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11 dic 2011

INDIGNADOS AL 99 %

Como he contado anteriormente, en la primavera de este año durante tres días visité la ciudad de Nueva York, que en esos momentos estrenaba sus mejores galas durante las Pascuas Floridas.

Apenas transcurrido medio año, el movimiento de protesta conocido como los “indignados” llegó al corazón de las finanzas del Imperio, ocupando Wall Street y creció como la espuma allí, en toda la nación, y en los países más desarrollados del mundo.

Inexplicable comportamiento éste visto desde la superficie de la Bolsa de Valores, pero como todo fenómeno tiene esencias y apariencias, me fui a cierta lectura que Eduardo Galeano nos ofreció y que la revista Casa facilitó en su edición de junio-septiembre de 1999 bajo el título de “Decires y callares”. En uno de sus párrafos subrayo las siguientes frases:

“…Pedro Saad caminó sobre las aguas. En el centro de Rusia, una tarde de mucho frío, Pedro caminó por encima del río Volga, que el invierno había congelado. Pedro estaba solo, pero mientras caminaba iba sintiendo, en las plantas de los pies, la vibración del río que estaba vivo bajo el hielo… Hacía ya unos cuantos años, al otro lado del mundo y del tiempo, Pedro había caminado por alguna calle de Guayaquil, una tarde de mucho calor. Pedro estaba solo, pero mientras caminaba iba sintiendo en las plantas de los pies, el latido de la tierra que estaba viva bajo el asfalto…”

Me llamo Francisco no Pedro, pero la lectura me trasladó de inmediato a mi experiencia neoyorquina, cuando caminaba por sus calles y con alguna frecuencia mi andar era interrumpido por alguna chimenea o respiradero. El humo permanente y cálido salía de sus entrañas para demostrar que algo estaba vivo allá abajo, y no era el Metro solamente.

Tal vez la reflexión de Galeano explique lo que para mi, y creo que para muchos de mis vecinos también, resultaba inexplicable:

Bajo la superficie de las sociedades de consumo, con sus lujos y sus suntuosas extravagancias, bajo la Quinta Avenida y Times Square, vibra el corazón de los miserables desde los tiempos de Víctor Hugo, o de los Condenados de la Tierra que nos hablara Franz Fannon. En fin, volviendo al Galeano de “Las Venas Abiertas de América Latina. Ese libro fue un regalo único e invaluable que Chávez le hiciera no hace mucho al presidente Barack Obama, y que ojalá el prematuro Premio Nobel de la Paz 2010 haya leído para bien suyo y de todos.

A partir de ahora trataré de individualizar a ese 99 por ciento de “indignados”, pero me encuentro con una sorpresa. No sé si en otros idiomas ocurre lo mismo, pero en español, busqué noventa y nueve palabras con el prefijo in, que significa oposición y me quedé corto. ¡Encontré 886 palabras comenzando con esa partícula! Y si agregamos otras de igual significado que comienzan con im, por ejemplo: Impedidos de manifestarse contra el imperio de las transnacionales, que imponen una política económica imprudente e implacable la cifra podría superar el milenio.

Por tanto, una tarea que pintaba difícil, me resultó bastante cómoda. Aquí van mis 99 indignados o sus causas, cada uno de ellos identificados con letras negritas:

Todo individuo debe sentirse intranquilo con la crisis económica

que viene produciendo inseguridad laboral

e insondables contradicciones

de un futuro incierto

y la inclemencia de los tiempos en que se vive,

caracterizado por la indiferencia

debido a políticas incoherentes

y gobiernos incomprensibles;

lo que provoca insuperables conflictos

e incuria de los acomodados ante la pobreza generalizada.

Somos pues víctimas de la inconsistencia oficial

con represiones inútiles

e incesantes agresiones

de administraciones indolentes,

imposibilitadas de mejorar

la injusta situación económica,

e incesantes regulaciones creadas

por gobiernos indiferentes

ante las incontrolables y voraces corporaciones

a veces ocultas como sociedades incógnitas,

o independientes de las leyes,

que provocan regulaciones inhumana

ya sea contra deudores insumisos

o alguien incómodo

cuando es víctima de acciones indecorosas.

