ACLARACIÓN:
Las gráficas que aparecen en este trabajo han sido tomadas del álbum de 600
postalitas “Historia de Cuba”, editado en 1935, de mi colección infantil.
Hemos copiado de su introducción lo siguiente: “…Las postalitas para la
formación del álbum se encontrarán dentro de las cajetillas de los insuperables
cigarros ovalados, redondos y superfinos de “La Corona”, y los supergruesos de
“Susini”, elaborados exclusivamente con
las mejores vegas de Vuelta Abajo. - TABACALERA CUBANA, S.A…”
No
podíamos pasar por alto fecha tan definitoria como el 20 de Mayo, y comenzamos
a plantearnos esta semblanza a partir de un hecho muy particular que grafica el
tránsito de la nación a partir de uno de sus símbolos patrios: La bandera
Don
Tomás Estrada Palma se encontraba en Estados Unidos al ser electo Presidente, y
llegó a La Habana el 10 de mayo –es decir diez días antes de tomar posesión del
cargo.
Ese
día hace nada menos que 110 años se arrió por primera vez la enseña nacional en
lo alto del Morro para dar inicio a la República de Cuba. En varias ocasiones anteriores
había ocurrió algo parecido en ese lugar. Recordemos que durante un año ondeó
allí la enseña británica tras la Toma de La Habana por los Ingleses en 1762, y por
más de cuatro siglos, antes y después de aquella fecha, la española se mantuvo flameando
sobre nuestro mancillado litoral. Era pues éste de 1902, un simbólico acto para
dejar constancia mediática del cambio de poderes, en el hecho de bajar la bandera
de la intervención yanqui, e izar la de la estrella solitaria, simultáneamente
en tres lugares: El Palacio Presidencial, La Cabaña y el Morro.
A
partir de entonces el show estadounidense se repetiría infinidad de veces en el
circo de una república estigmatizada con el rabo de la Enmienda Platt colgado
de su mancillado trasero.
Todavía
no se había construido el Malecón habanero, y ya nuestro carnaval iba por
dentro: La careta de una independencia mediatizada impuesta a la fuerza, ocultaba
la sangre, el sudor, y las lágrimas derramadas en treinta años de lucha libertaria.
Sobre este aspecto Máximo Gómez en su Diario de Campaña, (1-1-1899), se refiere
a la humillante y también discriminatoria firma del Tratado de París sin
participación cubana: “…Tan natural y grande es el disgusto y el
apenamiento que se tiene en toda la isla , que apenas, y como no es realmente
el Pueblo, ha podido expansionarse celebrando el triunfo de la cesación del
poder de sus antiguos dominadores.(…) Tristes se han ido ellos, y tristes hemos
quedado nosotros porque un poder extranjero los ha sustituido. Yo soñaba con la
paz con España, y esperaba despedir con respeto a los valientes soldados españoles,
con los cuales nos encontramos siempre frente a frente en los campos de
batalla, pero la palabra Paz y Libertad, no debía inspirar más que amor y
fraternidad, en la mañana de la concordia entre los encarnizados combatientes
de la víspera. Pero los americanos han amargado con su tutela impuesta por la
fuerza, la alegría de los cubanos vencedores, y no supieron endulzar la pena de
los vencidos…”
Es
decir que la farsa organizada tres años después ese 20 de mayo, no era más que
la confirmación de su frustración.
Pero
del lado de allá del Atlántico también llegaban tristes lamentos. Publicaciones
españolas como “El Carbayón” de Asturias (20 de julio de 1898), también
pronosticaron lo que iba a ocurrir después bajo la bota estadounidense. Veamos:
“…Tratándose
de los Estados Unidos es inútil abrigar esperanzas, ellos han planteado la
cuestión en una forma sencilla y clara: La bolsa o la vida; y no hay más fuerza
que aceptar así el problema. Por la fuerza de las armas han conseguido muy
poco, por la Paz nos han despojado de todo. (…) Ellos no buscaban más que la
independencia de Cuba, pero se llevan todo lo demás; han declarado a la faz de
Europa que sólo esgrimirían las armas para redimir a los cubanos, pero ahora se
apoderan de todo nuestro imperio colonial, y ni aún harán a Cuba
independiente...”
Como
si esta opinión no bastara, otra publicación española “El Diario Asturiano de la
Mañana” diría dos meses después:
“…Quédese
Cuba en buena hora con sus extensos cañaverales, sus inmensos potreros, sus
feraces vegas de selecto tabaco, sus inaccesibles bosques, sus pintorescos
palmares, y sobre todo, con sus nuevos huéspedes erigidos en árbitros y
señores, que le impondrán nuevo idioma, nueva religión, nuevas leyes, y nuevas
costumbres…”
Precisamente
sobre esto quisiéramos abundar, pues con motivo del Bicentenario de Aponte, y
el Centenario de la Protesta de los Independientes de Color, durante todo el
mes de abril, se celebraron en Cuba diversos actos y profundos debates protagonizados por
historiadores e investigadores.
El
pasado viernes 18 de mayo, en los momentos en que me disponía a escribir estas
descargas, tanto el diario GRANMA, como el programa de LA MESA REDONDA en TV,
abordaron ampliamente esos temas.
La
revuelta de los Independientes de Color fue provocada por la Ley Electoral
Morúa Delgado de 1910, la cual prohibía la formación de partidos políticos por
motivos de raza o religión. Ello condujo de mayo a julio de 1912 a un
enfrentamiento armado en la región oriental que pedía la derogación de la ley.
Sobre
ese aspecto en las tropas mambisas primaba el principio de obtener grados no
por el color, sino por el valor. Por el contrario en las tropas intervencionistas
yanquis existían regimientos de blancos y regimientos de negros.
El
mejor ejemplo que durante la República mediatizada no cambio nada, o casi nada-- fue la
construcción del Monumento al Maine, como homenaje al águila imperial, aquí
fotografiado tras su construcción en 1925.
Si
algo debemos celebrar en Cuba este 20 de Mayo, es sentirnos hombres libres y no
sumisos bueyes, porque el Primero de Enero de 1959, nos quitamos para siempre
el yugo Made in USA que nos humillaba. Calixto García podría desfilar hoy en
Santiago de Cuba al frente a sus gloriosos veteranos sin prohibiciones imperiales.
Y lo que soñó Martí, por fin se hizo realidad, porque Fidel se lo ha cumplido.
Sí,
estamos de fiesta, pero distinta y diferente a la parafernalia sagüesera: En
una Cuba libre y soberana. Con una gloriosa hoja de servicios. Solidarios con
el resto del mundo. Invictos frente al Imperio Español, invictos en Playa Girón,
invictos en Angola. Libres de analfabetismo; con una salud pública envidiable.
Libres de parásitos intestinales y otros microbios, por no repetir lo de esos gusanos
que siguen viviendo en el pasado. Allá ellos y su sainete del 20 de Mayo.
El
nuestro es algo muy serio, y lo conmemoraremos de verdad:
Cuando
nuestros Cinco Héroes Cubanos regresen a la Patria.
Cuando
la ilegal prisión que mantiene el imperio en Guantánamo sea desmantelada.
Cuando
ese territorio usurpado y ocupado por la ilegal base regrese a sus legítimos
dueños.
En
fin:
Cuando
el hipócritamente edulcorado “embargo” inventado por los Estados Unidos sea puesto
al desnudo, y tengan que meterse su inmoral “bloqueo” por donde mejor les
quepa.
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