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25 abr 2012

LA DESGUAYABERIZACIÓN.

Se especula que este término desconocido hasta hoy, cobre vigencia a partir del último fin de semana, víspera de Playa Girón, Primera derrota del Imperialismo en América.
Y es que la autóctona guayabera espirituana, nativa del sur de la Isla y vecina de la Bahía de Cochinos, se convirtió por obra y gracia de ese mismo Imperialismo en la vedette de la última Cumbre de las Américas celebrada en Cartagena de Indias.
Cincuenta y un años han transcurrido desde aquel despetronque en las playas de la península de Zapata, donde todo un pueblo vestido de miliciano –menda incluído— respondía grito en pecho: ¡CON OEA Y SIN OEA GANAREMOS LA PELEA!
Presumo pues que esos polvos trajeron estos lodos a los Estados Unidos, pero los vecinos del Norte parecen no entender el español; y por lo visto, cada día se entierran más en las tembladeras de esa Ciénaga que, evidentemente también se les ha globalizado a tono con los tiempos.
Sus voceros fueron quienes publicitaron a bombo y platillo, que el Excelentísimo Señor Presidente de los Estados Unidos de América se presentaría en el “show” colombiano enfundado en una vistosa guayabera cubana, confeccionada especialmente para el evento. Ahí empezó la especulación de los grandes medios, tratando de desviar la atención a la médula del asunto.
Hasta el propio Comandante en Jefe, en una de sus reflexiones --la publicada el pasado sábado 14 de abril-- se refirió a ello bajo el título de “La Cumbre de las Guayaberas”, de ella extraemos su jocoso final:
“…Ahora tenemos la Cumbre de las Guayaberas. El río Yayabo y su nombre indio, totalmente reivindicado, pasarán a la historia…”
No es la primera Cumbre de las naciones celebrada al más alto nivel, en las cuales los pueblos se hayan encargado de bajarlas de dicha nube. Recordemos la del G-8, del G-20, y otras similares, igualmente fracasadas.
Para ilustrar esto, los invito a repasar “Cumbres Borrascosas”, trabajo publicado en este mismo blog.
A continuación les presento una miniaturización de dichas imágenes, para dejar constancia de que,  por mucho que se especule con las cumbres convocadas a bombo y platillo, siempre que sean especulativas, exclusivistas, y discriminatorias, el resultado será siempre el mismo: El fracaso. La gente aprende, sobre todo después de alfabetizase,  pues la ignorancia es el mejor caldo de cultivo para sembrar mentiras por muy encumbradas que sean.
Incluso, la propia guayabera ha sido víctima de numerosas especulaciones, desde su mismo alumbramiento en las márgenes de Yayabo durante el siglo XVIII. Para despejarnos el camino de las imprecisiones, acudimos a la mocha del fraterno Ciro Bianchi, la persona más indicada, por sus conocidas investigaciones anteriores, y sus desvelos desde octubre de 2007 en el proyecto de reanimación cultural que dio origen a “La Fiesta de la Guayabera”,  derivando con posterioridad en el Museo de la típica y criolla prenda.
Según él, se especula que en 1709 arribó a la tierra del Yayabo un matrimonio andaluz --José y Encarnación--,  quienes al recibir de sus familiares del terruño un corte de tela de lino o similar; el marido pidió a su media naranja que le confeccionara una camisa suelta de vestir por fuera del pantalón, con bolsillos grandes para llevar en ellos la fuma y otros efectos personales.
Aquello gustó en la zona, pero parece que chocó con intereses coloniales de la Real Compañía de Comercio, la cual monopolizaba la entrada y salida de mercancías en nuestro país. También se piensa que, el comercio de rescate o contrabando, implantado por los bucaneros, tan en boga entonces, logró romper aquel primer bloqueo colonial.
El colega Bianchi pone en duda la veracidad de tales precisiones, por la minuciosa exactitud en los datos y regulaciones oficiales, tratándose de una simple prenda doméstica. Sin embargo ahí quedó verbalmente impresa la leyenda de la guayabera, o más correctamente yayabera, pues nació a orillas de dicho río. Los guajiros de entonces –siglo XIX-- no la usaron;  por lo pronto la literatura de la época no da cuenta de ello.
La curiosidad nos llevó a indagar en las estampas costumbristas de aquellos tiempos, entre ellas algunos originales de Landaluze, y caricaturas del Liborio de Torriente. Pero tampoco descubrimos signos evidentes de ello. He aquí algunos ejemplos tomados al azar en la revista SIGNOS.