En este caso uno no debe mostrarse indeciso,

o indiferente ante los hechos,

y mucho menos incrédulo,

pues aunque parezcan inocentes,

el daño ocasionado por estos parásitos puede ser inmenso

al sentirse inmunes al peso de la ley.

La resistencia debe ser incuestionable,

adoptando posiciones incorruptas,

incompatibles con el delito,

inmunes a la penetración ideológica,

y capaces de intensificar la lucha

contra esta nueva inquisición.

Seamos implacables contra la avaricia,

insubordinados,

y rebeldes incorregibles;

enfrentémonos a quienes pretenden instalar

en los gobiernos a políticos inmorales

y en el mejor de los casos inocuos,

como si estuvieran en la inopia,

o fueran insensibles

ante la injusticia y el despojo;

esa sería nuestra mejor forma de insurrección

frente al cabildeo innoble

de las corporaciones y el saqueo internacional.

Integrémonos,

no seamos instrumentos dóciles

a la intimidación

y la insidia

de voceros a sueldo del terrorismo mediático e inculto del siglo XXI,

e inmutable ante la realidad

de los inminentes cambios

que por lógica deben iniciarse

con el desarrollo indetenible

de países incorruptibles y emergentes,

esos que ofrecen nuevas propuestas e iniciativas,

tendientes a combatir la injusticia,

y la indigencia social

de este mundo moderno, pero ingobernable.

Insistimos en estos términos

conscientes de que los explotadores instigan

para dividir a los pueblos inmaduros

e inconsistentes;

momento inminente para producir el zarpazo

innoble del neocolonialismo

y el intercambio desigual.

No olvidar que el mejor aliado de la intervención extranjera

y las guerras de rapiña son los intereses de las transnacionales,

las zonas de influencia,

el petróleo, y otras fuentes de ingreso fácil,

para incrementar sus millonarias cuentas bancarias,

mientras intoxican al resto del mundo

amenazándolo con la intransigencia

o la invasión,

en respuesta a cualquier iniciativa que signifique

cambios incisivos en esa política de guerra,

como palanca de sustentación en su infinita sed

de dominio global e intimidación.

Volviendo a las calles insurrectas de Nueva York

y otras tantas de un primer mundo hasta hace poco intacto,

ahora las campanas del la pobreza, la indigencia y el desempleo

tocan insistentemente a rebato también a sus puertas

para recordarles que nadie es inmune a las crisis,

ni siquiera, aquellos insaciables bancos y cabilderos

que creyéndose libres de pecado, crearon una crisis inmensa,

hipotecaria, industrial, bancaria, económica, financiera, y climática:

Es decir, sistémica pero, algo infinitamente más peligroso nos amenaza;

la indeseable pérdida de valores

que nos convierte en bestias inhumanas,

insensibles ante la desgracia de sus semejantes.

De eso se trata en estos plantones juveniles contra la indiferencia oficial,

la de esos que nos llevará inexorablemente a una tercera guerra mundial.

Se sabe que el mundo, no es infinito.

Algún día tendrá que desaparecer inminentemente,

pero de nosotros los humanos inteligentes depende que nos dure un poquito más.

Cuente y verá que hasta aquí son 99 las palabras señaladas:

Como anotamos al principio, hay muchas más recogidas en la investigación; éstas son sólo el 99 por ciento representativas de movimiento Ocupemos Wall Street.

El ejercicio nos bastaría para despedir el año con un mensaje de paz, y armonía, tratando por todos los medios de que aquel APOCALIPSIS anunciado por la Biblia, no nos agarre NOW.

He aquí la copia de una de las 15 láminas que el maestro del Renacimiento Alberto Durero con apenas 25 años de edad hiciera para la serie “Apocalipsis”. En ella los cuatro jinetes pronosticados por la Biblia: --La muerte, el hambre, la guerra y la peste-- amenazaban ya al mundo a mediados del siglo XVI. Este 2012 que se nos viene encima al galope parece precedido por esos mismos fantasmas. Ojalá que no: ¡FELIZ AÑO NUEVO!

