En
trabajos anteriores abordamos algunos aspectos de la Toma de la Habana por los
Ingleses, hecho militar ocurrido a
partir del 14 de agosto de 1762 en que la enseña británica aparece sobre la
bahía sustituyendo a la española. Y cuya ocupación duró alrededor de un año. En
ese tiempo se produjeron cambios sustanciales en el desarrollo, sobre todo de
la capital, que marcaron pautas.
El
costumbrismo criollo registra el dicho: ¡Llegó la hora de los mameyes! nacido
hace 250 años con motivo de la invasión de las tropas del Almirante Sir George
Pocock, debido a las llamativas cascas
rojas de la marina británica.
En
cuanto al comercio: Significó romper el férreo monopolio de la Real Compañía de
Comercio de la Habana, pues a partir de ese cambio muchas mercancías que
entraban de contrabando, fueron legalizadas: Una de ellas resultó ser la
cerveza.
Hasta
entonces,--según nuestro permanente suministrador de curiosidades históricas: El inefable Ciro
Bianchi, en su sección de JUVENTUD REBELDE
el 16 de octubre hace un año, nos contaba que:
“…La
cerveza entró a la isla por la parte
oriental, venía de contrabando desde Jamaica (…) Con la instauración del libre comercio
entraría en grandes cantidades. Unas 130 marcas que se ofertaban en tabernas,
cafés, bodegas, e incluso en boticas. La promoción otorgaba propiedades
medicinales a algunas marcas cerveceras, alemanas por lo general y se llegó al
extremo de recomendarlas para niños y mujeres en el periodo de lactancia.(…) La
“Cabeza de Perro” ganó gran arraigo hacia 1850, y la
marca “Tennet Lager”, también británica; llegó a tal punto que
muchos cubanos llaman laguer a tan espumoso líquido. (…)
Marcas alemanas, noruegas, norteamericanas, francesas, portuguesas, españolas,
y de otras nacionalidades trataron
durante la Colonia de derrotar a las inglesas en las ventas. No lo lograron…”
El
colega completa la historia con un
acercamiento a los intentos cubanos por entrar en la cervicultura:
“…La
cerveza cubana nació en 1841 cuando Juan Manuel Asbert y Calixto García (nada
que ver con el famoso militar de igual nombre) empezaron a producirla en una
fábrica que emplazaron en la calle San Rafael esquina a Águila. Esperaban
elaborarla con el jugo de la caña de azúcar que sustituiría a la cebada
europea. El intento fue un fracaso, y a partir de ese momento se contentaron
con embotellar el refresco líquido que
llegaba en barriles desde el exterior. (…) En 1888 el alza de los impuestos
sobre las importaciones aconsejó a los comerciantes del patio su elaboración en
Cuba. Surgió así en Puentes Grandes la “Tropical”,
un producto cubano, pero de baja calidad. No demoraría en mejorar cuando
maestros cerveceros franceses y alemanes contratados especialmente terminaron
confiriéndole a la cerveza el toque necesario.(…) Otra cerveza cubana “Tívoli”,
que instaló su fábrica en 1901, en la Calzada de Palatino le hacía la
competencia y cosechó también lauros en el exterior…”
Lo
que se desencadenó a partir de todo el siglo XX, con el auge del espumoso
líquido, el calentamiento global que cada vez más se hacía sentir sobre todo en
los partidos de fútbol o pelota, pero sobre todo, sus tres grandes fabricas “Tropical”
“Polar” y “Hatuey”, con promociones que incluirían la construcción de
tres estadios capitalinos donde solo se expendieran sus exclusivas marcas, son
solo pequeños y espumosos sorbos de esta jacarandosa competencia de un producto
que vino no sólo para quedarse, sino
para extenderse. Si no que lo diga “La Princesa” pinareña; la
“Manacas” villaclareña, o la “Tínima” de Camagüey, para poner
solo tres ejemplos provincianos.
Pero
nos hemos alejado un poco de aquel acontecimiento que nos marcó hace ya dos siglos y medio y que provocó el
cambalache más grande en la historia del continente con la devolución de La
Habana, por los ingleses mientras España soltaba la inmensa y deshabitada
península de la Florida; y Francia perdía otro buen trozo del pastel en Canadá.
Estos
son sólo algunos aspectos tomados al azar, porque quisiéramos agregar otra
curiosidad más al respecto.
Como
nos referiremos a algo de lo cual apenas se habla, trataré de situar la fuente
para que los interesados también se sorprendan. Es sobre el primer documental
de arte producido por una firma cubana NOTICIERO CINE-REVISTA y realizado por
un director y realizador cubano en 1958:
Tomás Gutiérrez Alea (Titón).
Es
el documental de arte “La
Habana 1762”, --que tiene según el autor del libro “Ojeada al cine cubano”, el
inolvidable José Manuel Valdés Rodríguez las siguientes virtudes:
“…Significación
e implicaciones trascendentes, fílmicas, estéticas, didácticas, culturales, más
financieras y comerciales desde el punto de vista de la producción y
exhibición de películas. (…) Digamos
primero que “La Habana 1762” forma parte de
una edición de Cine-Revista, que el productor Manuel Barbachano Ponce
inició en México y trajo luego a Cuba. (…)
Como
no he visto la película, pienso que se basó en la utilización de la serie de 14
grabados del artista Dominique Serrés realizados in situ durante el
ataque y que se guardan en los archivos patrimoniales de la ciudad. He aquí dos
de ellos: Si se fijan bien verán que le
hemos dado mayor contraste a la segunda imagen, captada al final de la
contienda, para que pueda distinguirse la bandera británica en lo alto de la
fortaleza tomada. Volvamos a la crónica:
“…En
cuatro minutos de proyección “La Habana 1762” nos presenta la toma de nuestra
ciudad por los ingleses, hecho cuya relevancia no necesita subrayado. La
colección de grabados de la época propiedad del señor Álvaro González Gordon ha
sido el material gráfico utilizado. (…) Esa facultad egregia, resultado del
movimiento de la cámara y de la acción
del montaje es la que le imparte el dinamismo a los elementos estáticos, a un
cuadro, a un fresco, a un dibujo, o a una estatua.(…) Y la cámara, y el
montaje, y la acción de la luz, más la música y el sonido integran una unidad
expresiva con tal poder de convicción que vemos moverse materialmente hombres y
navíos, y relampaguear los cañones, y retemblar fortalezas. (…) Producto del
joven realizador Tomás Gutiérrez Alea, escenarista y director formado en Italia
y unido a Cine-Revista desde la fundación, ha sido secundado por el filmógrafo
José Tabío, Es “La Habana 1762” una obra íntegramente cubana, primera de su
clase hecha en Cuba…”
Con
estas palabras del maestro Valdés Rodríguez, sobre una obra de hace 54 años, y poco
divulgada de ese genio del cine cubano que fue Titón, se le abre a uno el
apetito por verla, y celebrarlo junto con los dos siglos y medio de la
irrupción sin prohibiciones de la “cerva” en Cuba, pero bien fría y jacarandosa.
Por lo pronto eso me pasa a mi. ¿A ustedes no?
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