La
primera película de dibujos animados realizada en Cuba fue “Napoleón, el faraón de los
sinsabores” de Manuel Alonso. Autor con una vasta obra cinematográfica,
pero apenas ranqueado como dibujante humorístico. La obra se exhibió al público
en 1936.
(Lamentablemente
no cuento con una copia de dicho personaje).
Quién
iba a imaginar que dos años después, en la sureña Manzanillo, el 24 de julio de
1938, naciera alguien tan vinculado con esa manifestación artística.
Se
trata de Gaspar González Díaz, pichón de cubano y asturiana--Gaspar Rafael y
María-- ésta última natural de Cangas de Onís.
Cursó
estudios en la academia de dibujo “Garcés” donde sus condiscípulos lo llamaban
Gasparito, como aún lo hacemos sus colegas y amigos.
El
dibujo humorístico en Cuba estuvo influenciado a partir del siglo XX por los tres
grandes de la caricatura personal Valls, Roseñada, y Blanco; y la actualidad
política sintetizada en grandes rasgos por los personajes de Torriente, Abela,
y Nuez: “Liborio”, “El Bobo” y “El Loquito”. Pero también de
los comics yanquis y los funnies cinematográficos de Disney.
El
subrayado es a propósito, pues me refiero a una etapa anterior a la televisión,
la cual llegó a Cuba en la década de los años 50 del siglo pasado.
El
joven Gaspar incursiona en la especialidad por esta época, en que la gráfica
publicitaria —más en la forma que en el contenido—viene influenciada por la
llamada línea Busestow y otros realizadores de la (UPA), un movimiento
surgido de la ruptura de algunos de sus discípulos con la firma disneyana
Según
el mismo nos confesara, a partir de 1956, junto con otros inquietos jóvenes
dibujantes, Gasparito se incorpora a la Agencia “Mercado, Survey y Publicidad”
de Mestre y compañía--magnate del recién estrenado consorcio Radiocentro—quien realiza
spots, telops y otros encargos para algunos programas de la CMQ, como “Jueves
de Partagás” y
“Casino de la Alegría”, pero también solicitan sus servicios otros
canales que transmitían los juegos de beisbol profesional.
Con
el triunfo de la Revolución, la publicidad comercial desaparece y aquellos
inquietos creadores del sector pasaron a formar parte de las nuevas propuestas
revolucionarias.
El
pequeño grupo de la televisión—Gaspar González, Manuel Acevedo Laborde,
Palmieri, Manuel Lamar (Lillo), y Fresquito Fresquet, integró un departamento
adjunto al Noticiero de TV, que más tarde formó la SEPROF, (Sección de
Producción Fílmica) bajo la dirección de Sergio Nicols y Marcos Behmaras.
Datos
suministrados por Gaspar nos recuerda que los primeros dibujos animados que
salieron de estos estudios fue “El Loro Granjero”·donde compartió
autoría con Fresquito, le siguió “El Cofre” de este último, “Cuidemos
nuestras
flores” del recién ingresado Miguelito, y por último “L.P.V.”
de Manuel Lamar (Lillo), precisamente, a continuación, un still de esta
producción.
Hace
exactamente 50 años el Instituto Cubano de Radio (ICR) se transforma en el
ICRT. Poco después, proveniente de PALANTE ingresa e él Miguelito, diseñador de
la publicación, junto con su esposa Rosita como realizadora de línea-relleno y
animadora. Dos años más tarde se incorpora el conocido Luis Castillo.
Los
datos e imágenes que acompañan este trabajo fueron proporcionados por el propio
Gaspar González, gracias a a su prodigiosa memoria y a su documentación, mucho más
golpeada que él por un eterno combate contra el implacable Dios Cronos.
Aún
con esos inconvenientes hemos podido ofrecerles este fresco, modesta
representación del dibujo animado en la televisión cubana, cuya marcha paralela
con sus acólitos del ICAIC, le brindaron y brindan inolvidables delicias a
generaciones de cubanos—grandes y chicos--.
Nuevas
caras y firmas aparecen en el sector gracias no solo al ejemplo, sino al
magisterio que muchos de ellos han desarrollado, y Gasparito en un lugar
destacado por su experiencia y su dedicación desde los lejanos tiempos en que
cursó estudios en la “Pannonia Films Studio” de Hungría.
Al frente del departamento, dirigió los innumerables “Coctelitos” de la TV y
con una vastísima obra coronada con uno
de sus más populares personajes, “Chuncha”.
Por
lo general los protagonistas de dibujos animados emigraban cuando adquirían
popularidad en el papel y pasaban entonces al celuloide. En el caso de esta
abuelita cariñosa que siempre --se y nos-- sorprendía con su ¡ALABAOOO! ocurrió
todo lo contrario: Del animado al cómic, pues debutó en 1965 para una mención
televisiva y un año más tarde reaparece en “Muñequitos”, de Ediciones en
Colores, donde también Gaspar publica su “Musulungo”, hasta que un siniestro
provoca el cierre en llamas del taller de impresión.
Gaspar
continuó colaborando con el proyecto de Aurelio Martínez y Fidel Morales, que
pasó a formar el Grupo PL de la agencia PRENSA LATINA, donde se
internacionalizó con las publicaciones C-Línea.
“Chuncha”
también apareció en el tabloide EL MUÑE editado en la década de los años 80
por la Editorial Pablo de la Torriente,
he aquí una de esas versiones:
La
serie “Chuncha” que cuenta ya con decenas de animados ha demostrado
gran pegada, por el carisma de su protagonista–la tierna viejita--su
inseparable perro “Cacharro” y otros personajes secundarios, al descansar en un pegajoso
tema musical, y situaciones coloquiales y simples, pero de gran contenido
humano. Todo ello como marco de argumentos que reflejan la idiosincrasia de nuestro pueblo con una fuerte
carga costumbrista.
A
sus numerosos reconocimientos nacionales y foráneos, Gaspar González suma el
Premio Nacional de Animación de la
Televisión Cubana por los 40 años
de “Chuncha”.
Pero
dejemos que el propio Gasparito nos cuente el origen de la saga:
“La idea surgió
hace muchos años, cuando yo le dibujaba a Lillo los primeros guiones de uno de
sus más famosos personajes “Chicho Durañón”. Después, él mismo
acometió la puesta en papel de aquel perfecto cicatero y avariento “amarrete”.
En una de aquellas conversaciones, surgió la idea de “Chuncha”, partiendo de la
imagen brindada por una simpática enfermera oriental así nombrada, que apoyaba
su carisma con un metal de voz único. Pero, esos eran sólo sus componentes
externos; en realidad, la esencia del personaje había que buscarla en mi propia
y querida madre María Díaz, cubana y asturiana, que en paz descanse; mujer
llena de cariño por los animales, las plantas y las personas, dotada de una
hiperquinética voluntad que demostraba en cualquier actividad ya fuese en su
propio hogar, el barrio, o la nación”.
“Chuncha” es pues obra del amor, como toda obra de
arte que se respete… Pero, al final me queda una duda: “Si por lo general a
nosotros—los creadores de personajes humorísticos—y a mí en particular, me
llaman el padre del gordo y el flaco --los protagonistas del “!Ay,
Vecino!”—En el caso de Miguelito ¿Quién es por fin “Chuncha”, su hija o su
mamá”.
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