El
próximo día 17 de junio se celebrará el Día de los Padres en Cuba, y eso me
trae a la mente que hace exactamente un año, ese domingo coincidió con mi
regreso a la patria. En aquella ocasión fui invitado por primera vez a los Estados Unidos para celebrar el primer
cumpleaños de mi primera nietecita Miranda.
Soy
un octogenario cubano, a mucha honra. Muchos de mis familiares y amigos han
quedado en el camino. Mi libreta de teléfonos cada día está más triste, flaca, y vacía.
Todo
esto viene a relucir porque desde que llegué aquel domingo festivo del 2011, a
pesar de las nuevas tecnologías y el bombardeo sistemático de los medios
informativos; familiares, vecinos, y hasta colegas de la prensa, me preguntan.
--¿Cómo es eso por allá?
Trataré
de ser lo más concreto posible:
En
primer lugar Miami no es La Habana, y mucho menos Cuba. Por su gracia y jacarandosidad, más parecido tenemos
con Cayo Hueso.
Allá:
Si no tienes carro climatizado estas frito: Primero, por las distancias;
segundo, la premura en todo; y sobre todo, el calor incluso en primavera ardiente
como la que me tocó a mi.
Como
soy jubilado, es decir veterano de a pie, me quedo con lo mío. Es que la
Florida tiene la misma temperatura nuestra; pero yo puedo salir de la Esquina
de Tejas y llegar caminando al refrescante Malecón habanero bajo la sombra de
los portales de Monte hasta el parque de la Fraternidad, y de ahí bajar por
todo el Prado. También pudiera hacerlo desde los Cuatro Caminos, por Belascoain
hasta el Parque Maceo.
Del Malecón no abundaremos porque en el mes de mayo hablamos de él en este blog, y la foto que mostramos ahora de la Plaza Vieja en la Habana Vieja, es sin embargo nueva, y muestra lo dicho. Si se fijan bien notarán que se le puede dar tantas vueltas a dicho emplazamiento sin coger sol; sólo caminando por la sombra de sus soportales.
Del Malecón no abundaremos porque en el mes de mayo hablamos de él en este blog, y la foto que mostramos ahora de la Plaza Vieja en la Habana Vieja, es sin embargo nueva, y muestra lo dicho. Si se fijan bien notarán que se le puede dar tantas vueltas a dicho emplazamiento sin coger sol; sólo caminando por la sombra de sus soportales.
Si
algo le debemos a nuestro Eusebio Leal es el disfrute de “Andar la Habana”. Creo
que nuestra capital es el único lugar del mundo donde al alienado turista se le
hace camino el andar.
Veo
a Miami como una postal de esas en colores: Todo lindo, todo limpio, todo
ordenado, al estilo de los museos o a una sala de operaciones, con olor a
desinfectante: Los edificios modernos; la Avenida Collins y su muestrario de
arquitectura art-deco, las amplias autopistas con más de 8 sendas. Los
Speedways, los Causeways, y los Expressways, te dejan ¡Way! Allá no way
portales, ni frondosos árboles protectores. Y si quieres cruzar uno de esos caudalosos ríos de
asfalto hirviente, ni te atrevas. Busca el semáforo más cercano tres millas
adelante, o quedarás en el way.
Pero,
no todo es malo. Vi cosas increíbles: Por ejemplo, nuestras tiendas de lujo en
el pasado eran tan exclusivistas que no empleaban mujeres y mucho menos subiditas
de tono. ¿Y los bancos? ¿Recuerdan aquella primera portada de PALANTE?
Actualmente
en los supermercados, Molls, shoppings, y similares visitados por mi, la
mayoría de los dependientes son mujeres y hombres “de color” o “latinos”,
los había también en servicios públicos como correos, guarderías
y bibliotecas, entre otras muchas instituciones estatales. Como si la
discriminación de antaño en EEUU.se hubiese socializado. No puedo afirmar lo
mismo de los bancos, bufetes, y las grandes corporaciones, porque en todo ese
tiempo no entré en ninguno.
Yo
me pregunto ¿A qué se debe esto? ¿Son más bajos los salarios? ¿Estarán
obligados a redondear sus ingresos con los “tips”? ¿Será acaso ese 99% de
empleados públicos a quienes primero les llegan los recortes y los despidos en
las crisis como las actuales? Porque dajémonos de cuentos, en EE.UU. todo se
mide con dinero.
