El colmo de la popularidad llegó con la versión cinematográfica que hiciera en dibujos animados Walt Disney a mitad del siglo XX aproximadamente. Es una fantasía de “cuentos de camino” y príncipes encantados o “encantadores”, pero en nuestro país las hubo, por miles más --como dice el encabezamiento--: De carne y hueso.
Sin ir más lejos, el viacrucis de la trata negrera implantada por el colonialismo, trajo como mercancía a nuestro continente una buena cantidad de africanas para laboreo en las plantaciones, o como domésticas en las casas señoriales de los encomenderos y funcionarios públicos del régimen.
Satisfacer los apetitos sexuales de Su mercé o del señorito se consideraba por entonces un multioficio, en los contenidos de trabajo de esas mujeres por lo general jóvenes y fuertes. El mestizaje resultaría el PIB de tan singular inversión.
Finalizada la Guerra Necesaria preconizada por Martí, la metrópolis quedó en bancarrota y en la cresta del tsunami español, otra emigración diferente producto de su naufragio económico inundó nuestro país como parte del Sueño Americano. Ya no soldados o reclutas, ahora eran pobres labriegos, comerciantes arruinados, proletarios en paro, y otros desplazados o desplazadas, esta vez blancos, --en busca de fortuna,-- como decían en la aldea antes de partir.
La gran mayoría jamás materializó esos sueños y no pudieron regresar al terruño. Los más afortunados --o astutos—lo hicieron convertidos en indianos, calificativo un tanto ambiguo para identificar a los “nuevos ricos” allende el charco.
Datos que hemos tomado del libro ”Los gallegos de La Habana” de la colega Ángela Oramas Camero, Editorial José Martí, 2007, nos permiten resumir la denuncia de una de ellas, publicada en la revista GALICIA (28-8-15).
“…Esa triste mujer que para su desgracia emigra sola, sin familia ni amigos aquí; si algún primo o paisano alguna vez se le acerca es para perderla, (…) Largos años vivieron en Cuba sin protección alguna, (…) La moza que no tenía otra alternativa que emplearse de criada, corría el riesgo de ser violada por el señorito o cabeza de familia de la casa, y si quedaba embarazada, era expulsada y destinada al desempleo, cargando la cruz de la deshonra…)
Me permito agregar: “…Y el torno de la Casa de Beneficencia a veces resultaba su salvación…” Pero esa es otra historia que duró hasta que se hizo justicia con el triunfo de la Revolución hace exactamente cincuenta y tres años.… Tal vez regresemos sobre este tema en otra oportunidad.
Comenzaba el siglo XX, y algunas congregaciones regionales de beneficencia y recreo ya rendían sus frutos, pero la más emblemática de todas era sin dudas…”El muy Ilustre Centro Gallego de La Habana”…
Veamos su origen: A un mes del fusilamiento de los estudiantes de medicina, el 31 de diciembre de 1871, en el teatro Albisu, se acordó la fundación de la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Galicia, germen que se extendió a otras instituciones para dar socorro a los asociados emigrantes y sus familiares.
El aumento de la membresía gallega con sus modestos aportes y el apoyo de magnates del comercio y la industria hicieron posible el milagro en la República, a partir del 20 de mayo de 1902, con el izamiento de la bandera cubana en sus salones, y un baile en el antiguo local del Teatro Tacón, donde asistió el propio presidente de la República “Don” Tomás Estrada Palma.
La primera piedra del fastuoso edificio de San José y Prado, fue colocada en medio de la intervención norteamericana, el 8 de diciembre de 1907, cuando ya contaban con centros de estudio e instituciones culturales. Así como el sanatorio “La Benéfica” en la calzada de Concha en la barriada de Luyanó.
Esta es la historia del -o de los- príncipes encantados, veamos ahora la de las cenicientas a partir de nuevos datos tomados del periodista Ciro Bianchi en su sección dominical del diario JUVENTUD REBELDE (2-10-2011) bajo el título de “Casas de salud”.
Sobre las gallegas en Cuba, nos cuenta el destacado costumbrista que “…constituían la oveja negra de la emigración española y el Centro Gallego, con su poder y representatividad, ocultó su existencia y quiso ahogar la sociedad que surgió a la vida el 12 de junio de 1912 con el nombre de Solidaridad Pontevedresa, y que cinco años después, el 18 de enero de 1917, pasó a llamarse Hijas de Galicia...”
En honor a aquellas honorables cenicientas fundadoras, continúo con la narración del colega:
“…Muy pocos saben cómo y por qué surgió esa casa de salud y si lo saben prefieren no recordarlo. Es una historia desgarradora que documentó en un libro el historiador cubano César González Pagés. Nació como una hermandad en torno a la prostitución para dar asistencia a mujeres que no tenían acceso a los hospitales y morían de sífilis en las casas de recogidas (…) El boicot del Centro Gallego contra Hijas de Galicia cesó en 1919 sin resultados. La institución siguió su curso. Acogía sólo a mujeres y a niños de uno u otro sexo…”
Cuento esta historia porque el edificio de “Hijas de Galicia” se levantó en la barriada obrera de Luyanó, una de las zonas más pobres de La Habana, flanqueada por la Loma del Burro, --adonde mis familiares me llevaban de niño a empinar papalotes--, y por el barrio de indigentes de Las Yaguas, --afortunadamente ya desaparecido--. Allí nacieron mis tres hijos, pues en épocas pasadas de privatizaciones capitalistas resultaba mucho más económico el servicio mutualista que ofrecían por módicos precios los sanatorios al estilo de estas sociedades regionales.
Además “Hijas de Galicia” contaba con un balneario propio en la playa de Marianao, al que tenían acceso sólo los asociados.
Hoy convertida en Hospital Materno Infantil "10 de Octubre" Hijas de Galicia.
Y colorín, colorao… el cuento de “La Cenicienta de carne y hueso” está acabao…
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