También se trató de especular con su presencia en la manigua redentora. Según los investigadores, --Ciro incluído--, nuestros mambises iban a la batalla sin uniformes; con la rústica chamarreta; a pecho descubierto; o con lo que tuvieran a su alcance. Recordemos que aquella otra prenda, mas fina y hasta lujosa, se reservaba para actividades solemnes o festivas por lo general.
Lo cierto es que su antecedente fue la camisa-–una de las prendas de vestir más antigua que se conoce--y con el transcurso del tiempo sufrió numerosas transformaciones.
De nuevo acudimos a Ciro Bianchi cuando nos aclara que, para convertirse en guayabera tuvieron que coserles pliegues hasta convertirlos en alforzas, se reforzaron los bordes y coberturas inferiores, surgieron los primeros picos al canesú del frente y de la espalda. Con todas estas innovaciones, se cree que no podía ser obra de una sola persona.
Especulación aparte, es pues un producto de la segunda década del siglo XX, --la caricatura de Torriente reproducida aquí corresponde a 1921--. Al ser dada a conocer su presencia y oficializarse a través del libro “Vocabulario Cubano” original de Constantino Suárez, (El Españolito) también en 1921. Sin embargo, vino a imponerse en la moda de los años 40, con la imaginación y el aporte de no se sabe cuantos sastres, camiseras y costureros de Sancti Spíritus y Zaza del Medio.
Aprovecho para recordar una curiosidad sobre cierta guaracha relativa a esa zona, titulada “Yayabo”. Pues bien, durante la insurrección armada de la Sierra Maestra en la década de los años cincuenta, surgió el Quinteto Rebelde, formado por seis: Cinco músicos y un caricaturista –Chago--, quien escribió muchas de sus canciones y parodias. Una de ellas era “Yayabo rebelde”, que comenzaba así:
“…Tú que me decías
que Fidel ya no bajaba ya
Fidel está en el llano
con su tropa de valientes
y el triunfo para gozar.
Ja ja ja Batista ya se va,
Ja ja ja Fidel va para allá…”
Pero, dejemos la pieza musical y volvamos a la pieza de vestir:
No fue fácil imponerse a la moda, todavía en 1941 se exigía el saco o la chaqueta para acceder a la platea de un cine de barrio, por lo que quedaba el recurso de la tertulia o “gallinero”.
Pero a mediados de ese siglo, otras puertas se abrieron: Muchos tabús fueron al piso, y la comodidad sustituyó al lujo y al boato. En la medida en que se abarataron los precios, las guayaberas fueron ganando en popularidad: Los botones de nácar se sustituyeron por los de plástico u otro material. De la tela de hilo se pasó a la de algodón y más tarde al poliéster.
No mentimos si decimos que la fama se extendió hacia el exterior y surgieron más allá de nuestras fronteras, negociantes, comerciantes, y especuladores. Pero también empresarios con atractivas innovaciones de nuestra típica prenda de vestir. Con solo dos ejemplos basta: Las llamadas Yucatecas y las Filipinas.
Los problemas económicos surgidos en los años noventa, como consecuencia del período especial, el auge del turismo en la captación de divisas, y otras medidas lamentablemente necesarias influyeron negativamente en esta moda que se ha convertido en fuente de moneda convertible y por tanto posible objeto también de especulación.
Hasta aquí una ligera exposición de modas sobre nuestra típica guayabera en la pasarela del tiempo, pero no nos alejemos del motivo principal, que es la Cumbre de las Américas.
Como gran parte del evento transcurrió a puertas cerradas, con prohibición a la prensa para divulgar al mundo lo que se estaba cocinando adentro, lo que yo diga alrededor de este caso puede considerarse también producto de la especulación; pero me tomo la libertad de imaginarme a Mr. Barack Obama enfundado en su flamante guayabera de warandol de hilo, tratando de refutar los cuestionamientos de sus “iguales” alrededor del bloqueo a Cuba, y la postura argentina en el caso de Las Malvinas.
Pienso que a pesar de la habilidad retórica que lo caracteriza, Obama abordase la postura del Imperio, defendiera el eufemístico “embargo”, y el mantenimiento en el siglo XXI del enclave colonialista de su socio, el Reino Unido, en el conosur americano.
En ese instante, las dos mangas largas con sus correspondientes yugos dorados, se cruzarían de brazos ante tamaña hipocresía. Las tres hileras de alforzas a ambos lados del pecho temblarían de indignación, y los 27 botones de nácar se caerían al piso de vergüenza.
En fin, el elegante y flemático presidente del Imperio quedaría prácticamente desnudo ante la opinión pública mundial. Pero esta desguayaberización mía, no deja de ser una especulación más.

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