A
propósito, en las grandes tiendas por
departamentos y otras menos agraciadas existen por miles letreros llamativos
que dicen SALE, SALE y ninguno ENTRA, ENTRA. Gracias a mi traductor personal
descubrí que la clave del éxito está precisamente en ese ÉXIT; sólo por allí
pude salir.
En
la calle, nadie te para o te advierte nada y no hace falta: Por doquier avisos
de todos tamaños y colores son suficientemente explícitos en inglés, cuyo
incumplimiento se traduce en multas y penalidades que dan pena..
Apenas
vi policías de tránsito, además innecesarios; para eso están las cámaras
sincronizadas a los semáforos, sin contabilizadores de segundos que te adviertan
como los “chinos” nuestros. Por lo tanto, a las vías rápidas, la alta velocidad
y los cambios de luces instantáneos, se suma una tecnología de punta, con la
que el chofer no puede discutir, porque no se le amonesta.
Al
día siguiente por internet te llega una linda instantánea por valor de 100 USD,
donde ves como las gomas delanteras de tu auto pisan ingenuamente la raya cómplice
del fisco, mientras un guiño lumínico señala que te llevaste la amarilla. ¡Imagínate
cuánto si fuera la roja!
Allá
todo está limpio, reluciente y climatizado, desde el automóvil y las oficinas
hasta las viviendas. No hacen falta campañas contra el tabaquismo.
Tampoco
esas que dicen: “Un incendio puede evitarse”; pues en auto cerrado no entran
moscas, ni humo tampoco; en las oficinas menos, y en tu propia casa, --si estás
tenso--, debes salir a fumar al patio o al parqueo, pues al menor humito suena
la alarma y se desencadena la parafernalia de los bomberos, --con sus equipos,
sus sirenas, y sus costos--, que también te los pasan por la piedra, perdón,
por correo.
Hay
otras muchas vivencias de ese corte, captadas aquí y acullá. En cada una asoma
la oreja peluda de la coerción económica.
Del
911 y el FBI nada les cuento porque, de continuo desayunamos, almorzamos, y
comemos en Cuba con ellos. No hay un
dichoso serial, o teleplay foráneo que los dejen en paz.
El
teatro, el cine, los museos, los zoológicos, todo cuesta --¡y cómo!-- de ahí
que nuestra diversión cotidiana fuese la televisión, con una programación las
24 horas, en decenas de canales –algunos en Español y otros intraducibles--donde
priman la publicidad y las ventas de quemazón, como aquellas antiguas del “Machetazo”
en Cuba.
Los
más viejos conocemos ese gancho de…-Rebajado a $999.99-- en vez de mil
verdes. Para los que no sepan ingles, les traduzco: Son 24,000 pesos M/n.
En
cuanto a las películas, usted debe prepararse a verlas descuartizadas, o sea por
capítulos--como las telenovelas—porque cada 15 minutos son interrumpidas para
venderle un carro que no necesita, o un descuento de cualquier producto que
tampoco le hace falta. Si no dispone por lo menos de cinco horas, ni lo
intente, o le tendrán que contar el final al día siguiente.
Vi
algunos espacios humorísticos aceptables, pero la curiosidad del criollo es
tanta, que son conocidísimos en Cuba; pero quiero detenerme en otros de gran
impacto para la teleaudiencia de origen latino. Como es el programa “Caso
Cerrado” en español, diseñado acorde con el gusto estereotipado de los
patrocinadores, o sea “típicamente latinoamericano”.
Cuenta
con la Dra. Pola, una abogada-conductora que sabe de leyes, con un carisma especial pues… ¡Hasta
canta entre comercial y comercial! Por tanto, no pude sustraerme al impulso de
hacerle una caricatura personal viéndola en la pequeña pantalla. ¡ALLÁ VA ESO!
Soy
lego en la materia, pero siento que los casos que se presentan, o que pude ver
en esos días, tienden a exacerbar
nuestros defectos, o sea la chusmería, la guapería, las palabrotas. Incluso se
les permite a los litigantes ofenderse mutuamente, o irse a las manos en medio
del juicio. En fin: ¡El reality-show vigueta con la guapería del solar
llevado a los tribunales el sopapo en vivo y en directo!
