De Jesús Orta Ruiz, “El indio
naborí” hemos escrito en varias ocasiones. La más reciente durante la pasada
Jornada Cucalambeana, donde se le rindió homenaje por arribar a su 90º. Aniversario el próximo 30 de
septiembre.
El solo hecho de escoger ese
seudónimo, Naborí-- nativo trabajador--cuando todos los poetas de su época
querían ser príncipes o caciques del punto cubano, da la medida de nuestro
héroe, fiel a su pueblo y sus raíces.
Y es que Jesusito, el hijo de Maya y
Payo, nació en la finca “Los Zapotes”, próxima al río Luyanó, que daría nombre
al barrio más cercano, donde ocho años más tarde nació este que está aquí.
En cierta ocasión él hablaba sobre
la condición citadina o no, de esas zonas capitalinas que por su carácter
suburbano eran consideradas antaño zonas rurales, y Juanelo era un buen
ejemplo.
Aquel era un conglomerado de fincas
pobladas por familias campesinas y obreras pobres, buena parte de ellas formada
por emigrantes españoles y asiáticos, o sea, un típico barrio mestizo y
marginal, caracterizado por el casi-río,
la línea del férrea que lo atravesaba
haciendo temblar la tierra al paso de los vagones, y hasta una plaza de toros
por cuenta propia, --ya que desde la Intervención Yanqui, la fiesta brava estaba
oficialmente prohibida en nuestro país.

De ahí que el pequeño Jesús, mucho
antes de querer ser un “naborí”, soñó igualar las faenas de Manolete o
Dominguin en aquel ruedo cercano, lo que reflejó en una de sus primeras
composiciones poéticas “Fiesta Brava”.
Banderillero del día
se pone el verano un traje
de luces, y mi paisaje
se viste de Andalucía.
Coreo un ¡OLE! que truena
cuando el ruedo—luna llena-
vestida de plata y oro—
deslumbra con negro toro,
roja capa y banca arena.
Otras de aquellas primicias del
imaginario infantil fueron dedicadas a la cercana ceiba--testigo de sus juegos -–o
los miedos al jinete nocturno, la bola negra, o el jigüe y al pequeño río,
hábitat de éste último.
Con la urbanización del reparto San
Miguel del Padrón, la finca de sus padres fue vendida y la familia Orta-Ruiz
alquiló una casa a precio módico en el
callejón Castillo del propio reparto; así que de la finca “Los Zapotes” solo
quedó el sabor de esa aromática fruta.
Estos son algunos esbozos de sus
comienzos, después vinieron los estudios, la primaria, la adolescencia… Si la
ciudad crecía, el niño Jesús no podía quedar atrás, y sus sueños encerrados en
la maleta del colegio pugnaban por salir al viento, junto a sus inquietudes
políticas, su vocación periodística, o esa fuerza telúrica que se encerraba en sus
versos.
Sólo una anécdota que lo caracteriza
desde aquellos lejanos tiempos: El parque Tuma de la Cazada de Güines, en
memoria de un destacado médico
guanabacoense, se inauguró precisamente en un acto público en presencia
de las autoridades locales. Los oradores fueron el jovenzuelo Jesús Orta Ruiz y
del Dr. Waldo Medina, el llamado “juez de los pobres”.
En cuanto a su vocación
periodística, dejemos que sea él mismo quien lo cuente:
”…A caballo me llegó el periodismo.
Mi vinculación con el periodismo tiene
un origen que pudiera parecer increíble… Mi padre era un montero iletrado, uno
de esos hombres de campo de los cuales Martí dijo cuando entró por Playitas de
Cajobabo: --¡Qué cultos son estos analfabetos!...”
Con estas palabras comienza Jesús
Orta Ruiz un extenso análisis de esa sabiduría popular que caracteriza a
nuestro pueblo, y que él sintetiza en su propio padre, quien reconocía sus
deficiencias académicas, mientras inculcaba a su hijo la necesidad de “Ser cultos para ser libes” como
también nos enseñara el Maestro.
Es también poco conocida su
participación hace 60 años en la
confección del periódico clandestino de denuncia SON LOS MISMOS, junto a Fidel,
Melba y colaboradores muy cercanos de la Generación del Centenario.
Entre sus muchos trabajos publicados
por la revista BOHEMIA, recordamos aquel
del Primero de Enero de 1959, donde abordaba la precaria situación de los niños
campesinos y los rústicos juguetes artesanales a que podían aspirar hasta ese
momento en el Día de Reyes.
Son solo dos botones de muestra pues
tanto en prosa como en verso, su obra puede considerarse colosal y sólo
disponemos de un breve espacio.
Recomiendo pues, la lectura de los
tres trabajos publicados en este mismo blog personal con motivo de la pasada
Jornada Cucalambeana, cuyos títulos son: “Llegué con 81 y regreso con 18”, “Jornada por todo lo alto” y ”Dímelocantando en Las Tunas”
No podemos terminar sin agradecer y dar crédito a las compañeras
Doreya Véliz Real, y Juana Caridad Fernández Pérez, a quienes no tengo el gusto
de conocer personalmente; pero han escrito una joyita sobre la vida de Jesús
Orta Ruiz para Ediciones Extramuros, 2004 titulada “Los Misterios de Naborí”.
De esta esclarecedora obra hemos seleccionado los datos biográficos de sus
comienzos, pues de su descomunal obra ustedes saben tanto o más que yo. Reitero
pues las gracias a las fuentes, que en este caso sí se corresponden con la
Fuente de la Juventud.
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