20 ago 2011

CAYO HUESO NO EXISTE (1)

El cubano es curioso por antonomasia. A tal punto que si pudiera hablar en el alumbramiento le hubiese preguntado a la comadrona: --¿Dónde estoy?-- Y es bueno que así sea porque preguntando se llega a Roma. Dígamelo a mi que, aunque nunca he visitado la capital italiana, a los ochenta años, la curiosidad me llevó a conocer a mi nieta en los Estados Unidos.
Esta misma expectación la compruebo en mis compatriotas a partir del regreso al terruño. El intenso bombardeo de preguntas que he recibido desde mi regreso es sólo comparable al de las bombas de la OTAN contra Libia, y casi siempre es la misma interrogante: -¿Qué fue lo que más te sorprendió?
Por lo general los curiosos han quedado más estupefactos que antes porque las respuestas mías han sido igualmente inesperadas. Confesar que tres meses en Miami y tres días en Nueva York no me tomaran por sorpresa, parece una falacia. Para un periodista veterano no resulta ilógico si ha dado bastante rueda por el mundo, pero alegar que lo más inesperado haya sido Cayo Hueso, sí resultaba un asombro para todos ellos.
Y me explico: En primer lugar. Cayo Hueso no existe. Su nombre es Key West, y no es tampoco el último de las casi 200 millas de islotes que se extienden hacia el sur más allá de tierra firme, empezando por Virginia Key hasta el último de ellos, Dry Tortuga, considerado hipotéticamente vírgen y mártir.
El mayor de ellos, Cayo Largo se hizo famoso en 1948 cuando filmaron allí Humphrey Bogart y Lauren Bacall su película consagratoria. Sin embargo, el que nos ocupa es el más occidental de la cadena y por tanto su nombre como explicamos antes es Key West. Se trata de una de las tantas cubanizaciones que acercan a la Geografía (west) con la Anatomía (hueso) por una aberración de la Fonética (espanglish)
En segundo lugar es el más cercano a nuestro país, del que nos separan solamente 140 kilómetros,-- más del doble de la distancia que hay entre él y Miami--, aunque allá insistan en acortar las distancias a millas, como también ocurre con las 90 de los pitchers en el beisbol.
Debíamos ir entre semana por causas lógicas. Sábados y domingos resultan casi imposible por la serpiente metálica de autos que pujan inútilmente por llegar allí, y lo mismo ocurre en los tranques del regreso a la pincha del lunes. Por tanto fuimos un martes y había que regresar el mismo día, así que sólo estuvimos unas cuatro horas en el cayo y dos de ellas con dolor en los callos, porque, al igual que nuestra Habana Vieja para disfrutarla bien hay que recorrerla en la guagua de San Fernando –un ratico a pie y otro caminando--. Me imagino la impresión que pudiera llevarse allí nuestro querido historiador Eusebio Leal, con tanto que le gusta “Andar la Habana”.
Por lo que a mí respecta, me encantó: Bajo el mismo sol tropical, el mismo cielo azul celeste y el bullicio de nuestras calles estrechas, compartimos aceras y bulevares con animales domésticos. Si La Habana es la capital de todos los cubanos y los perros, Key West es la ciudad de los gallos y lo que le cuelga del gallinero: En Cuba es famosa la propaganda para evitar accidentes con la imagen del niño detrás de la pelota cruzando una calle, allí la cosa es diferente.
En más de una ocasión presenciamos el frenazo de un automóvil ante el paso de una gallina, porque detrás de ella venía su distraída cría.
Al transitarla tal parece que el tiempo se haya detenido en ella a fines del siglo XIX. Hostales y bungalós de madera a ambos lados de sus paseos, todos ellos de uno o dos pisos perfectamente maquillados, a base de colorete blanco, con la sonrisa roja de sus tejas, contrastando con jardines o áreas verdes. El centro del pueblo lo cruzan aceras estrechas y pequeños establecimientos al estilo de la Habana Vieja, donde se oferta en cantidades navegables café, tabaco, y ron, al estilo cubano; --cosas de la publicidad-- porque todos allá y aquí sabemos que inmigración prohíbe la entrada de esos productos al país.
Para no cansarlos, Cayo Hueso está lleno de estatuas que interrumpen a cada paso al peatón con su gracia y colorido, porque a diferencia de la solemnidad acostumbrada producto del mármol o el bronce, son como monigotes de papel marché en colores, o maquilladas al estilo Max Factor Hollywood.
Aquí vemos un curioso transeúnte que se lanza al piso en la acera del cine “Atlantic” con el fin de ver desde lo más profundo a una Marilyn Monroe, fajándose con el viento del subway neoyorquino en aquella comedia de adulterio con censura tipo 1955, “La Comezón del Séptimo Arte”. Pero no es la única estatua que yo sepa; existe otra de ocho metros de altura frente al “Chicago Tribune” y en ambas se repite la misma escena filmada por Billy Wilder, para publicitar la película y de paso despertar las testosteronas machistas con ese ícono del “Sex Symbol” que fuera Marilyn Monroe.

