De esa obra hemos escogido algunos párrafos que estimamos necesario darlos a conocer, independientemente de repetir algunos aspectos ya abordados por nosotros.
Según Neira Vilas:
José López Lledín fue conocido en la Habana a lo largo de más de 40 años como el Caballero de Paris.
Nació en una aldea del municipio gallego de Fonsagrada en 1899. Fue un niño soñador, escribía versos, emigro a Cuba en 1920, era timido y muy sensible, siguió estudios de comercio e inglés.
Un día comenzó a trastornarse, abandonó su trabajo en el Hotel Sevilla, se dejó crecer el pelo y la barba, vistióse con una capa de mosquetero. Entonces dijo que era el Caballero de Paris, (tambien se autonominó Conde de Montecristo Vizconde de las Américas, pero eso de “caballero" le gusto más, y los habaneros así lo llamarón de por vida.
Sobre él se publicaron cientos de artículos en la prensa habanera, decenas de entrevistas, la mayoria apócrifas. Se convierte en personaje literario, que aparece en una novela de Rolando López del Amo, una pieza teatral de José Triana, “Medea en el espejo,” en un poemario de Mirta Yáñez titulado “Memoria del Caballero de Paris”, y en otras obras. Sobre él existen canciones y estatuas: Una en el Museo de la Ciudad y otra en la acera del Convento de San Francisco de Asís, (la primera del escultor Héctor Martinez Catá, y la segunda de José Villa Soberón).
Sobre la paranoia que padecía, el psiquiatra que lo atendió en todo momento, el doctor Luis Calzadilla Fierro, presento un relatorio en un Congreso Internacional celebrado en 2006. El riguroso trabajo del especialista fue analizado en un encuentro de psiquiatras que se celebra anualmente en Trasalba, (Casa Museo de Otero Pedarayo) en Ourense.
Lledín murió el 12 de julio de 1989. Tenía 86 años. Los medios de comunicación dieron la noticia. Los habaneros lamentaron la muerte de aquel ilustre, emigrante gallego y símbolo popular de la ciudad.
El 30 de diciembre de 1898, fecha en que el Caballero de Paris cumplía 90 años, sus restos fueron trasladados desde el cementerio de Calabazar, donde fuera enterrado, a una sepultura en el cementerio de Santiago de Compostela de las Vegas, en el museo municipal santiaguero. Con su cabellera intacta, numerosas fotografías, una de sus capas y otros objetos El musicólogo Helio Orovio organizó la ceremonia.
Había mucha gente en torno a la lápida en que se gravara su nombre y el epitafio pertinente. Sonaron guitarras y laúdes, se cantaron boleros, y unos poetas repentistas improvisaron decimas guajiras.
Un tiempo después por iniciativa del Dr. Eusebio Leal, Historiador de la Ciudad, los restos del personaje fueron trasladados al convento de San Francisco de Asís en el casco histórico de La Habana, y se leyó una descripción biográfica de José López Lledín y varios poemas dedicados al Caballero, que más allá de la locura, amó al pueblo del país que lo acogió.
El prestigioso dibujante cubano Francisco Blanco publicó un libro titulado “La leyenda que camina” en el que aparecen 24 caricaturas del Caballero de otros tantos artistas de la isla, además del correspondiente texto aclaratorio.
Blanco vino a Galicia en el verano de 2008, estuvo en la aldea de Vilaseca, donde nació López Lledín, e inaguró una exposición homenaje en Fonsagrada.
(Esto que acaban de leer, es una síntesis del escrito que el colega Xosé Neira Vilas publicara, y más o menos aquel viaje a que se refiere resultó ser el motor impulsor de este sitio web personal, ¡AY; VECINO! que debutó bajo el título de “El regreso del Caballero” en agosto de 2008, pero quisiéramos agregar algo mas reciente).
A mediados del mes de noviembre, durante el cumpleaños colectivo que celebra la Peña del humor “Bigote de Gato” en la Agrupación Castropol, al arribar a mis 81 abriles, recibí una grata sorpresa.
El colega Bruno Javier Machado me hizo entrega de un valiosísimo presente, el libro “Demencia y clavel. (Un gallego habanero, caballero de París)”, publicado en el 2004 por Mercie Ediciones S.A.
