del uso y abuso como tal, de ciertas palabras sobrantes para apoyar como tal cualquier pensamiento como tal? En mi opinión, ese defecto como tal, debe erradicarse del lenguaje cotidiano como tal. Si luchamos por reducir plantillas infladas como tal por obsoletas, debemos procurar lo mismo como tal.

Aquí han sido siete vocablos de más en solo cuatro y un piquito de líneas: ¿Por qué no ahorrar también palabras parasitarias?

Son frecuentes, además, los casos de aquellos que se dedican al cambalache de letras. Veamos como se efectúa la permuta de la R por la L, o el doble secuestro de la D y la R en una sola frase:

“Hemos fallao polque el poblema resultó complicao, ¿veldá?

En estos tiempos vertiginosos que nos ha tocado vivir, hay jóvenes que hablan peligrosamente a exceso de velocidad sin que se le ponga una multa en la vía. Pero peor aún son aquellos que lo hacen en los medios masivos de (in)comunicación:

“EnestespacioradialnoscomplcepresentarlesalmejorcorredordedistanciascortasdeCuba”.

Recuerdo que mis padres, frecuentaban los cines de barrio donde pasaban películas en español, ya mexicanas, argentinas, o españolas. ¿Las causas? Un bajo nivel de escolaridad de quienes leían con bastones mientras los textos traducidos avanzaban en cámara rápida, lo cual no les permitía perseguir la lectura del subtitulaje.

Nos ofendemos y hasta queremos fajarnos cuando nos mientan la madre o nos dicen algunas”malas” palabras, pero nos reímos al escuchar “joder, o”de puta madre” por boca de comediantes gilipollas españoles del cine o la tele. Cuestión de temperamento, dirían unos; de educación, otros. En mi criterio la diferencia estriba en la intención.

Lo cierto es que, nuestra generación también aportó lo suyo. Pasaron los días en que nos acuñaban aquello de que “cualquier tiempo pasado fue mejor” o que “la juventud estaba perdida”. Recordemos que la Cuba prerrevolucionaria padecía el síndrome del cachumbambé desde los tiempos de generales y doctores, con vaivenes entre las vacas gordas y las flacas. No había nada más parecido a un liberal que un conservador: Unos arrollando al compás de la “Chambelona, del tiburón que se baña pero salpica”; otros tras la conga del “Mayoral que viene sonando el cuero”. La controversia no era solo campesina sino electoral, con estribillos como estos: “Gómez-Arango, le zumba el mango” o “Zayas-Carrillo, victoria en el bolsillo”. En definitiva “la porra” del asno con garras enfrentada a la “tángana” universitaria tuvo que salir “echando”, para dar paso a la Revolución del 33 que “se fue a bolina”.

El desparpajo era tal que se necesitaba de un traductor para descifrar los galimatías de un Presidente cantinflesco, y hasta un alcalde tuvimos al que el choteo criollo bautizó Pepe Plazoleta.

La desvergüenza viajaba en cola de pato y vestía de dril cien, pero se beneficiaba de sufragios que se decidían con “cañonas, bravas, pucherazos” y hasta –“viajeras”, como en el dominó--. Los comunistas eran unos “ñángaras” y la gente común comía “catibía”; el que se quedaba sin trabajo perdía “la pincha”, se quedaba “sin pega” y pasaba al estado de “bruja o erizo”. Si todas estas palabras no resultaban un enriquecedor aporte al idioma, que venga Cervantes a cuestionarlo.

Sea éste mi modesto aporte al informe del presidente de mi querida UNEAC, en el preciso instante de cruzar la raya de los setenta y de este 2011 que comienza… ¡FELICIDADES POR PARTIDA DOBLE BARNET!

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