Tremendo susto pasó mi nieta de un añito, al tropezarse en la entrada de un establecimiento de efectos marinos. Habían colocado allí un esperpento “fricky” hecho de esponjas para promocionar su venta. Recordemos que el Cayo fue durante un tiempo el primer exportador de esponjas para toda la Unión, hasta ser desplazado por Tampa. Diariamente, mientras me enjabono cuando me baño con una de ellas, recuerdo aquella escena.
¿Y qué decir del monumento colosal a los dos bailadores de mambo, rumba, o cha-cha-cha frente a la escalinata del Museo de Arte?, o ese marino barbudo, pipa en ristre y gorra de visera, descansando en un banco del viejo muelle al estilo del John Lennon cubano, pero en technicolor.

Dice el viejo enterrador de la comarca que Hemingway llegó al Cayo por primera vez en la primavera de 1928 y se deslumbró por la captura allí de los grandes peces oceánicos. Según lugareños, el Papa conducía un auto a lo largo de 20 millas para pescar en los puentes, muelles y embarcaderos de No Name Key; y se aclara que cobró su primera aguja en Dry Tortuga. Aventuras que se extendieron hasta 1932 cuando comienza sus pesquerías con el “Pilar” en aguas de Cojímar y la cayería norte cubana. Ha descubierto un Nuevo Mundo en La Habana de la que se queda prendado para siempre, con un daiquirí en la izquierda y un mojito en la diestra. ¿Sabe Dios por qué lo hizo?... Tal vez el profeta San Francisco de Paula asomado a La Terraza, sea el único que pudiera explicar ese misterio.
Lo que sí sé, porque lo comprobé en este viaje, es que actualmente al Papa se le sigue recordando en la versión “cayohuesera” del “Sloppy Joe”, con fotografías y detalles que colman las paredes del bar, en una inundación gráfica solo interrumpida por el tañer de la campana situada en la caja contadora, anunciando que un nuevo cliente cayó en el jamo.

Allí otro cayuco, --¿se llaman así los habitantes de los cayos?-- me contó que este nuevo “Sloppy Joe” del lugar, no se parece en nada al antiguo, donde cientos o miles de ajustadores colgaban del techo, como estandartes de otra época en que las pepillas bilingües de entonces se despojaban de sus “sostenes” al pasarse de tragos o de otros alucinógenos. Pienso que el “gancho” desapareció en la medida en que hoy, ellas le dan el pecho a la situación, y apenas usan esas prendas íntimas debido al calentamiento global.
Del famoso mojón de Key West hay mucho que contar. Repito, para que quede claro: --Mojón, guardacantón, hito, poste, o coto--, el cual señala el lugar exacto que marca las 90 millas de distancia entre nuestros dos países. Es fácil de encontrar por la larga fila de turistas y curiosos que esperan su turno para la consabida fotografía grupal del recuerdo.
Me topé con otra sorpresa a solo unos pasos de dicho monumento:
Una pequeña caseta pintada de blanco que pasaba inadvertida para los ojos de cientos de visitantes, pero el olfato periodístico me llevó hacia aquel pequeño local donde, seguro había gato encerrado. Me acerqué a la tarja conmemorativa, saqué mis gafas de aumento y leí con mucho detenimiento y no poca sorpresa. Como posiblemente la reducción fotográfica no permite la correcta lectura del mensaje en la loza, nos hemos permitido la traducción del mismo, con mi limitadísimo Espanglish:
“…27… La Cabaña del Cable…”“…Esta estructura de concreto fue construida en el territorio continental y transportada por el ferrocarril de Flager hasta el cayo en 1917…” “…El propósito era proteger la conexión entre este sitio y las 125 millas de cable telegráfico que vincularía a Key West con La Habana, Cuba…” “El primer mensaje internacional se transmitió a través de un cable similar durante las Pascuas de 1900…” “…John W. Atkins llamó a Cuba y tras un largo silencio Cuba respondió: --No nos entendemos…” “Circa 1917”
Han pasado casi 111 años de aquel acontecimiento… Y todavía seguimos sin entendernos. Finalizo anunciando sorpresas mayores que nos reservó Cayo Hueso en mi visita, las cuales fui descubriendo tarja tras tarja.