Si valioso era el obsequio, más aún su dedicatoria: “…Para Blanquito, ícono de humoristas. Porque contigo. publiqué por primera vez en PALANTE, un día 8 de marzo de 1979. Felicidades colega en tus perpetuos quince…”
Cierto, el joven Bruno formaba parte de una valiosa hornada de humoristas que encaminaban sus pasos en el difícil arte de hacer pensar con la sonrisa en los labios en nuestro semanario. Pero 32 años después, aquel escritor bisoño ya había tejido una larga cadena de éxitos editoriales que comenzó con la semblanza del ultramarino pueblo de “Casablanca y su oscura luz”, que tanto me recordaba aquel otro de la costa africana inmortalizado en el celuloide por los amores de Humprey Bogart y Lauren Bacall. Acababa Bruno de recibir en el 2011 el Premio “Miguel de Cervantes Saavedra, que otorga anualmente la (FSEC) Federtación de Sociedades Españolas de Cuba, entre otros méritos por la publicación de su último libro “Asturias en Cuba”.
En la otra obra, --referida al Caballero--, es una noveleta de apenas 80 páginas, que me tocaba en lo más profundo, pues entre hechos reales, y personajes imaginarios o paródicos, me remontó a la época y enclave de mis vivencias.
Pues la acción comienza en la Casa de la Prensa, y muy particularmente en su Sala del Té, con las tertulias que desarrollábamos de forma espontánea un grupo de periodistas durante los años 80 y 90 del pasado siglo.
Regularmente íbamos a “caernos a mentiras” entre sorbo y sorbo del delicioso “chácata”, (especie de granizado de té, bautizado con un ron doble o sencillo según el gusto de cada cual). Chácata es la onomatopeya del sonido producido por el instrumento metálico al raspar la superficie del hielo para formar el granizo que al ser saborizado, tanto gusta durante el caluroso verano.
Nos sentíamos orgullosos de degustar ese trago fantasma en la carta de la coctelería internacional, inventado por nosotros mismos, y propiciador de charlas amenas en tardes de canícula tropical.
En ese marco, un ejemplar del periódico Tribuna de La Habana había quedado olvidado en una de las butacas y los protagonistas de la narración: El gordo Roberto y Gonzalito, futuro camarógrafo de la televisión, leían la noticia real que daría pie a la trama:
Decía así: “…A las nueve de la mañana de ayer sábado partió de la funeraria de Santiago de las Vegas el cadáver del Caballero de París. El cortejo fúnebre se detuvo unos minutos para que un grupo de compañeros del sectorial de cultura de Boyeros le depositara un cojín de flores, que le acompañaría en su viaje definitivo…”
Más tarde intervienen y comentan la noticia otros actores cuyos nombres, sospechosa y curiosamente nos recuerdan a figuras conocidísimas del medio como: El musicólogo Nelio Oroz, el escritor costumbrista Loreño, o el historiador Eugenio Lial.
La intriga se desarrolla también en tierras del noroeste español, describiendo lugares y costumbres muy cercanas al hombre que mantuvo hasta su muerte en estado virgen su afamada cabellera. Por último se describe el luctuoso peregrinar hasta su definitiva morada entre adelantados, nobles, y personalidades que descansan en los sarcófagos del Convento de San Francisco de Asís en La Habana Vieja.
En su eterno peregrinar por las calles de La Habana, el Caballero frecuentemente iba al Cementerio de Colón a poner alguna flor o charlar con sus ficticios antepasados de abolengo.
Otro aporte del libro que en lo personal me emocionó, es lo referido a la lápida que se le improvisó durante su breve morada en el cementerio de Santiago de las Vegas, donde se leía: “José María López Lledín. Caballero de París. 1889-1989. NO YACE, ANDA.”
Epitafio que se corresponde con la frase con la que él mismo se definiera durante una entrevista casi medio siglo antes, y que más tarde yo tomara para darle título a mi libro: “La Leyenda que Camina”.
¡Ultima hora!
Mensaje recibido vía correo electrónico desde Galicia:
Grazias polo traballo tan lindo do querido Blanquito. Envialle por favor esta menxaje de parte miña.
Querido Blanquito
Muy tierno, muy evocador tu artículo “Mi hermano gallego”. También yo te considero un hermano desde hace muchos años, las reuniones de la calle Manrique y de La Rampa, los reportajes que tú y yo hicimos en Pinar del Río con los desmochadores de palmiche y otros temas. Tantos compañeros que se nos fueron Mitjans, Cardi, Bracho, Wilson.
Llevo a Cuba en mi corazón de por vida, (pronto comenzaré a escribir un libro de memorias cubanas en las que aparecerá por supuesto PALANTE y toda su tribu, Cuba no es mi segunda patria sino mi patria paralela.
Ahora la siento más porque me falta Anisia, mi referencia cubana cotidiana. Mientras quiero que sepas que eres uno de mis mejores recuerdos en esa Isla tan amada.
Gracias por todo.
Un fuerte abrazo.
Pepe Neira Vilas
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