En
cuanto a los dibujos animados. Tal vez sea una apreciación muy personal, pero
los personajes de Disney de antaño, tan humorísticos y alegres, se han vuelto
sosos, retóricos, y faltos de gracia. El Mickey y el Donald de mi infancia,
tan dinámicos y sorprendentes, parecen hoy estirados profesores dando clases de
latín antiguo o de trigonometría. Me quedo pues con Elpidio Valdés, Fernanda, Chuncha,
o el Capitán
Plín; pero sobre todo, con esos maravillosos dibujos animados musicales
del ICAIC, en las voces de Teresita Fernández, Lubia María Hevia, y otras tantas
voces especializadas en la canción infantil. ¡VIVAN PUES EL CUBANIMA Y LA
COLMENITA!
Todas
las comparaciones son malas, pero quisiera terminar con mi impresión de lo que
acaba de transcurrir en Cuba y lo que presencié allí hace aproximadamente un
año:
La
final del Play-Off entre Ciego e
Industriales fue algo tan emocionante y espectacular que deberá pasar como
récord a la Historia del deporte del
beisbol cubano.
Allá
fui invitado a un partido nocturno entre los Florida Marlins y los Washington Nationals. Como
constancia de ello les muestro el boletín de entrada al estadio viejo, el Sun
Life Stadium de Miami. El nuevo acaban de estrenarlo este año. Pero nos
cobraron como nuevo, pues el parqueo resultó muy caro, la entrada a las gradas
del centerfield por el estilo, y el juego bastante monótono. Claro, el público
no toca ensordecedoras cornetas ni congas bullangueras en las gradas, para eso
están los altoparlantes que solo molestan entre innings. Después, silencio
absoluto. (Parece que también hay multas). Lo cual agradecen peloteros, umpires
y mi Trompa de Eustaquio en particular.
Del
partido no recuerdo nada importante, sólo la voz de mi hijo cuando dijo: -- El
cuarto bate Sánchez, ése de primera, es un cubano, pero de aquí.
Todavía
a un año de aquella expresión, sigo pensando qué me quiso decir.
Lo
del baloncesto era distinto; se discutía la final de la NBA y resultaba
dificilísimo con$$$eguir entradas. Nos conformamos con ver los partidos por
televisión ya que los famosos Bulls (Toros) de Dallas enfrentaban
a los Heats (Candela) de Miami. Había un trío de ensueño por los locales:
Leblon, Wade y Bosh. Tampoco
pasé por alto esta oportunidad, y aquí les dejo mi impresión musical de ese
trío:
El
ambiente previo a la gran final era también candente: Cientos de afiches, autos
circulando con banderolas desplegadas, y otras excéteras publicitarias en cada
rincón de la ciudad te abrumaban. Las tiendas repletas de camisetas deportivas,
pero el precio aumentaba según el número en la espalda del basquetbolista correspondiente.
Las del famoso trío costaban tres por tres, veces más que el resto. Y en la
calle las conté por cientos entre los y las jóvenes, --por cierto, me dio más
busto verlas a ellas, que a ellos.
Pero
sucedió algo insólito, los Heats se enfriaron de tal manera que
perdieron el partido final. A la mañana siguiente…¡La cagástrofe!
Como
si hubiese explotado una bomba de neutrones dejando la ciudad intacta pero la
gente atomizada. Las tiendas amanecieron con rebajas astronómicas en los
mostradores de las camisetas deportivas. No había clientes, y me imagino que ni
regaladas los floridanos las aceptarían.
A
los pocos días desaparecieron por completo, y me perdí la oportunidad de pacotillar una ganga
para mi nieto del lado de acá del charco. Esa fue la última impresión que me
llevé antes de regresar, y como ven, --tanto en las buenas como en las malas--
allí todo depende del dinero. Dicen que este año la historia se repite, pero en
vez de tres héroes del basket sólo quedaron dos bajo el aro, como si la crisis
financiera y los despidos hayan invadido
el tabloncillo.
¿Hasta
los presidentes? En noviembre habrá elecciones. Veremos si también les toca a
ellos.
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