10 jul 2011

Notas de viejo… O sea, de viaje (3):LA GRAN MANZANA

Como prometimos en una edición anterior, ahora les ofrecemos una cronicuela gráfica sobre la visita que hiciéramos a Nueva York, invitado por mis hijos, aprovechando la temporada baja en paquetes de viaje y estancia durante la primavera, pues una vez finalizado el curso escolar, como en todos lados, allí se disparan los precios en los hoteles a la altura de sus propios rascacielos, se repletan los aviones, y los asientos disponibles hay que adquirirlos por las nubes.
Fue una experiencia inolvidable: Acostumbrado como estaba en mi doble condición de humorista gráfico y periodista, había visitado una docena de países y lógicamente varias megaciudades donde el panorama se puede captar fotográficamente en forma horizontal, como en este ejemplo.
New York le llaman la Gran Manzana y no por gusto, por tanto tiene talla XXL de alto, y si quieres admirarla en todo su esplendor no te queda más remedio que verla como si fueras una insignificante hormiga. Lo digo con orgullo, no hay en la Naturaleza un ser más esforzado que este laborioso insecto. Toda regla tiene su excepción, también en la turística Manhattan hay buscavidas, homeless y gente que vive del tip ajeno en casi todas las esquinas. Así la vi yo:
Cuando arribamos al aeropuerto La Guardia, una enorme serpiente de taxis amarillos nos aguardaba para devorar nuestras maletas y trasladarnos a la Avenida Lexington y 47 donde el hotel Radisson nos abrió sus puertas automáticas. Nunca había visto tantos carros de cambio y automático de alquiler juntos, pero lo más sorprendente:
La cantidad de taxistas hindúes allí existentes. Esta es una muestra de ello:
La proliferación de taxis se debe a la ausencia de parqueos públicos o privados. El viejo Nueva York se moderniza por segundos, pero el viejo territorio sigue siendo el mismo de la Ley Seca. Algo así como meter La Habana en Guanabacoa. O ese flaco del barrio al que todos llaman caña hueca quien se fue en vicio, pero no engorda. De ahí la ventaja de un auto pequeño como éste:

Allí todo es a lo grande: Desde el Central Park, el Empire State o el Rockefeller Center, hasta la pizza familiar que ordenamos en un pequeño restaurante de la Pequeña Italia.
No le extrañe pues tropezarse con un aplastante anuncio de sandalias en el Times Square, o una colosal ampliación del rostro de Lady Gaga con su última extravagancia de la moda en cualquiera de las paredes del Down Town.
Ibamos de sorpresa en sorpresa y de norte a sur por todo Broadway hasta tropezarnos con la más grande de todas: Tan impactante como la Gran Muralla China, --el ChinaTown de Nueva York, --donde vimos con nuestros propios ojos más asiáticos por metro cuadrado que en la propia República Popular China y su gigantesca población. He aquí dos tomas a punta de lápiz de una de sus amplias avenidas…Como último paso no quisiéramos pasar por alto la imagen de la ciudad de los rascacielos a distancia y de paso pasar frente a la Estatua de la Libertad,
---sin lugar a dudas el monumento más caricaturizado del mundo—el cual también ha sido víctima de mis propias descargas en más de una ocasión. Así la vimos, fotográficamente desde la cubierta del ferry que nos trasladó hasta Staten Island, pero prometo darles próximamente mi versión personal , como todo humorista gráfico que se precie de serlo.
Nos veremos más adelante en otras notas de viejo…Perdón… de viaje durante este octogenario periplo a noventa millas de Cubita la Bella.